LA TELARAÑA: La lobotomía del precio justo

sábado, julio 31

La lobotomía del precio justo

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el espectacular incremento patrimonial de Munar en 2006 se debe a Can Domenge?



Sí. Mientras escribo estas líneas, María Antonia Munar y Miquel Nadal andan, de nuevo, enfrascados en el habitual baño de multitudes –el glamur y el marujeo, siempre de la mano- que representa su ingrata e inacabable, por el momento, tarea de declarar en los juzgados sobre el extraño caso del solar de Can Domenge y la genialidad, sin apenas precedentes, de atreverse a presentar ante la opinión pública como verosímil, legítima, ejemplar o, al menos, qué menos, procedente, su rocambolesca, tortuosa y delirante adjudicación mediante concurso público, por parte del Consell, al asombroso precio de la mitad de su valor de mercado. Tanta generosidad financiera fascina, abruma, da grima o escandaliza. No sé yo. Treinta millones de euros en vez de sesenta. Menudo desfase, vaya lobotomía del precio justo, qué ganga, qué saldo, qué plusvalía, qué raro.

O no tanto. Las guerras territoriales, con su red de pequeñas escaramuzas y sus viejos pretextos, siempre económicos y rastreros, coloniales, domésticos, se acaban cuando te crees, al fin, el dueño –o la dueña- del mundo. Es, entonces, cuando desaparecen las precauciones para con la quisquillosa legalidad o el qué dirán de las apariencias y se cae de lleno en la suficiencia suicida de quien se siente impune desde las vertiginosas alturas de un poder omnívoro, que traga con todo o casi todo: con la grava y el carbón, con las leyes de la oferta y la demanda, con la lógica y la ética, con la usura, la vergüenza y el buen juicio ante las cosas del medir, del contar, del pesar o del dividir, que tanta importancia debieran tener –y tienen- en una economía que mezcla lo privado y lo público con la única obligación de arrojar algún saldo positivo en alguna parte, en alguna cuenta corriente, en algún bolsillo. ¿Misión cumplida? Seguro que sí.

Ahora viene el llanto y el chirriar de dientes. La noche de los cuchillos largos y los flashes cegadores. El lento viaje a través del desfiladero del descrédito, la infamia, la revelación obscena de la condición humana, la codicia, la soledad del corredor de fondo con la oscuridad alrededor y un más que dudoso futuro al frente, ese lugar casi invisible, inquietante, atemorizador, quizá horrible. Suerte tenemos que, al menos, nos queda Hacienda para ir desvelando las cuentas sumergidas, el dinero marcado, el rastro furtivo de la chapuza. Hacienda, sí. Quién nos lo iba a decir.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Enorme. 'Acollonidor', también.

1 de agosto de 2010, 11:55  
Blogger Juan Planas Bennásar said...

En realidad, el pan suyo de cada día;-P

1 de agosto de 2010, 21:41  

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