Sólo mis palabras
Acerca de Oficio de escritor: apuntes.
Escribir es eso, encontrar las claves ocultas de un universo cuyo funcionamiento desconocemos, atisbar en los grandes misterios como si fuésemos capaces de desvelarlos. Escribir es ser osados y, tal vez, un tanto arrogantes. Escribir es aparentar ser los dueños de las palabras, cuando en realidad no somos ni siquiera sus cómplices; somos sus víctimas principales.
Hay que saber sospechar de todo. La gente mantiene imposturas que, en ocasiones, son absurdas pero las repite, además, como si fueran una verdad voluminosa, una verdad absoluta. Pero hay un problema, las verdades absolutas no existen. Intentar demostrar que un escritor tiene su propia vida entre las páginas de sus libros y otra, del todo diferente, más allá de su escritorio, no es una mala idea general para un libro que no sé, con certeza, haber escrito. pero me gustaría haberlo conseguido. Ese libro se llamaría, en ambos casos, Oficio de escritor.
Es fácil caer y recaer en los tópicos, respecto a la libertad de los lectores y sus interpretaciones de lo leído, pero para eso están (los tópicos y también los lectores) y es tan placentero, en no pocas ocasiones, retozar en y con ellos... No obstante, no hay que dar la libertad a nadie y mucho menos si ese alguien es incapaz de tomársela.
No le corregiría ningún adjetivo a nadie respecto a mi libro. Hay desencanto, claro que sí. Pero también hay jactancia de lo conseguido, esperanza (improbable, es cierto) del porvenir, violencia ante algún cosas intolerables (la guerra, la explotación económica, entre otras cosas) y hasta más de un ajuste de cuentas. Cosas de escritores, ya sabes.

















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