LA TELARAÑA: enero 2016

viernes, enero 29

Basado en hechos reales


La Telaraña en El Mundo.
 
 Suelo decirle a mi mujer, medio en broma, que la mayoría de las películas que echan por televisión tratan de sicópatas. Me refiero, sobre todo, a esos telefilmes que repiten el peor de los guiones, el de una pareja en crisis, un hombre o una mujer infieles o una adolescente sometida a algún que otro tipo de acoso más o menos virtual, para acabar convirtiendo la acción en una enloquecida comedia bufa en la que nada es lo que parece y todo acaba siendo una burda parodia. Lo grave de estas ficciones es que suelen empezar con una fatal leyenda: se dicen basadas en hechos reales.

 Esto es lo que más me preocupa. No de los telefilmes, que sólo cumplen con su misión de rellenar el vacío de algunas horas, sino de la realidad, ese lugar y ese tiempo, tan escurridizos ambos, en que vivimos. Me preocupa que lo que intentamos hacer correctamente se nos acabe yendo por el sumidero general de una sociedad que igual no da para más que para el ridículo asesinato, por ejemplo, de Joaquin Phoenix en la última de Woody Allen. La razón, incluso la más filosófica, da para discursos así de endebles; y también para peores. Sin duda.
 Este es el instante, quizá, en el que me tendría que poner a hablar de Laura Camargo, su pin morado, y su terrible discurso equiparando la violencia machista con la discriminación del catalán respecto al castellano. Podría, pero no. No puedo competir con la inercia de unos tiempos que prefieren, al parecer, arrinconar la realidad y dedicarse a construir, en su lugar, una estúpida ficción tras otra.


 

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martes, enero 26

El laberinto de los días

La Telaraña en El Mundo.
 

 No tiene por qué ser algo necesariamente negativo, pero a algunos políticos se les nota más que a otros cuánto les gusta el poder. En ellos, la vieja voluntad de poder nietzscheana se convierte en una imperiosa comezón interior, una urgente necesidad física que sólo se calma cuando logran poseer el cetro de mando y ponerle, en fin, su propio rostro a la moneda mordida del gobierno de los días. Se olvidan, entonces, de las sudorosas timbas de los pactos o del inverosímil cénit surrealista de la vanidad. Desde arriba no se ve el mundo como desde el yermo erial donde parece pacer la manada. ¿Es así?
 Pienso, por ejemplo, en Francina Armengol y Pedro Sánchez. Ambos han llevado al partido socialista, cada uno en su respectivo ámbito, a los mayores descalabros electorales de la democracia. No obstante, Armengol supo pactar con quien le hizo falta para alcanzar el gobierno de las islas y Sánchez, si desde su propio entorno no lo remedian, puede acabar siendo presidente del gobierno de España. Suena raro, pero se dice pronto.
 Llegados a este punto, sólo nos queda hacer balance y mirar alrededor como a ninguna parte. La corrupción general y sistemática de los dos grandes partidos nacionales y, sobre todo, la crisis financiera y económica, la debacle global en que seguimos inmersos, nos han conducido al interior de un extraño laberinto del que sólo podemos intuir que las puertas de entrada son, también, las de salida. No hay otras. Habrá, pues, que desandar el camino y hacerlo todo al revés de cómo se hizo. O así.

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viernes, enero 22

La guerra y los premios

 

La Telaraña en El Mundo.
 
 El miércoles por la noche me quedé sin saber si la versión que emitió La 2 de "Las largas vacaciones del 36" -el film de Jaime Camino que se estrenó en 1976- incluía la censurada escena final de un batallón de soldados de origen magrebí, los llamados moros, asaltando un pequeño pueblo catalán. No sé qué me pasó. No sé si me dormí o si me fui al baño en el peor de los momentos, pero lo cierto es que cuando quise darme cuenta la película se había acabado. Estos lapsus tienen, hoy en día, fácil arreglo; pero lo primero es asumir que no siempre hacemos lo que deseamos o prevemos, lo que de verdad nos importa.
 Había en esas largas vacaciones la proyección de un miedo y un rencor antiguos, una inocencia echada a perder y el rumor tullido de una guerra fratricida que convertía a todos en víctimas y también en verdugos, traidores y delatores, payasos o mártires, héroes improvisados en mitad de una tragedia, que no deseamos revivir, pero quién sabe.
 Unas horas antes vi que en IB3 le daban bombo y platillo a los Premios Ciudad de Palma. O así. Resulta que el «Sant Sebastià Literari», que estos años pasados se celebraba en las catacumbas culturales de Can Alcover, ahora se celebra en el Teatro Principal. Ni lo grotesco de José Hila confesándonos su intención de convertir el viejo edificio de GESA en una especie de nuevo Faro de Alejandría ni toda la parafernalia sectaria, cavernícola e intolerante de la OCB, el Pen Català o la Institució de les Lletres Catalanes impedirán que felicite a los ganadores. Enhorabuena.



 

 

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martes, enero 19

La realidad

La Telaraña en El Mundo.

 Quizá la realidad sea como es y no, definitivamente, como queremos o nos gustaría que fuera. O puede, también, que tendamos a llamar realidad a lo que sólo es una mezcla de cuanto vemos y creemos ver, un espejismo bastante gamberro de la razón o la voluntad, una interpretación que dice mucho más de nosotros que del mundo enorme, complejo y repleto de matices, que intentamos, de continuo, aprehender. Con no demasiado éxito, por desgracia.

 Pasa que todo lo que nos rodea, el mundo, la realidad, la extraña materia donde intercambiamos tantas cosas y proyectamos todo cuanto somos o creemos ser, ha cambiado mucho de aspecto. Recibimos información desde cualquier parte del universo. Nos relacionamos con gente a la que no conoceremos jamás. Con personas que, tal vez, ni existen, salvo en exclusiva para nosotros o nuestra fantasía, nuestra debacle de la pasión o los sentidos. Quizá de la inteligencia.

 Resulta que hace tan sólo unos veinte años no teníamos Internet. No existían las redes sociales. Ni la Wikipedia, que ha cumplido quince años. No teníamos móvil ni puñetera falta que nos hacía. Yo escribía mis columnas en pesados folios blancos con una ruidosa Olivetti y los llevaba al periódico en mano. Pero, pese a las apariencias, la realidad de las cosas de ahora es similar a la de entonces. Su íntima razón de ser y hasta el balbuceante discurso que lo sostiene todo son exactamente los mismos, ahora, que antes. Igual de enigmáticos e indescifrables. Igual de seductora, nuestra inquisitiva ignorancia de siempre.

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viernes, enero 15

La cuesta de enero


La Telaraña en El Mundo.

 De repente, uno mira con desaliento y no poca curiosidad el frágil calendario de los días y cae en la cuenta de que ya estamos transitando una nueva cuesta de enero, con sus rampas infernales y sus falsos descansillos, sus precarios miradores desangelados y fuliginosos, sus vistas incomparables al abismo, su rosario interminable de perlas, como curvas negras y redondas, como alfileres de hueso y carne, como voluminosas lágrimas, tal vez, de grueso metal líquido y ardiente.
 Quiero decir, en fin, que con la llegada del nuevo año (tan recién nacido que anda entre pucheros y pañales) aún no he sido capaz de hacerle balance alguno al año anterior ni de poner en orden la acostumbrada ristra de proyectos con la que comienza cada nuevo año. Incluso éste, que asoma remolón y díscolo, complejo y apasionante, capcioso, teatral y hasta enloquecido. Buen ejemplo de cómo intentamos progresar sin ni siquiera movernos o, peor aún, sin tener la más remota idea de hacia dónde queremos ir. O de hacia dónde nos llevan.
 Supongo que todo este desconcierto inicial mío tiene mucho que ver, por no hablar de los decretazos de Armengol según le va soplando Podemos, con haber sido testigo de las esperpénticas constituciones de los parlamentos de Cataluña y España. Todas estas parodias, sin embargo, durarán muy poco, porque no se puede gobernar un país desde la dictadura coral de los platós televisivos y las redes sociales. El año no empieza, pues, como debiera, con un tierno vagido, sino con un largo e insoportable chirrido.

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martes, enero 12

La estrella negra

La Telaraña en El Mundo.
 

 Busco en los cielos alguna señal de optimismo, pero no la encuentro. Me llega, sin avisar, la noticia fulminante de la muerte de David Bowie y presiento el peso vertiginoso de las lágrimas. En la sien, en el pecho. Dejo que Blackstar, su último disco, me invada con su estrella negra, su jazz o su rock lascivamente entremezclados, su tono perseverante y crepuscular. Su íntima voluntad de perderlo todo y entregarlo, al fin, sin renunciar a nada.
 Pero de música entiendo poco. O nada. Tarareo los compases de mi vida y pierdo el hilo y hasta se me escapa la melodía. Su sentido. Su sinsentido. Danzo inmóvil, mientras me derrumbo y busco cobijo entre mis recuerdos como entre metáforas. Me sé, pues, un poco más huérfano que de costumbre, pero no importa. En esa banda sonora que siempre acaba siendo la vida, fui tantas veces feliz como fui desgraciado. Rectifico ahora que puedo. Nunca he sido desgraciado y nunca creí ser feliz del todo. Creo que hice bien.
 Ahora sigo buscando en los cielos alguna señal de optimismo, pero no la encuentro. Parpadea una estrella negra, quizá Ziggy Stardust regresando, como si fuera Lazarus, de entre los muertos. Hay un país en llamas, éste, un país a trozos y con varios nombres y múltiples conexiones sentimentales, Mallorca, Baleares, Valencia o Cataluña, España y también Europa, por ejemplo, y hay también un cielo de todos, un cielo cuajado de amenazas, un cielo absolutamente vacío donde, sin embargo, la vida y la muerte no hacen otra cosa que seducirnos, alternativa y fatalmente.

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viernes, enero 8

Un video porno

La Telaraña en El Mundo.
 
 Sólo tardé unos minutos en encontrar el polémico video de un alumno del IES Josep Maria Llompart que ha sido, a la vez, premiado por su profesora con un sobresaliente y vilipendiado por unas treinta mil personas que son las que, a día de hoy, ya han firmado en Hazteoir.org una carta al Conseller de Educación, Martí March, para que le aclare a la alucinada profesora que una cosa es el arte y otra la provocación hormonal. El video se titula "Yo soy maricón" y trata de eso. Obviamente.
 Con todo, hilar fino tiene sus servidumbres. Dos veces me tuve que tragar el videoclip de marras. La primera, para saber de qué iba. La segunda, porque no podía creerme que alguien fuese capaz de filmar algo tan repulsivo, superficial y chabacano. En efecto, chabacano rima con cristiano que, a su vez, rima con ano. Ya se me está pegando el estribillo.
 Aun así, no escandaliza quien quiere. Me alegra que el obispo de Mallorca (un hombre normal, con líos más o menos platónicos de faldas, pero no de faldillas) no haya, de momento, dicho esta boca es mía ante lo que no pasa de ser el video porno gay de un aprendiz de "Drag Queen" con muchísimas ganas de dar la nota. Pero aquí la nota la da un sistema educativo que confunde el culo con las témporas y la libertad de expresión con la tendenciosidad ideológica, la ofensa gratuita, rimada y soez. Mientras tanto, habrá que esperar a que al alumno le crezcan los pechos para poder tomarnos en serio sus contorsiones. También le aconsejaríamos, por favor, que se depile el culo. De nada.

 

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martes, enero 5

Las pancartas de Barceló


 
La Telaraña en El Mundo.
 
 Al Círculo Balear no le parece bien que Biel Barceló se manifieste, pancarta independentista en mano, con quienes desean cambiar el orden actual de las cosas hasta dejarlas, quizá, del todo irreconocibles. O hechas, en fin, unos zorros. Con quienes suelen acabar sus manifestaciones, tal y como ocurrió el treinta y uno en Palma, quemando alguna que otra bandera española. Con quienes apuestan por los países catalanes. Esa quimera o ese delirio.
 El Círculo Balear pide su dimisión porque no aprueba que un miembro destacadísimo del gobierno de las islas vaya de farra pancartera y pirómana con lo más granado de los antisistema locales, con ese grupito de gente, no sé si ciega o si visionaria, que no para de transmitir, con enorme fe y no menor entusiasmo, las directrices estratégicas del siempre persuasivo pancatalanismo político.
 Yo no sé si Barceló tiene derecho a exhibir, así, sus filias y fobias. Quiero pensar que todo un vicepresidente del gobierno es alguien muy integrado en la sociedad en que vive; que no es, en definitiva, un personaje políticamente alternativo o un antisistema de manual. Nada de eso. Pasa, sin embargo, que vivimos tiempos confusos en que se puede formar parte, incluso ejecutiva, de cierto tipo de Estado y dedicarse, en realidad, a intentar apuntalar proyectos alternativos, sociedades con nuevas banderas y dioses, con nuevos héroes mitológicos y leyendas en el frontispicio marmóreo de los sueños, las aberraciones y las pesadillas. La incurable insatisfacción colectiva de costumbre.

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