LA TELARAÑA: julio 2016

viernes, julio 29

La vecina del quinto

La Telaraña en El Mundo.

  Espiar a la vecina del quinto -siempre a la del quinto, faltaría más-, además de poder ser un delito, acaba resultando, por desgracia, bastante aburrido y hasta inocuo. El dron que viaja con nuestros deseos de volar y de ver mucho más allá de lo que vemos parece atascarse en sus propias limitaciones, que son, también, las nuestras. No basta con ver; hay que sentir, hay que atravesar barreras infranqueables, hay que ir más allá de la física para entrar de lleno en la metafísica. Desde ese lugar nadie nos va a hacer demasiado caso, pero así es la vida. Yo me conformo.
 Los drones, pues, no nos sirven para lo que no sirven. Le sirven, no obstante, a Hacienda para hacerse una composición del mundo según su propia naturaleza y necesidades. Aquí una piscina, un solárium, una terracita, un garaje, mil jacuzzis prohibidas: todo un arsenal de humanidad atentando contra el catastro, contra los impuestos que debieran ser de todos y no sé yo de quién son. Los drones son de Hacienda, eso sí, porque el mundo es de Hacienda. Como todos, unos más y otros menos. Como siempre.
 Cort, por ejemplo, debe tener unos drones estupendos. Los debe manejar el concejal de Urbanismo y futuro alcalde de Palma, Antoni Noguera. Sólo así se explica que rechace el proyecto y la inversión de una multinacional en los alrededores del estadio del Atlético Baleares, porque no cabe, nos asegura, en su modelo de ciudad. De ese modelo sólo nos constan su encendida fobia antitaurina y su empeño por derribar Sa Feixina. Todo muy ejemplar. Modélico.
 

 

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martes, julio 26

Sobreinformación

La Telaraña en El Mundo.

 Un chaval recibe las burlas constantes de sus compañeros y va engendrando, con el paso del tiempo y los revuelos hormonales, un odio insoportable hacia todo lo que le rodea. Es lo que tiene, por desgracia, no lograr encontrarse a uno mismo en la larga y tortuosa aventura que acostumbra a ser la vida, esa mezcla de situaciones favorables y desfavorables, ese viaje desnortado por el filo mismo de los acantilados, con el viento tantas veces a favor como en contra, con la sensación asfixiante que da no tener ni un segundo de tregua y la obligación ineludible de ir adaptándose absolutamente a todo, incluso a lo que no imaginábamos.

 No pensé en nada similar, mientras el pánico parecía haberse adueñado de Múnich y las imágenes nos mostraban a la gente huyendo despavorida y la voz del narrador nos contaba que la policía andaba persiguiendo a presuntos terroristas en muy diversos y alejados lugares. Esto es París, Bataclan, Londres, Madrid. Nueva York. Niza. Esto es la guerra, pensé, pero no.

 Era un único joven alemán, hijo de iraníes, de tan sólo 18 años, con una pistola comprada en algún boulevard en llamas de internet y una insoportable carga personal de frustración y locura a sus espaldas. Era el pánico colectivo personificado en la violencia asesina, e incluso suicida, de uno de nuestros hijos. Era la exagerada y obsesiva respuesta general ante el exceso de información, aparentemente global, aséptica e instantánea, que recibimos continuamente. Éramos nosotros mismos puestos, al fin, en dolorosa evidencia.

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viernes, julio 22

Sin perdón

La Telaraña en El Mundo.

 
 Repaso el centenar largo de canales que mi proveedor telefónico ha puesto a mi alcance, junto al invento de la fibra óptica, con no pocas reticencias. No es oro todo lo que reluce. Los diversos canales televisivos emiten casi el mismo catálogo de películas para repetirlas a distintas horas y llenar la parrilla con todos los films que, por desgracia, ya hemos visto en varias ocasiones; es lo malo de haber seguido la actualidad cinematográfica, aunque sea tirando de videotecas y torrents. Hay pocas películas que aguanten un segundo o tercer visionado; en el primero ya empezaron las deserciones.
 Pero la realidad, igual que la ficción, se acaba basando, siempre, en hechos reales. Ayer por la noche me topé con un film que aún no había visto: Memorias del general Escobar, de José Luis Madrid, basada en el libro de José Luis Olaizola.
 La película es un horror, cinematográficamente hablando, pero se sostiene gracias al carisma histórico de su protagonista y al oficio de algunos actores. Está bien reencontrarse con Antonio Ferrandis, Fernando Guillén y Jesús Puente. Está bien recordar cómo una guerra civil es algo que sólo pueden apoyar y desear los descerebrados, los que no tienen vida propia, los que confunden ideología y realidad. O pensamiento y acción. Esa basura tiene, hoy en día, los mismos nombres que tuvo siempre, aunque no siempre se dijeran igual: atribuirse y usurpar la identidad del pueblo (ya sea la lengua, la cultura, el carácter o el destino) es el más execrable de los delitos. No tiene perdón.

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martes, julio 19

Buscando a Picachu

La Telaraña en El Mundo.
 
 La televisión es un medio complejo donde las imágenes que uno ve parecen tener vida propia más allá de la versión, más o menos oficial, de los hechos que se narren. Quizá por ello la semana pasada pasé dos malas noches. La primera, entre los cadáveres de Niza sobre esa autopista al infierno que acabó siendo el Paseo de los Ingleses; la segunda, entre la multitud contra los carros blindados en Turquía, ese país que es Europa y es Asia y no lo es, aunque allí anidaran las primeras culturas y civilizaciones de nuestra historia.
 Hablo de realidad virtual, en efecto: puro magma televisivo, pero también de sensaciones físicas y hasta dolorosas; en la piel y en el alma, en ese lugar confuso que es la consciencia de todos cuando uno se queda solo y cierra los ojos y quiere dormirse, pero el sueño se demora, porque las víctimas se multiplican y uno no sabe contar cadáveres ni quiere aprender a hacerlo.
 El domingo, sin embargo, respiré mucho más tranquilo. Abrí mi IPad e instalé Pokémon Go. Casi al instante tres ejemplares de esos bichos, con los que nunca mantuve ninguna relación personal, salvo a través de mi hijo, aparecieron en pantalla. Me llevó poco tiempo cazarlos. Un Geodude, un Shellder y un Bulbasaur. Ahora no sé qué tengo que hacer con ellos, salvo alimentarlos, quizá, y llevarlos de paseo si me atrevo a salir a la calle con el iPad, que no creo. Lo peor es que esta mañana he cazado un Paras, una mezcla de cangrejo y champiñón. Tengo la casa repleta de pokémons y yo sin saberlo. ¿Dónde estará Picachu?

viernes, julio 15

El milagro del Güell


La Telaraña en El Mundo.

 Resulta que en el antiguo bar Güell de Palma, en el año de gracia de 1974, le explotó un sifón en las manos a la hija de Tolo Güell sin causarle daño. No es un milagro, pero quién sabe. Cosas así suelen pasar cada día sin que reparemos en ellas; también sucede, al revés, que alguien da un traspiés y se deja el alma en la cuneta, en el bordillo de la piscina, en el asfalto al sol varios metros debajo de un balcón en llamas. Vengo a decir, pues, que en este mundo pasan multitud de cosas que apenas dejan huella alguna, salvo si nos empeñamos, y no mucho, sino muchísimo, en que suceda lo contrario.
 Las treinta personas que tuvieron la peregrina idea de marchar hasta el monasterio de Lluc, para agradecer a la Virgen que la niña saliera ilesa, no podían imaginar que se iban a convertir en bastantes miles de personas recorriendo, año tras año, 48 kilómetros de ascensión hacia un cielo que no acaba de cerrar nunca sus escondidas puertas entre el sudor y la algarabía nocturnas, entre la fatiga y la voluntad más o menos cumplidas.
 El Consell de Mallorca, finalmente, y sus buenos motivos tendrá para ello, ha cambiado de opinión respecto al patrocinio de la marcha de este año 'Des Güell a Lluc a peu'. No había dinero, pero ya lo hay, ha dicho Miquel Ensenyat sacando unos veinte mil euros de no se sabe dónde y prestándose, incluso, a dirigir en persona el tráfico. Tanta y tan repentina disponibilidad, no tratándose de un evento de promoción catalanista, nos parece extraño. O extrañísimo. Un auténtico milagro, vaya.

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martes, julio 12

La isla invadida

La Telaraña en El Mundo.


 Como la gran política les pilla muy lejos, la Generalitat de Catalunya y el Govern de les Illes Balears siempre tienen a mano la política lingüística, que es un buen ejemplo de actividad transversal, una buena forma de incordiar a todos entrometiéndose en esa delicada línea donde lo público y lo privado se confunden. Ahí coloca el Consell Social de la Llengua Catalana su diana y nos convierte en sujetos pasivos de la terrible superchería que da en creer que los territorios tienen lenguas propias y hasta culturas exclusivas; y sobre esa mierda conceptual se plantan las hogueras y la tribu baila sus sardanas o jotas. Su danza de la lluvia.
 Se trata, pues, de seguir normalizándonos a toda costa con 136 medidas en contra de la libertad de lengua y la libertad empresarial. O dicho con palabras de la asociación de profesores PLIS. Educación, por favor, «el Govern ha decidido extender el modelo de inmersión lingüística de la educación al resto de la sociedad y convertir a los ciudadanos en alumnos incapaces de pensar por sí mismos». Esto pinta muy mal.
 O no tanto, porque casi nadie, de hecho, se toma muy en serio el timbre totalitario de quienes ostentan, ahora, el gobierno insular. Se repite cada vez que los nacionalistas llegan al poder y amaina, indefectiblemente, a los cuatro años; he dicho que amaina, pero no que cese del todo. El nuestro es un país muy raro donde lo que mejor se nos da es encerrarnos en nosotros mismos y confirmar, aunque no queramos, que una isla es un lugar magnífico para ser invadido.

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viernes, julio 8

El poder de Armengol

La Telaraña en El Mundo.

 
 En la sala de máquinas del poder chirrían los engranajes, pierden aceite las válvulas, chisporrotean los interruptores y enormes columnas de humo grasiento y gris emergen de las calderas oxidadas donde la inteligencia parece fundirse en sí misma y concluir, finalmente, en casi nada. En la sala de máquinas del poder hay una mazmorra repleta de argollas, potros de tortura y televisores de plasma donde todos los noticiarios del universo escupen, simultáneamente, sus diagramas bursátiles, sus barómetros electorales, sus tiernos paisajes domésticos de corrupción o violencia. Los paisajes extendidos, en fin, de la vida y la muerte.

 En este contexto tan excrementicio no es difícil entender que Francina Armengol apueste por que Pedro Sánchez se busque la vida con los populismos y los nacionalismos antes que facilitar el gobierno del Partido Popular. Está claro que, para Armengol, nunca es demasiada exótica la fauna con la que se puede, y hasta se debe, pactar si se trata de alcanzar el gran poder siquiera sea de forma nominal y, sobre todo, figurada.

 En esa figuración nos detenemos, porque se nos antoja muy reveladora. Armengol no gobierna absolutamente nada. Se conforma, porque no le queda otro remedio, con dar algún que otro discurso propagandístico y atender, con mayor o menor diligencia, al flujo y reflujo caprichoso de las demandas metafóricas y el sectarismo lingüístico de Jarabo y Barceló. Su legislatura avanza a trompicones y parece que eso mismo es lo que desea para todos. Pues tomamos nota. Perplejos.

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martes, julio 5

Sin Dios


La Telaraña en El Mundo.

  Nos resulta fácil opinar sobre lo humano y lo divino sin que se nos note que hemos perdido mucho más la fe en lo humano que en lo divino. En efecto. Hay una vida más o menos propia e intransferible, que es la que nos sucede durante veinticuatro horas al día cada día; en ese tiempo circular todo cuanto hacemos y pensamos se agita en nuestro interior y de ese coctel explosivo resultan nuestro humor y personalidad, esa singular inercia, la obsesión o el desapego, quizá, con que nos enfrentamos al tiempo, el oleaje de la emoción, el filo del tedio, el enredo de los deseos, la lista negra de las renuncias.
 Pero hay otra vida sobre la que no tenemos ningún control y sobre la que sólo sabemos, si acaso, lo que nos cuentan unos y otros; esa realidad nos abraza como se nos enroscaría al alma una monstruosa serpiente que, en primer lugar, nos produciría asfixia y, luego, fascinación, ceguera, pánico y, tal vez, muerte.
 Mallorca es una isla realmente pequeña donde, sin embargo, parecen convivir los mayores defectos de lo público y lo privado. Así, al alimón, se nos mezclan, en la primera plana de los sucesos, el ruido selecto de los DJs de Cursach, las sirenas recortadas de algunos policías locales, el baile en la sombra de José María Rodríguez y otros políticos. No conozco a ninguno de ellos. No puedo, pues, juzgarles. Resulta casi imposible encontrar aquí a Dios, porque Dios sólo está de guardia en nosotros cuando nosotros estamos de guardia; y yo ya hace tiempo que bajé los brazos y hasta me encogí de hombros.

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viernes, julio 1

Volver a empezar

La Telaraña en El Mundo.
 
 Después de la vergüenza política y del desastre económico, moral y ético del Brexit no las tenía todas conmigo. Las elecciones son lugares comunes, que ocultan infinidad de ciénagas, el terrible cataclismo que acontece cuando no se distingue con claridad entre la realidad y el deseo. Si somos tozudos, la realidad, más; y es así que nos engulle para dar algún que otro sentido a nuestras vidas y liberarnos de la insoportable levedad de vivir a nuestro aire, que es como vivimos, porque ya no nos queda otra y es tarde para cambiar o dejar que la realidad nos cambie. Nos cambie sin mutilarnos, quiero decir.
 Con todo, parece que la masacrada clase media española se puso (medio) en pie y demostró, con su voto, que no está dispuesta a que le quiten lo poco que aún le queda, esas pensiones revoloteando en el aire, ese trabajo precario, esa economía subterránea y casi de estraperlo, este futuro incierto: quizá no haya otro y cualquier cosa sea mejor que aferrarse a la locura y a la estupidez, el vacío tullido del populismo.
 Pero les seré sincero. No sé si nuestra forma de vida es o no sostenible. Tampoco si hay vida fuera del infierno de las directrices de la "troika", su economía de guerra perenne, su imperio de especulación y recortes, su danza bancaria alrededor del becerro de oro. Me queda la sensación, que no la certeza, de que es posible un futuro mejor a base de regeneración y de cambio. Quizá haya que devolver a lo público las ilusiones y las responsabilidades, de todo tipo, propias de lo privado. O así.
 
 

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