LA TELARAÑA: febrero 2011

lunes, febrero 28

Los Lugares del Sitio

Hoy me sucedieron un par de cosas agradables. Me llegaron algunos ejemplares de mi último libro Los Lugares del Sitio (Editorial Poesía Eres Tú, Madrid) y pude, al fin, palpar sus páginas y, en ellas, auscultar sus líneas de tinta. Ese ritual, no por repetido, deja de resultarme, siempre, excitante, revelador y sugestivo.

Más tarde, me llegó noticia de la primera reseña, obra de Alberto Gómez. Gracias, Alberto. Podéis leerla en este enlace.

Y luego releí, al completo, el libro para cerciorarme de que todo estaba en su lugar y sitio. Así es.

Os dejo con el fragmento de un poema:


Cae la piel en la ceniza. Frágiles cuchillas
trenzan el lugar único de la luz y la materia, 
de la música a través de los elementos. 
  
Existe un tiempo de lujuria y otro 
de solitaria meditación. No se suceden, 
se solapan; y el tiempo de amar se convierte 
en un monólogo de sílabas, en el espectro 
de una perturbación y una plegaria. 
  
Ahora debiera recordar un naufragio, 
la tensión del bramante y la tutela 
del alhamar en el vientre hostil del piélago. 
Debiera recordar el aceite y la llama, 
el calor de los bálsamos y la ceguera. 
Debiera adivinar el salto y revivir 
las sombras de la memoria, hundiéndose. 
  
Todo sucede en este instante.  
Desde afuera no es fácil explicarlo. 

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Apátrida, en casa


La Telaraña en El Mundo.


Debo ser lento de reflejos, pero recién me acabo de enterar que mañana -día 1 de Marzo- se celebra el Día de las Baleares. ¿Otra vez? Me lo pregunto intentando desliar la madeja imposible de las sucesivas diadas con las que la Comunidad se afirma, una vez y otra, de una manera y también de la contraria, por exceso y por defecto, por comunión y, cómo no, por despecho, orgullo, temor o, incluso, por lujuria. Pero no hay apuro. Todo vale con tal de afirmarse.

Nos afirmamos y así damos el cante. Sacamos el viejo mapa despellejado del tesoro y situamos la cruz en el lugar exacto. Allí, en ese oasis, vivimos. En ese oasis en mitad del desierto y de sus olas de sal. En ese lugar sitiado, donde la única forma de apresar el polvo es convertirlo en lodo. Y así lo hacemos. Lo hacen nuestros políticos por nosotros. Las instituciones por nosotros. El egregio Parlament, el inexplicable e inútil Consell y el ubicuo Ajuntament, por nosotros. Todo por nosotros. Y por la Patria, que se han inventado, claro.

Pero yo tengo un problema, Houston. O unos cuantos problemas, Madrid, Barcelona, Valencia. Un problema sentimental, París, Alejandría. Un problema lingüístico, Valladolid, Buenos Aires, México. Un problema artístico, Roma. Un problema cósmico, Nueva York, Berlín, Babel o Praga. Y, sobre todo, un gran problema irresoluble, Palma. En ningún otro lugar me siento tan apátrida como en mi propia casa.

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sábado, febrero 26

A ambos lados del Muro

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo¿Está conforme con el texto aprobado por Cort para el Muro de la Memoria?


Sí. Cuando lo que toca, justamente, es derribar todo tipo de muros y barreras y dejarse seducir, luego, ahora, siempre, por los espacios abiertos y las extensiones sin más telón que el horizonte, van el PSM y el PSIB, junto a la llamada Asociación de Memoria Histórica, ese cernidero tan selectivo, a hacer todo lo contrario, van a levantar un Muro y a llamarlo de la Memoria y, ya puestos, le añadirán un solemne cartelón donde Llorenç Capellà escribirá lo que le dicten las musas, la caprichosa hagiografía de la necrofilia, la sinopsis maniquea de una guerra perdida -y perdida, sobre todo, por los que no la protagonizamos-, el honor aristocrático de los recuerdos, ese crisol de ficciones, el aroma, quizá rancio, del resentimiento y hasta el perfil tullido de la restitución imposible. O de la venganza. O de la vergüenza. O del morbo. O vayan ustedes a saber de qué otro cúmulo de sentimientos, que fueron puros y nobles, sin duda, pero que ya sólo son una pantomima, un torpe ejercicio de estilo, un querer reescribir con tinta lo que ya se escribió con dolor y sangre, esa truculenta historia que de tan nuestra ya parece de otros. Así es, se la regalamos. Y que hagan con ella lo que gusten. Toda suya.

Por eso estoy de acuerdo -cómo no- con que eleven sus becerros de plomo y humo al pasado, con que reinterpreten esos días y meses y años y décadas de luto, resquemor y muerte. Allá ellos, si quieren pasear entre esquelas o retozar entre lápidas. Allá ellos, si creen que algún Dios -incluso algún dios menor y laico, de azufre y lava- les acabará mirando con arrobo y ternura y hasta les juzgará con benevolencia. Allá ellos, si quieren prolongar la noche con sus acrobacias de espejos y, en sus superficies voladas, eternizar la fúnebre sonrisa de los cipreses. Allá ellos, con esa mueca y con el aliento de su caries. Allá ellos.

En realidad, su Muro no hará sino delatar la inconsistencia dialéctica de sus planteamientos. Su sumisión ancestral al repetido juego de los símbolos, al ritual pagano de la purificación. Por fuego, por viento, por agua, según los clásicos. Por la dureza pedernal de las piedras, en su caso, y por la enésima manipulación de los presupuestos públicos. Pero ya que derrochan, bien está que lo hagan con algo tan inofensivo como este taller de almas sin siquiera el consuelo final del olvido. Ni a un lado ni al otro. Del Muro, claro.



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viernes, febrero 25

Los Lugares del Sitio - nuevo libro en las librerías

Hoy acaba de salir de la imprenta y en unos días estará en las librerías.




Os dejo con su portada y su solapa.

Tengo previsto presentarlo en Madrid, el día 26 de Marzo, en Castellana 210. A las 20 horas.
En Valencia, el 31 de Marzo, a las 19,30 horas, en La Casa del Libro, Passeig Russafa, 11. Conjuntamente con el poemario Una Pátina de Verdad, de Javier Jover. Y con Justo Serna de anfitrión.
Y en Palma de Mallorca, en la Librería Literanta. En principio, el 8 de Abril a las 20 horas.


Y estos son los datos del libro:

(Las webs que monta la editorial para promocionarlo aún no YA funcionan, creo;-)

LOS LUGARES DEL SITIO
http://loslugaresdelsitio.librodepoesia.com

Primera Edición
© Juan Planas Bennásar 2011
http://www.clubdepoesia.com/juanplanas/

© Editorial Poesía eres tú. 2011
http://www.poesiaerestu.com

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Treinta años después

La Telaraña en El Mundo.

En 1981 anduve enfrascado en unos poemas, que verían la luz al año siguiente, y que casi nadie leería. No estaba, pues, muy por la labor de atender a la actualidad. Con todo, sí conservo en la retina, indeleble, la imagen patética de un procaz guardia civil, con pistola, bigote y tricornio a juego. La puesta en escena es, o debiera ser, lo primero y, así, al igual que nunca olvidaré el atentado de las Torres Gemelas de New York, con su alud de precisión y muerte, sí creo que ya va siendo hora de sepultar bajo las lápidas del olvido esa triste asonada, el último estertor del fascismo en España. O el penúltimo, porque hay que ver cómo intentan plagiar su ridículo perfil las diversas facciones del nacionalismo -agrestes, pero oficiales y oficialistas- que aún colean. ¡Cómo colean! ¿Colean?

Sí, y seguro que habría que estudiar su pasión fragmentaria como lo que es, el cáncer de una realidad que, abolidas sus fronteras de siempre, se expande por el paisaje global de un planeta entero envuelto en la bruma y las llamas de un único campo de batalla. Y de ocio, placer y cultura. De estupidez y usura. Y de vida.

Es el viejo debate entre las partes y el todo. La pulsión del puzle que nos embarga. La sensación de ser algo inacabado. Pero basta echar una ojeada alrededor, más allá del Tren-Tram y la Vía Conectora, para comprender que todo sigue como siempre. En un inmejorable estado de ruina.


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lunes, febrero 21

El Gulag normalizador

La Telaraña en El Mundo.


No entiendo mucho de según qué temas. Del llamado Decreto de Mínimos o de La Ley de Normalización Lingüística, por ejemplo, tan sólo conozco su aluvión genérico de mayúsculas encadenadas, su singular aliento fetichista, su ramalazo étnico, el aluvión de subvenciones de parte que genera y poco más. Me queda, eso sí, el dudoso placer de observar cómo las nubes oscuras van cubriendo los territorios sometidos a sus designios, convirtiéndolos en zonas hostiles, en barracones de silencio y asfixia, en gulags de opresión. De inteligencia mutilada, de castración, de ceguera.

No me extraña, pues, que me acabe gustando tanto la bruma. Y no bromeo. Mallorca es ya uno de esos lugares terribles donde sólo se puede sobrevivir si se es capaz de convertir el desprecio que recibimos en una absoluta indiferencia. Llevo lustros untándome con ese magnífico bálsamo. Sólo así alivio las llagas y esquivo el odio y hasta aparto de mí el polen venenoso que impregna el aire y lo convierte en lodo.

La última hazaña de nuestra clase política ocurrió hace tan sólo unos días. No se les ocurrió otra que aprobar en el Parlament una proposición no de ley -como es obvio: ignoro qué es eso- tachando de peligro para la convivencia pretender derogar esas aciagas leyes normalizadoras. ¡Ni que fuesen las Tablas de la Ley! Con todo, siempre se aprende algo. Ahora sé que soy, también, un peligro público. Es formidable.

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sábado, febrero 19

¡Es la gestión, estúpidos!

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que para afrontar esta crisis hay que reducir impuestos?

No. Puede que el diablo no necesite abogados. O quizá sí. Podríamos preguntárselo, ya que anda por aquí cerca, no sé si por Son Vida o por Son Espases -que no son el mismo lugar aunque todos los caminos conduzcan a la misma Roma- a Giovanni Di Stefano y repasar su galería de los horrores, esa selecta lista de criminales y delincuentes que nos llevaría, entre las densas brumas de la otra cara de la realidad, a revisitar las biografías tortuosas de Charles Manson, Slobodan Milosevic, Ronald Biggs, John Palmer, Tarek Aziz o el propio Saddam Hussein, nada menos. Casi todo el infierno al aparato y una sola toga con que cubrir su soga, su rastro de dolor y sangre, tortura, muerte, perversión, miseria, desfalco y quiebra. Buenos conceptos, sobre todo estos tres o cuatro últimos, para empezar a hablar sobre los impuestos.

Lo diré rápido. En otro tiempo, y seguro que también en otra galaxia muy, muy, lejana, hubiera abogado -del diablo, claro- por abolirlos, a los impuestos. Por dejar que fuera el propio dinero -ese artificio que mueve voluntades y montañas, sin que nadie recuerde dónde y cuándo comenzó el aterrador seísmo- el que, a través de su curioso tránsito de mano en mano y de bolsillo en bolsillo, y gracias, tanto a su inercia ajustada a derecho y a azar, como a su baile lascivo entre deudores y acreedores, fuera ajustando, por sí mismo, el revuelo de las pequeñas esferas individuales al gran corro universal -caótico y, acaso, indescriptible- de la sociedad en su conjunto. Así la parte ordenaría al todo. Y viceversa. «Laissez faire, laissez passer». Maravilloso sueño. Terrible pesadilla al despertar.

Ya querríamos, pues, seguir dormidos un rato largo y algo más, pero ya no procede. Hay un sinfín de exigencias que ordenar y cubrir. Hay un montón de facturas que pagar. Un maquinaria de plomo y grava, que chirria que es un espanto, un trueno perseverante y eterno, que hay que engrasar. Hay un torbellino de burocracia entre nosotros y nosotros mismos. Alejados, como nos sentimos, de la vida -de la propia vida- sólo nos queda pagar el peaje para llegar hasta nosotros mismos y hacerlo ya. A tocateja. Si los impuestos sirvieran para eso -y sólo para eso- ya no serían lo que actualmente son. No serían el precio de un soborno o el de un rescate fallido, sino el premio de la libertad. O parodiando a Clinton. No son los impuestos. ¡Es la gestión, estúpidos!

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viernes, febrero 18

Realidad y ficción

La Telaraña en El Mundo.

Los días nos cargan de ficción y realidad. De ficción, por ejemplo, cuando asistimos a las secuelas de los Premios Goya y al éxito de Villaronga; la pose circunspecta -pese a la discordante sonrisa en los labios- de Alex de la Iglesia dando paso al rostro de Leire Pajín, remirándose, quizá, en el espejo del asco, el tedio, la contrición o el humo simulado; las polémicas, entre crueles y retóricas, de Espada y Cercas, la metralla de las palabras en bazar ajeno, la verdad y la mentira como frutos del mismo árbol bíblico, su eterna paradoja, ese círculo -de virtud o vicio impostados- del que esperamos todo y no recibimos nada. Como de un vientre baldío.

De ficción, dije. Y de realidad, digo ahora, incapaz -como soy- de deslindar esos conceptos y situarlos en mundos dispares u opuestos. No puedo hacerlo. Nadie puede. No hay autoridad capaz de fijar esos límites en la bruma. O esa bruma sin límites.

Nos quedan, eso sí, los balances y saldos. Sobre todo, los saldos. La educación hace aguas y, en Baleares, además, nos bajan en torrentera. O en naufragio. La mitad de los menores de quince años ha repetido algún curso. Y ha de doler, dar asco, tedio o contrición repetir el viaje por el páramo desolador y vacío de un aprendizaje varado en el caos histórico, la distorsión lingüística y la total falta de perspectivas. Ese viaje circular -¡otra vez el círculo!- es estéril. Y repetirlo, perverso.

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lunes, febrero 14

Los puentes del pánico

La Telaraña en El Mundo.

Ver a Santiago Calatrava revoloteando por los juzgados de Palma, con el ovillo rijoso de sus proyecciones malabares a cuestas, me recuerda que hace poco visité el palacete, escudo heráldico incluido, que se construyó en una privilegiada esquina de la Plaza de La Virgen, en Valencia. Aquellos polvos. Estos lodos. El esperpéntico «Bou» en los lares ilustres de Pedro Serra y la maqueta de un Teatro de la Ópera al que sólo le falta el holograma atormentado de Jaume Matas en el papel estelar de Quasimodo.

Porque se supone que la especialidad de Calatrava son los puentes de elíptico recorrido, esos que sirven, igual, para la práctica de deportes extremos que para recordarnos que no siempre la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Pues no. El que hizo en Venecia, por ejemplo, me dicen que resbala y se tambalea que es un temblor y un pálpito de vértigo, un viaje similar al de un tren del pánico en la noria diabólica de una feria infernal, un convulso paseo por el filo de un alambre. El funambulismo por norma. Y las normas por montera.

Pero, si ya puestos, desean encargarle algo útil, mándenle dibujar -piedra a piedra- ese puente, tan necesario como difícil, entre Valencia y Mallorca, pero eso sí, que lo inaugure él mismo, montado en un convoy infinito de tráileres repletos de planos, maquetas, voladizos y esculturas fuera de contexto. Por si las moscas. Y por si aguanta.

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sábado, febrero 12

La educación sentimental

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Govern debe permitir en los colegios campañas políticas PP?

Sí. Por supuesto. ¿Acaso no forma parte de la sacrosanta Educación para la Ciudadanía convertir a nuestros vástagos en elocuentes camadas del nacionalismo, en fervientes querubines del espíritu del nuevo Imperio, en tiernos cantores, a capela, dúo o como se tercie, del «Jo Sóc Català», de la «Balanguera» o de tantas otras mil armonías como se me ocurren, incontables, porque las hay y negarlas sería de malnacidos, para ilustrar el gozoso futuro que les aguarda, que está ahí y que ya es casi suyo, que sólo les falta alargar las manos y extender bien el brazo en alto y agarrarlo fuerte, al futuro? Sí, ya sé que me dejo llevar por el éxtasis y el delirio, pero es que esto es así. Algo muy serio y solemne. Tanto, que no puedo frenar este arrebato, este cántico, este himno. O esta plegaria.

Adelante, pues, niños, chavales, jóvenes, adelante, que la brisa os es favorable y el Govern vela por vosotros y por vuestros deudores, por todos, y más aún que debiera, porque se olvidó -pero seguro que lo arregla en breve-, de incluir en esas prácticas lectivas de educación sentimental, corros emotivos y lujuriosos, corros inmensos -digámoslo ya: corros infinitos-, que danzaran sardanas o dibujaran los arabescos nostálgicos de las habaneras y hasta un algo -ebrio- de «ball de bot», por aquello de la catalanidad insular, y así oficiar, juntos y en absoluta comunión, el aleluya apocalíptico de ese glorioso misterio -uno, dúo o quizá trino, qué sé yo- que os hará mejores y más cultos, que os convertirá en hombres modernos de raíces firmes y señas de identidad propias; miembros ilustrados, para siempre, de la vanguardia más avanzada y telúrica, más surreal, cubista, posmoderna y heroica, más santa y más patria, más tribu y raza, más lengua, mucha más lengua: orgánica y orgásmica, desaforada, jugosa, maternal, única. Irrepetible. Me estoy quedando sin adjetivos. Qué desastre. O vaya música más inefable.

Respiro ahora (espero que el lector ya lo haya hecho un par de veces) y me digo que esto no es todo. La liturgia debe ser completa y no dejar cabos sueltos. Por eso me parece bien que el Govern, esa amalgama rutilante, quiera pisotear el ánimo levantisco de sus oponentes, del Partido Popular, de UPyD, del Circulo Balear y de cuantos, osados, no sepan apreciar que el fin último de la educación -de su educación- es hacer rebaño y conducirlo, con elegancia, hasta el matadero.

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viernes, febrero 11

Metáforas de la luz

La Telaraña en El Mundo.


Suele pasar a menudo. Ayer se me fundieron un par de bombillas de forma brusca y simultánea. Como si un complot, porque no hacía ni un mes que las había instalado. O como si una conspiración, por arrancarme la luz de cuajo cuando más la necesito, al caer la noche e inclinarme, yo mismo, sobre el teclado o el folio, sobre los libros abiertos, sobre el casi indescifrable jeroglífico de las ideas.

Eran las últimas bombillas incandescentes que me quedaban, porque las he ido sustituyendo por lámparas ecológicas de bajo consumo; ese desastre lumínico que tarda una eternidad en encenderse y que convierte las habitaciones en nidos de sombras que van, poco a poco, disipándose. El efecto es molesto, pero tiene, también, su encanto. Me recuerda el lento despertar del amanecer o la pesadilla crispada, tan familiar, de lo mucho que tardan en cuajar las cosas. Las buenas y malas. Las peores.

Sin embargo, y mientras tanto, en Livermore, California, existe una bombilla que lleva encendida, sin interrupción, desde 1901; es decir, desde cuando la obsolescencia programada -esa fecha de caducidad arbitraria- aún no era el santo y seña del mercado, la fiebre consumista, la usura, la frívola escalada del marketing. Los tiempos modernos. Con todo, sería de agradecer que una epidemia de esa misma obsolescencia cayera, como un rayo, sobre el espectro político general. Su renovación sí que sería un milagro.

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lunes, febrero 7

Los paisajes del tiempo

La Telaraña en El Mundo.


Muchas veces he escrito sobre la fugacidad del tiempo, esa brisa lenta, pero vertiginosa, que nos transporta de un lugar a otro a bordo del más invisible -y ecológico- de los carruajes. Del tiempo sólo sabemos que transcurre. Que nos convierte en pasajeros de un tren que viaja, despavorido, hacia no sabemos dónde, sin que podamos detenerlo y del que bajarse en marcha es, tan sólo, un bello gesto literario, una sobredosis de ficción, un simulacro de fuga ante una realidad, que termina siendo, paradójicamente, lo único que nos queda. Eso que pasa, ahora, y nos hace pasar. Lo que creemos perder y recuperamos luego, a cada instante, sin reconocerlo nunca del todo. No nos da tiempo, el tiempo.

Pero así pasan los días, decimos. Y esa forma de hablar nos acaba delatando, aunque nos duela aceptar que sólo somos, con exactitud, esa misma gramática retorcida que juega a hacernos más sabios y, a la vez, más necios, tan sólo para concluir, como ya sabemos, aniquilándonos.

Ahora debería releer la actualidad. Pero hoy no puedo. En los pasillos y camarotes del tren del que les hablo, casi todo son estrecheces y ruinas. Mentiras. Transvases de imputados. Polvaredas de vanidad. G.H.-24 horas. Cheques lingüísticos. Bonos patrióticos. Basura. Hoy prefiero abrir la ventanilla y otear el paisaje que pasa tan rápido como la brisa lenta, pero vertiginosa, que me obliga a escribir estas líneas y no otras.

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sábado, febrero 5

El puente de plata

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la dimisión de Jaume Font puede perjudicar al PP?

 No. Y además no se me ocurre por qué iba a perjudicarle cuando vivimos -y bien que lo sufrimos en casi absoluto, frenético silencio- en un sistema electoral de listas cerradas, de grupos parlamentarios monolíticos, prietas las filas y atentos todos, como un solo hombre (o como ninguno) a la orden de votar en masa, en manada, torrencialmente, ahora sí, ahora no, y ojo al que la pifie, que los números son los números y la mayoría es la verdad que vale, la verdadera, y ya habrá tiempo de desgañitarnos, luego, después o nunca, con los matices y hasta de pintarrajearlos, según convenga. Y así una sesión entre las cariátides y luego otra. Hasta cuatro años o mejor ocho, quién sabe si doce, dieciséis. La eternidad entera.

Con todo, resulta lógico que alguien como Jaume Font, es decir, un afiliado notorio y activo de la OCB, ese camposanto o necrópolis de la libertad, ese rascacielos o cortijo de la subvención, no se encuentre muy a gusto con el cariz que, según se intuye, Bauzá quiere implantar en su partido. Pero no hay problema. A enemigo que huye, puente de plata o algo así o lo que haga falta. Seguro que vuelven a encontrarse en las curvas. ¿Dónde si no?

Lo digo, porque es muy probable que el Sr. Font, en su pleno derecho, monte al fin alguna cuadrilla de nacionalistas más o menos tornasolados -o de regionalistas empedernidos-, y se convierta (¡él, que, en tiempos, ya lograra resucitar hasta a los muertos!) en el gran muñidor de la desaparición de UM. No nos parecería mal, en absoluto, sino fuera porque sabemos que las vidas de UM pueden ser tantas, al menos, como sus infinitas reencarnaciones. Así se escribe el futuro y se siembran sus penurias. Las nuestras.

Hay una franja estrecha entre los dos partidos mayoritarios y colarse en esa tierra de nadie, en ese lugar límite y en esa aduana, permite jugar a los peajes y al simulacro de las contraprestaciones. Hoy contigo. Hoy contra ti. Y suma y sigue, que no hay jorobados sin joroba, que no se deleiten o, al menos, no se entretengan, con la lasciva superstición de frotar ahí el boleto, la papeleta, el plan territorial o la monserga que se quiera, con tal de tentar a la suerte y arrimársela. A la suerte, a la joroba, a la bisagra reluciente, al chirrido del poder compartido por obra y gracia de las matemáticas o de la propia debilidad. Suficientes ejemplos ya hemos padecido. Creo que demasiados.

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viernes, febrero 4

La fábula de la unidad

La Telaraña en El Mundo.


A veces, aparte de atender, en vilo, a la marea de las muchedumbres en Egipto, me da por distraerme sacándoles lustre y astillas -sólo para consumo propio- a las solemnes declaraciones de unos, u otros, sobre la paradójica unidad científica -o síquica, política y hasta territorial, cuando el discurso se pudre y no hay más perversión que la que arde- de las lenguas, de todas las lenguas, la castellana, la lusa, la rusa o la vasca. La beréber o, incluso, la catalana. Tanta glosa unitaria me da para medir el grado de enajenación conceptual, lógica o febril de sus promotores.

Me sirve, también, para tomarme a guasa los idearios -los que sean- que ansían edificar verdades mayúsculas con el uso y abuso de los símiles, los vínculos y todo ese cúmulo de anécdotas, que igual nos servirían, en un rapto de severa locura, para defender la unidad de España, Europa o el Universo entero, que la de la vieja triada falangista. La busco en Google. Familia, municipio y sindicato. En efecto. Pura tribulación orgánica.

O puro orgasmo gramatical, donde los signos y sus significados se desgajan hasta convertirse en un rompecabezas. Ese juego de camilla y brasero en llamas le chifla a la OCB. Acaban de presentar en Can Alcover un mapa y un puzle de los países catalanes con el aval de la Fundación Irla y el Instituto Cartográfico de Cataluña. No sé si nos toman por imbéciles o si es que, de hecho, lo somos.

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