LA TELARAÑA

jueves, febrero 22

Renacimiento: poema de Los instantes del tiempo (2024)

 

martes, enero 30

Un poema de Los instantes del tiempo

 


jueves, enero 25

Los instantes del tiempo (Colección de plaquettes nº1)


Creo que ya me he ganado el derecho a publicar cómo, cuándo y con quién me plazca. Recuerdo ahora el final enfebrecido de los años 70 y los folios recortados que taladraba con una Olivetti y cosía con aguja e hilo blanco. Aquellas artesanales plaquettes con mis primeros versos dieron paso a mis primeros poemarios. Han pasado los años y se han sucedido los libros. Siempre he sido feliz escribiendo y publicando, pero me parece que es la hora de volver al principio, a los orígenes (siquiera sea como referencia ética) y ofrecer a los lectores mis versos más nuevos de la forma simbólicamente más antigua; como una colección de plaquettes imaginarias sin más editor que yo mismo enfrascado en completar mi obra y ofrecérsela al lector. No sé cuántas plaquettes tendrá esta colección; dependerá, supongo, del humor, de las circunstancias y de mis fuerzas.  

Los instantes del tiempo abre esta colección constituyendo, además, el único poemario mío, hasta la fecha, que incluye notas en prosa a pie de página. Ya se sabe, el pensamiento no deja de ramificarse... La voz de la conciencia es la voz del poema, quizá porque no hay otra o porque el ruido es ensordecedor. 

Esta plaquette discurre a través de las mutaciones del pensamiento, del artificio del lenguaje, del transcurrir interior del tiempo, de la volatibilidad persistente de los sentimientos, de los quebrantos físicos del cuerpo. Se abre a investigar la difícil cenestesia frente a los otros; al placer y al dolor, no siempre tan lejanos ni enfrentados; al sexo y al amor, omnipresentes, a la vez que imprevisibles, caprichosos. Espero que sus versos conduzcan al lector, como me condujeron a mí, a través del laberinto a la intemperie de los sueños, hablándonos del poema como de la sinceridad del deseo, de la inteligencia artificial, de la muerte y, en definitiva, de los temas de siempre tratados de la forma más profunda y sincera posible. Eso quise. Eso intenté. 

Podéis comprar Los instantes del tiempo en Amazon

jueves, diciembre 14

Entrevista sobre A la intemperie en Ona Mediterrània

miércoles, noviembre 15

Un poema de A la intemperie

viernes, octubre 27

Presentación de A la intemperie.


jueves, octubre 26

A la intemperie en Última Hora

 La entrevista en UH.





Este es el cuestionario completo de la entrevista.


- En la breve biografía que aparece en la solapa del libro se comenta que Juan Planas es ''exiliado voluntario del bullicio del mundillo poético y su ruido'', ¿a qué clase de exilio se refiere?

 

Por lo que me concierne, más allá de exilios exteriores o interiores, voluntarios o forzados, siempre me he mantenido al margen de las numerosas sectas culturales, políticas, económicas y, sobre todo, lingüísticas que tanto abundan en nuestro maravilloso y privilegiado entorno. Me he dedicado a realizar mi obra lo mejor que he sabido y podido.

 

 

- El título, A la intemperie, implica necesariamente un 'estar' en ella o, al menos, un temer estarlo, ¿dónde o qué está/es esa ''intemperie'' de la que habla?

 

 

Pájaros en el alambre, se llamó en algún momento este libro, pero sí, en efecto, estamos a la intemperie, que es donde descargan las tormentas con mayor crudeza, y es por eso que buscamos, en ocasiones, algún refugio, algún nido donde cobijarnos. A veces lo hallamos en la voz de la propia conciencia, en su discurso, que nos distingue como seres humanos, a veces en el amor, el placer, el arte, la amistad o incluso en la familia... Hablo de algunos de esos refugios en este libro.

 

 

- La idea del viaje está presente en la obra, un viaje sin retorno, con un final por todos conocidos, pero, al mismo tiempo, oculto a todos hasta el último paso. ¿Cómo ve el poeta que es Juan Planas en su momento vital actual ese viaje?

 

El viaje lo es todo, porque no vamos a llegar a ninguna parte. El principio y el final, además, sólo quedan grabados en la memoria de los otros, pero no en la nuestra. No vamos a llegar siquiera a ser quienes somos, como ya imploraba Píndaro.

 

 - Es un viaje sin retorno, como digo, pero en el que el intento por retornar, aunque sea en la memoria, es constante, ¿ese es el ejercicio de la poesía?

 

No, los recuerdos son sólo las ilustraciones con las que construimos un discurso que dura lo que la vida, ni un segundo más. Mira, la religión católica nos descubrió una curiosa trilogía: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pues otra trilogía no menos espectacular parece constituirnos: Conciencia, Espacio y Tiempo; es decir, pensamiento, cuerpo y tiempo. No es lo mismo, pero por ahí, en busca de algún equilibrio a tres bandas, andamos. A tientas desde luego.

 

 - Aparecen varias menciones a artistas como Bowie, Cohen o Velvet Underground, ¿qué importancia han tenido en el libro?

 

Más o menos son la BSO de mi vida… ya los citaba, entre otros, en Las piedras del águila y aquí vuelven con algunas canciones para acomodar su ritmo entre mis versos. Pero vienen sólo de teloneros, por supuesto.

- Se aprecia, en general, un cierto tono de pesimismo, de decadencia (no del autor, sino del contexto). ¿Es un sentimiento compartido por el autor? ¿Es algo buscado en la escritura o un resultado de la misma?

 

 Como digo en algún poema, vivir es una decisión moral o un simple acto físico. Tal vez, ambas cosas… El viaje consiste en ir lo más lejos posible. Bien, pues dada esta situación no puedo ser optimista ni pesimista. No procede lo uno ni lo otro. Mejor asumir que simplemente avanzamos hacia el abismo y luego punto final. Quejarse sería absurdo.

 

- En el libro también hay muchas dudas sobre uno mismo, sobre el mundo, sobre la experiencia vital, y pocas certezas, ¿es algo inherente al poeta, como lo es para el filósofo?

 

 Sí, lo es, al menos en mi caso. Pienso que interrogantes, vacilaciones, esperanzas, decepciones, hallazgos, pérdidas, aciertos, errores, éxitos y desastres varios son nuestro bagaje y hay que cuidarlo como si fuera nuestro. Igual algún día descubrimos que lo es.

 

- Y, por último, relacionado con lo anterior, ¿qué le parece más inoportuno o incluso peligroso: una poesía que ofrece respuestas o una que no halla las preguntas?

 

La idea de encontrar respuestas válidas a las preguntas que nos hacemos y la posibilidad de satisfacernos con ellas resulta desmesuradamente pueril. La poesía no es ningún manual de autoayuda, sino una forma, una más entre otras muchas, de intentar llegar a formular las preguntas correctas. No es fácil, pero ahí radica el auténtico Eureka de la existencia.  

 


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sábado, octubre 7

A la intemperie - Entrevista en OKBaleares

 



Me entrevista Miguel Ángel Font de OKBaleares sobre mi nuevo libro A la intemperie (Ediciones La Lucerna, 2023)

El escritor mallorquín Juan Planas Bennásar publica 'A la intemperie' (okdiario.com)

lunes, octubre 2

Notas (1) sobre A la intemperie.


Formalmente, este poemario consta de dos partes. La primera parte está dedicada a diversos aspectos de la conciencia de existir, así como al paso del tiempo, a las derivas posibles e imposibles del lenguaje a través del cual intentamos conocer la realidad o digerirla, al menos. Aparece aquí el lenguaje como conocimiento en sí mismo, como bálsamo pero también como auténtico coctel molotov (lo llamo la incendiaria gramática de la conciencia); hablo de la incertidumbre, de la soledad, de la ignorancia de tantas cosas, de la muerte, del juego de atender a los sentidos, del placer, de la curiosidad esencial que alimenta nuestros deseos, del amor y hasta del juicio final… para concluir en el poema Pájaros en el alambre situándome metafórica, geográfica y espiritualmente:
Nací en el laberinto de mis mayores.
No lograré nunca escapar de mí mismo. (Pág.36)

martes, septiembre 19

Portada y contraportada: A la intemperie.


Y aquí el enlace a la Editorial La Lucerna y a la distribuidora.
 

martes, septiembre 12

A la intemperie




 La voz de la conciencia es también la voz del poema, no hay otra. Se acerca fin de mes. Amenaza lluvia tras los cristales, como cada septiembre desde que tengo memoria... y en la imprenta están componiendo mi nuevo poemario. El decimoquinto. Se titula A la intemperie. Creo que os gustará.


A la intemperie tiene un capítulo (nueve poemas) dedicado al mundialmente famoso Crimen de Moscari. Asunto familiar grave. Pascua de 1919.


Nota: Ver el video os puede ayudar a poneros en situación, pero no me hago responsable de nada de lo que dice o muestra, de nada ;-)



16 de Brighton

viernes, julio 28

Juegos de niños

 

Un poema de Cercandanza (Los papeles de Brighton, 2020)


Juegos de niños


Te miré fijamente pensando que así, tal vez,
se detendría el tiempo como en un día de excursión
o una tarde en el circo. Te miré como quien lee un poema
y teme no poder olvidarlo nunca. Te miré (lascivo y feliz)
separando tus muslos de entre mis recuerdos.
Tus muslos, de un enorme caballo de cartón
con ruedas de madera. Tus muslos,
de una bañera elástica de tela. Tus muslos,
del agua sucia, muy sucia. Siempre nos gustó
chapotear en el agua color de chocolate.

(La infancia ha de ser sucia y lasciva
y debiera ser siempre feliz)

Pero esta agua de ahora es la misma agua rizada
de una playa antigua donde nuestros muslos
intentan mantener el equilibrio sobre una colchoneta
de plástico, hinchada por el aire de mis pulmones
de hace más de cuarenta años,
hinchada todavía por la brisa de aquel instante:
la situación, tan memorable como imaginaria,
que intento revivir sin ningún éxito. ¿Dónde
se fue el instante que se fue? ¿Será verdad
que no es posible atrapar un instante
sin quedar, de por vida, preso en él?

¡Maldita sea! Tú ya no estás aquí
por mucho que te invoque

y mi cuerpo cumplió mil años
durante la pesadilla de anoche,
la pesadilla de la que aún no he despertado
porque se te veía muy hermosa
y una voz en off me repetía,
como en un mantra hipnótico,
que todo lo que tuvo el privilegio de existir
sigue existiendo anclado en este instante de ahora:
el instante que se nos escapa una y otra vez,
porque nunca supimos entender que no se podía
atrapar un instante sin quedar preso en él.

Te miré fijamente, como si estuvieras muerta.
No miramos demasiado a los muertos,
salvo si los llamamos zombis. Y el mundo
se nos cae a pedazos,
porque no hay ninguna composición de lugar,
ningún puzle, que logre sobrevivir
cuando vamos perdiendo fichas y el paisaje,
que tan bien conocíamos,
se nos diluye tras un velón de niebla,
tras las alas de un búho, tras una sesión
continua de insomnio, de noche fingida,
latente, levemente erizada, prostática.

Pero la vida siempre prevalece
(
como no sé si dijo Orson Welles
mientras narraba
The War of the Worlds,
el domingo 30 de octubre de 1938
);
y por eso le faltan o le sobran tantas cosas,
tantas verdades y mentiras, tantos
saltos inútiles en el vacío,
tantas renuncias imperdonables, tantas
horas dándole vueltas

a este momento de reflexión, que no lo es,
que es de deseo. Tú sigues aquí,
aunque ya no sonrías
y yo recorra los pasillos de la casa
como si fuera el señor único del laberinto.

Sigue sin haber canes negros en mi existencia. Nunca
los hubo. Hay que ser fuerte contra los lugares comunes.
Me sumerjo en la bruma íntima de las viejas fotografías,
en esos gruesos álbumes de escay que siempre colocan
en las estanterías, justo al lado del Quijote o la Biblia.
Creo que busco ahí las huellas de lo que más amé,
aunque el pasado sea un mal lugar donde perderse,
un lugar sin salida si uno se entretiene más de la cuenta
y se deja vencer por la nostalgia: en efecto, aún recuerdo
la piel como de seda triste que teníais, padre, madre,
unos pocos instantes después de morir.

Me preguntó, el médico, si me había pintado de azul
las venas de los brazos, del torso, de la espalda.
Le dije que no, mientras él me limpiaba la piel
con un algodón húmedo. Luego
supimos que el pijama desteñía
y que todo estaba en orden, salvo el sudor de mis sueños
algunas noches de pesadilla. Siento la culpa infantil
de ese cuerpo tiznado con todas las líneas
quebradas de la vida y la muerte. Pero sobre todo
siento la alegría escondida
en el acordeón de nuestros muslos, la vorágine
de aquellas inocentes sensaciones,
el alud de placer que sentí
sin sospechar siquiera de dónde provenía.





viernes, junio 2

Releyendo Las piedras del águila

 Este poema en prosa (ese matiz, al menos ahora, me importa muy, muy poco) pertenece a Las piedras del águila (Editorial La Lucerna, 2022), mi última entrega a la imprenta hasta la fecha.


Pero nunca llegamos demasiado lejos. Nunca. Hacemos largas colas, sinuosas e insoportables colas en los asfixiantes e interminables pasillos laberínticos de los aeropuertos intentando viajar hasta el más allá, pero no logramos hacernos con los billetes deseados; el avión se ha retrasado, quién sabe cuándo llegará, nos dicen, o el vuelo está completo, lo sentimos mucho, o no tenemos previsto ningún vuelo de regreso en las fechas que usted desea, nos aseguran; y uno no acaba de entender lo que los demás entienden por el más allá, porque lo que yo quiero es ir y, al cabo de unos cuantos días, regresar con el mayor número posible de experiencias y recuerdos, con el rostro iluminado por la luz extraña (como salida de un inmenso y ubicuo tubo fluorescente) que dicen que hay en el más allá, regresar con la imagen nítida de sus inmensos jardines (de rosas rojas, crisantemos imperiales, margaritas de corazón amarillo y pétalos blancos, claveles andaluces y gigantescos sauces llorones) construidos a base de parterres científica e ingeniosamente escalonados, como si fueran formidables y altísimas pirámides donde se mezclara la pureza salvaje y peligrosa de la selva con el civilizado césped y la frágil inocencia, casi infantil, de las flores; y la vida rindiera el más sentido y completo homenaje a la muerte, su gran antagonista y también su alter ego, y mostrara, de este modo, toda su exuberancia y frondosidad, su poderoso ímpetu, su invencible empuje, su fuerza para sellar al vacío las puertas tras las que acabaremos descansando cuando el destino se cumpla, también, en nosotros. Siempre se cumple el destino. ¿Por qué no habría de cumplirse en nosotros: el poema en el poeta?

sábado, abril 8

Caricaturas parisinas...

 



Portadas nuevas para los dos tomos de Prosa y Prensa. Obviamente las caricaturas parisinas me ayudan a ilustrar las siempre relativas y discutibles o arbitrarias controversias que opinar sobre ciertos aspectos de la realidad suele acabar sacando a flote. Ideas de corcho tras un estallido 🙂




jueves, noviembre 10

Los 4 volúmenes de Biografía del deseo


 

martes, noviembre 1

Biografía del deseo. Poesía (2010-2022)

 Ya está a la venta (y en el enlace de la foto podéis leer bastante material de balde), el cuarto volumen de mis Obras Completas. Contiene los cinco libros publicados entre 2010 y este 2022 que ya se va acabando.

Ha sido importante para mí (para tenerlo todo ordenado -en realidad, casi todo, porque no es fácil escanear algunos textos antiguos- en las estanterías de casa) concluir este agotador proceso de recopilación de toda mi obra desde la lejanía de los primeros libros hasta la proximidad de los últimos, desde las primeras colaboraciones en prensa escrita (cuando el mundo aún vivía bajo el imperio de la imprenta y no disponíamos de otro teclado que el de la ruidosa y entrañable Olivetti) hasta la situación actual en algún lugar indefinido entre el silencio esencial de la consciencia de cada uno y el alboroto indiscriminado de las redes sociales.

Espero que a algunos os interese.

#poesía #literatura #libros #prensa #filosofía #ensayos



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viernes, mayo 27

Una página de Las piedras del águila (La Lucerna, 2022)

 


viernes, abril 1

La obra en marcha.

Biografía del deseo. Los primeros tomos...


 

jueves, marzo 24

Juan Planas Bennásar - Las piedras del águila - Entrevista en Ona Medite...

Hacia muchísimo tiempo que no pergeñaba un video, ni siquiera uno tan simple como éste. No he sabido ponerle más fotogramas que la portada de Las piedras del águila... Igual un día de estos lo mejoro. El audio, sin embargo, fue más fácil de poner. Se trata de la entrevista en Ona Mediterrània que sobre Las piedras del águila me hizo, días atrás, Pere Estelrich.

miércoles, marzo 23

Entrevista en Ona Mediterrània

Me entrevistan a partir del minuto 30

martes, marzo 22

Entrevista en D.M. sobre Las piedras del águila.


 

Presentación de Las piedras del águila (La Lucerna, 2022) y lo que dijo Ángel Terrón

 Una magnífica velada en La Casa del Libro de Palma entre libros y amigos.


 

Con Ángel Terrón





He aquí un bosquejo esquemático, unos breves apuntes de lo que dijo (y desarrolló) Ángel Terrón durante su intervención:


UNA MEDITACIÓN.

Las Piedras del Águila de Juan Planas.

 

Conozco a Juan Planas desde el año 1974. En aquella época todos frecuentábamos el bar L ' Estudi en la calle Apuntadores. No hay poeta o pintor o músico que no pasara por ahí.

Desde entonces ha publicado una docena larga de libros de poesía. Su manera de hacer es muy diferente de sus compañeros de generación: ni experiencia, ni modernismo ni surrealismo expresionista. Más bien sigue la estela de Aleixandre con versos como la respiración y de visos panteístas.

Ahora dice que ha escrito un libro de prosas, pero cuando uno empieza a leer se da cuenta que no se puede leer rápido. Solo el capítulo sobre Nueva York y el final de recuerdos podrían presentar la estructura porosa de lo que llamamos prosa.

Siento comunicar al lector que estamos ante una gran meditación sobre la vida que es en realidad un largo poema en prosa.

Existe la prosa poética, que en el fondo no es más que un poema no versificado; un buen ejemplo es el poema Espacio de JRJ.

Pero existe también el poema en prosa, aquel que no suele utilizar los recursos habituales de la técnica poética. En castellano, por ejemplo, J L Borges y el venezolano Ramos Sucre obtienen a partir de una apariencia de ensayo o descripción de un paisaje momentos poéticos memorables.

En este sendero último hay que inscribir el último libro de Juan Planas que titula como lo hubiera hecho Octavio Paz. Está lleno de citas explícitas e implícitas. Parte de una cita del gran Camus en el sentido que indica que cada generación regenera la cultura de la misma forma que el árbol da frutos cada año.

Esta gran meditación sobre el sentido de la vida y sobre las dificultades de cómo entenderla se va desgranando paulatinamente.

En el primer capítulo se centra en la dificultad de escribir, y yo añadiría la dureza de la lectura, la aridez hasta llegar a la fuente del conocimiento. Juan se inscribe en la visión romántica que duda del sentido de las voces, aunque adjetivada meticulosamente en oraciones que recuerdan la poesía clásica griega.

La existencia o no del concepto Dios nos obliga a refugiarnos en la incertidumbre de los poemas.

Lo vivido o lo soñado se deslíen al amanecer... La verdad de las ideas incansables que perduran y nos persiguen.

"Entre la ficción y la realidad siempre hay un poema escrito en un espejo", escribe como igual diría el bonaerense (J.L. Borges). Hablar con las palabras de palabras, en sana contradicción. Pero hay que seguir adelante.

El mito de Nueva York y los recuerdos de infancia también se escriben en esta gran meditación.

Dar nombre a las cosas nos permite poseerlas, según la tradición judía., nos permite superar la realidad e ir más allá de la ficción, un espacio amable para la naturaleza humana.

Si algo nos define es la incertidumbre y la lumbre de los lemas que una y otra vez nos persiguen... como el amor o la pasión de comunicarnos con otros cuerpos.

Queda pues avisado el lector que tiene una ardua tarea ante sí para leer con templanza este nuevo libro. Gozosa será la dificultad si trabaja con cuidado. Pero que quede claro que no es de la textura de un artículo de diario, prosa sí, aunque intenta acariciar las estrellas.

Ángel Terrón.

lunes, marzo 21

Entrevista en UH sobre Las piedras del águila

 


Este es el enlace digital a la Entrevista en UH.




Aquí la versión extendida. Las preguntas son de Adrián Malagamba.


UH.- P.- La cita previa de Camus fue escogida, obviamente, antes de algunas situaciones de la actualidad, como la guerra de Rusia y Ucrania, no obstante parece muy apropiada. ¿Tiene relación con los acontecimientos que nos rodea o, por otro lado, hay que entenderlo como algo más micro?

 

R.- Las buenas citas no caducan y valen para entender tanto la gran historia de todos como la pequeña de cada uno. Cada civilización se edifica sobre las ruinas de las anteriores y por ello no es extraño que, de jóvenes, queramos mejorar el mundo y que, ya de mayores, nos tengamos que conformar con mantener en pie lo poco que logramos construir. Vivimos entre ruinas, inevitablemente. 

 

 

P.- Se comenta en el prólogo del editor que es un estilo ‘inclasificable’. A veces se abusa de este epíteto, ¿por qué es inclasificable este texto? ¿Es algo buscado o, por otro lado, el mero resultado de su propio estilo?

 

R.- Aquí, inclasificable, es una etiqueta que busca no serlo. No me gustan las etiquetas. Este libro es el más poético de todos mis libros; y, sin embargo, es en prosa… Y abarca todos mis temas de referencia: las relaciones entre el conocimiento y el lenguaje, el temblor del universo al ser nombrado, la incertidumbre y el insomnio de los días y las noches, la infancia y la familia, la muerte, la sombra oscura de Dios, el amor y, por supuesto, la belleza, Marilyn Monroe, la ciencia ficción del futuro o el pasado persiguiéndome por las calles de Nueva York o Palma…

 

 

P.- Las temáticas tratadas son, como se explica, «las ya tratadas en la dilatada obra del autor», y que incluyen cosas como la muerte, el cuerpo, el amor, etcétera. ¿Es capaz de agotarse la escritura de un autor sobre los temas que le obsesionan?

 

R.- Todo se puede agotar, desde luego, cuando uno deja de añadir experiencias vitales a su vida, pero dudo mucho que una sola vida baste para saciar toda la curiosidad que me suele mantener expectante.

 

 

P.- Se habla de que nuestra generación (por nuestra me refiero a la mía, la los nacidos a partir de los 80-90) tenemos un gran salto con respecto a las que nos preceden y no hemos vivido grandes catástrofes o un mundo tan problemático como el que existió en gran parte del siglo XX. Esto ha sido utilizado para explicar que no hay tanta comunicación entre generaciones. Desde esta premisa, y teniendo en cuenta que en los últimos 15 años hemos tenido una crisis económica, pandemia y un conflicto en ciernes a las puertas de Europa, ¿nos hemos puesto las pilas para llegar a esa comprensión y comunicación?

 

R.-Conozco tu generación, porque es la de mi hijo. En general, tuvisteis una excelente infancia, sin demasiados problemas. Yo tampoco los tuve de niño o joven y es muy posible que sea ahora, ya adulto, cuando me alcanzan las crisis económicas, las guerras intolerables, los populismos sectarios, etcétera. Sinceramente me temo que todos nos tendremos que poner las pilas al unísono.

 

 

P.- Se habla al inicio del libro del anhelo por la piedra que se sabe piedra o el perro que se sabe perro, por oposición, ¿sabe el hombre que es hombre con todo lo que ello implica dada su condición? ¿Es esa la gran batalla a la que se enfrenta el poeta y el narrador: descubrir qué y quién es? Dicho de otra manera, ¿se logra dar con el tranquillo de ser uno mismo y de saber quién se es?

 

R.- ¡Ser uno mismo! Puede que esa sea la gran cuestión de todas las filosofías. «Ojalá llegues a ser quién eres», decía Píndaro, y en esas seguimos estando porque nunca acabamos de reconocernos del todo. Hay un abismo entre la realidad y el lenguaje, entre el conocimiento y su formulación exacta. En esa grieta llevamos desde siempre. Ya me he acostumbrado a ella.

 

 

P.- Hablando de rocas, ¿a qué hace referencia Las piedras del águila? (sé que se menciona las supuestas propiedades de un tipo de roca, la conocida como etite, pero ¿a qué se debe esta referencia?). ¿Cómo se conjugan escritura, memoria, intimidad y el paso del tiempo en este libro?

 

R.- Las piedras del águila pertenecen al ritual físico del nacimiento de un ser vivo, no importa si los aguiluchos o si nosotros mismos. Me sirven para ilustrar la difícil tarea de la creación: creamos universos con palabras y luego no somos capaces de comprenderlos en su totalidad. Una paradoja muy interesante, creo.

 

 

P.- El libro, que posee un carácter intimista, parece un paseo por la memoria, con referencias a autores aquí y allá y a momentos más o menos importante. «La verdad y la mentira no importan en la memoria», dice en el capítulo New York, New York, ¿qué importa en ella pues?

 

R.-Todo importa, pero sólo lo justo. No hay nada que deba importar demasiado. En mi libro he vaciado mi propia conciencia sabiendo que nada es inmutable, que la verdad y la mentira responden a unos parámetros fijos que, a veces, se quedan desfasados, obsoletos. Parece, en fin, que todo se transforma sin parar. Un optimista hasta diría que evoluciona. Pero visto el panorama actual -populismos, pandemias, guerras, sin olvidar la discriminación cultural y lingüística, especialmente aquí en Baleares- no estoy nada seguro de que sea así.

 

 

P.-¿Se corre el riesgo de acabar ahogado en el torrente de recuerdos si uno se fija en él el tiempo suficiente? (parafraseando la famosa cita de Nietzsche acerca del abismo). ¿Puede uno acabar convertido en un recuerdo andante (y, acaso, es eso algo malo)?

 

R.-La locura no es una opción, sino un fracaso. Es cierto que somos una extraña alianza entre el tiempo y el espacio, entre la idea del principio y la idea del final. No es fácil observar siempre el mundo con la suficiente lucidez y cordura, pero somos los dueños únicos del discurso y estamos obligados a mirar directamente a la luz y a mantener su mirada. Como los aguiluchos de Aristóteles.

 

 

 

martes, marzo 8

Marzo cultural en La Casa del Libro de Palma

 

El día 21 a las 19 horas en La Casa del libro de Palma, con la ayuda de Angel Terron-Homar, amigo de hace siglos y excelente poeta, presentaremos mi libro Las piedras del águila, Ediciones La Lucerna, 2022.




domingo, febrero 27

Entrevista en ABC Cultura

En este enlace.

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lunes, febrero 21

Las piedras del águila. Un fragmento de ¡New York, New York!

Pero en Nueva York, como en tantas otras partes, la eternidad sólo dura un abrir y cerrar de ojos. No hay tiempo para más. La gente corre por las suaves colinas de Manhattan como si les esperara en alguna parte la cinta final de la vida o la muerte: no es fácil saber dónde te espera la vida y dónde la muerte. La gente camina muy deprisa por las aceras de Manhattan desde Wall Street hasta las proximidades de Harlem, desde la Gran Estación Central hasta las lagunas de Central Park; ahí escuchábamos la música que habrá de escuchar, quizá, el mundo en breve; ahí comíamos, también, la misma comida basura que ya están comiendo en el mundo entero; ahí descansábamos bajo las estrellas hasta que la lluvia y el frío de Nueva York nos obligaba a batirnos en retirada y buscar refugio en la paz de la catedral de St. Patrick o en el templo budista de Mahayana, en pleno Chinatown. Hay muchos chinos en Nueva York, pero también los hay en Palma. ¡Ah, los chinos de Nueva York, los chinos de Palma! Nunca he visto a un chino quejarse por nada. Nunca he visto a un chino gritar como un basilisco. Nunca he visto a un chino pasar la noche a la intemperie, como un mendigo, pero eso quizá sea porque todos los chinos del universo suelen esconderse cuando anochece; y el único chino que, en realidad, conozco regenta una modesta zapatería en la calle Olmos y siempre duerme sentado en una pequeña silla metálica de cocina recubierta de periódicos, duerme y, a la vez, vigila y cuida de su negocio. Yo le he visto levantarse en sueños y ofrecerte, solícito, la mejor mercancía del universo. Y si no la mejor, la más barata. Yo le he visto cerrar los ojos y no volver a abrirlos en días, en semanas, en meses, sin que su negocio se resienta en absoluto, sin que nadie le haya llamado nunca la atención, sin que nadie murmure queja alguna a sus espaldas. Basta verle, basta echarle una rápida ojeada para comprender que su fatiga no es de este mundo, que su cansancio viene de muy lejos, quizá de los muelles de Nueva York, de las bodegas de algún buque carguero donde trabajó durante siglos o de alguna gigantesca plantación de opio, allá entre las marismas de Mesopotamia, donde la jornada laboral no tenía principio ni tampoco fin. Ahora tiene los ojos cerrados; y yo, cuando paso, silencioso, por su lado, acostumbro a cerrar los míos y se me aparece, entonces, el skyline de Nueva York, como si estuviera cruzando, de nuevo, el puente de Brooklyn y las gaviotas intentaran sacarme los ojos, otra vez, sin conseguirlo.

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domingo, febrero 20

Las piedras del águila (La Lucerna, 2022)

 Ya en casa y en las librerías.


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viernes, febrero 18

Un poema de Los Cantos, Cercandanza (Los papeles de Brighton, 2020)

 

Captar la presencia en la disipación sombría de los instantes

 

Lucifer existe. Me lo aseguró

personalmente

Cristóbal Serra, ya hace mucho

tiempo, cuando el diablo

seguro que existía y rondaba

nuestros jóvenes cuerpos

y hablaba por nosotros

en aquellos instantes en los que no sabíamos

qué decir. El diablo existe con la misma

imposibilidad metafísica

que existimos nosotros.

Podría parecernos un milagro,

pero no es más que inercia,

una rutina más de la existencia.

 

Lo imposible nos ronda y, a veces,

hasta nos hiere. Rueda la luz

(como si fuera un rayo

láser) abriéndonos en canal

como una ruleta rusa cargada de plomo

y sentimos, entonces, la suerte olvidada

de alguna antigua presencia de regreso.

Todo regresa, no sabemos cómo, pero regresa

como recordatorio, tal vez, de que nos fuimos

de la realidad

cuando no era el momento de cerrar los ojos,

de ceder al instante frágil del miedo

o de la incertidumbre. No debimos

emprender la huida y no podemos

excusarnos en la ignorancia.

Ni en alguna ilusión óptica.

No fue un simple engaño

ni una acumulación de situaciones

que, simultáneamente, podrían

llevarnos hasta la locura sin darnos ni cuenta.

 

(No es el caso y tampoco me avergonzaría, respondí,

exhibiendo la lanza y el costado herido de la vida)

 

Ya casi me da lo mismo si existe

o no el diablo. Hay presencias,

igual de tenebrosas que la suya,

con las que me doy de bruces

tantas veces que ni me inmuto. Lucifer

juega seguramente conmigo como yo juego

con mis recuerdos, con las distintas

imágenes que voy coleccionando

de mí mismo: me esfuerzo en conservarlas.

 

Una vez corrí a cruzar unas cortinas enormes

y tropecé con alguien que corría en sentido

contrario. Me rompí un diente de leche

(porque los dientes de los hombres

no son los dientes de los dioses)

como quien se rompe el alma

y no sabe qué dejar bajo su almohada,

si el diente o el alma. –¡Nunca vendas tu alma!

me dijo alguien que me quería, alguien

que me dio unas pocas monedas a cambio

de mi pequeño diente sanguinolento.

 

Privilegio sería descifrar el sortilegio

del presente. El hechizo

que nos atrapa y nos obliga a correr

hacia dentro, hacia muy dentro.

¿Es posible entrar en uno mismo?

Pues lo hacemos sin saber cómo.

Y una vez adentro, recitamos

los herméticos ritos litúrgicos en el lenguaje

espiritual de la tribu¡Y que crepite el fuego

sobre la tierra entera, la declinación

de cuerpo y alma, el éxtasis gramatical perfecto!

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miércoles, enero 19

Las piedras del águila

 Muy pronto en las mejores librerías.




Prosa poética, diario, ensayo. 

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miércoles, diciembre 1

Biografía del deseo (edición en tapa dura)

 Si los poemas que publiqué entre 1982 y 2009 se leen (y siguen leyéndose) de fábula en e-Book o en tapa blanda, ahora, en la nueva edición de tapa dura (con un cuadro de mi hijo como portada y con la reproducción en el interior de las portadas originales de cada libro y alguna que otra corrección) se vuelven sólidos e irreales, densos y volátiles, como la vida misma.

El libro lo encontrareis aquí
https://acortar.link/6MhtJb 26€ (También en los otros formatos)




Detalles del producto

  • ASIN ‏ : ‎ B09KN62NFT
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published (8 noviembre 2020)
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa dura ‏ : ‎ 547 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8753926975
  • Peso del producto ‏ : ‎ 907 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 15.24 x 3.63 x 22.86 cm


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martes, junio 8

El video

Presentación de Arpas y laúdes en la Fira del Llibre 2021

 Lo que dije.



En realidad dije muchas más cosas pero esto es lo que llevaba escrito para la ocasión. Muchas gracias a Javier Matesanz y a Natàlia Rabassa por publicar mi libro contra viento y marea. La presentación me resultó muy divertida. Más tarde subiré el video a You Tube.



Como decíamos ayer, dijo Fray Luis de León en la Universidad de Salamanca al regresar de cinco años en la cárcel de la Inquisición. Como decíamos ayer, dijo Miguel de Unamuno al recuperar su puesto de trabajo tras la Dictadura de Primo de Rivera. Como decíamos ayer, me gustaría poder decir, aquí y ahora, como si el año largo, larguísimo, que llevamos de pandemia no hubiera existido nunca y como si ese paréntesis brutal en nuestras vidas se hubiese cerrado ya para siempre. No es así. De momento aún no es así. El virus, como tantas otras cosas, campa de un lado al otro sin atender a nada que no sea su propia supervivencia, su reproducción, incluso su mutación si no le queda otro remedio. Me da que, venga de donde venga, este terrible virus sigue siendo, en el fondo, muy humano, quizá demasiado.

Es curioso, el último libro que presenté fue la traducción al catalán, a cargo de Natàlia Rabassa y Anna Alsina, de Los pliegues ocultos. Han pasado unos ocho o nueve años y ha querido el azar o el destino que hoy -al fin- presente otro libro en el que Natalia es también parte importante, su editora junto a Javier, gracias a ambos.

He dicho “al fin”, porque cuando terminé de corregir las galeradas de Arpas y laúdes parece que se detuvo el tiempo. Es sólo una forma de hablar, porque todos sabemos que el tiempo nunca se detiene del todo. Como mucho, se curva, se pliega sobre sí mismo y cae sobre nosotros sin que nos sirva de mucho escondernos como dos amantes bajo las sábanas cuando el amor aprieta y afuera amenaza tormenta. El tiempo siempre nos acaba aplastando. 

Era marzo de 2020 y Natalia y Javier me entregaron en mano, recién salidos de la imprenta, los primeros ejemplares de este libro al mismo tiempo que el gobierno decretaba el Estado de alarma y todos acabábamos confinados en nuestras casas, bajo nuestras sábanas de amantes más que silenciosos, silenciados. Vino a nacer, pues, este libro en plena cuarentena de los sentidos y ha vivido hasta casi hoy mismo en pleno silencio, alejado de las librerías y de los lectores, sin más publicidad que un par de entrevistas en los medios locales, olvidado incluso por algunos amigos que nunca habían dejado de celebrar mis últimos poemarios (quiero pensar que en plena pandemia no había demasiadas ganas de celebrar nada), sin que sus editores  tuvieran otra ayuda que la falta absoluta de ayuda: la sorprendente (o no tan sorprendente, qué más da) negativa de los organismos de la cultura oficial de concederle las subvenciones que, por el simple hecho de ser yo mismo autor mallorquín, debieran de haberle concedido. Así son las cosas, a veces, cuando se escribe en castellano en esta isla. Puedo decir con tristeza por el agravio comparativo y por la más que evidente injusticia, que este libro fue el único entre los muchos que solicitaron ayuda (pude hojear en internet el largo pdf de las resoluciones) al que le denegaron las ayudas económicas que sirven, algo es algo, de paliativo a la crisis editorial en la que vive o agoniza la industria del libro. Por eso quiero agradecer y resaltar, antes que nada, el esfuerzo que Natalia y Javier hicieron para que este libro fuera finalmente posible. Gracias, chicos.

En el viaje de la vida lo importante no es el destino, porque ya sabemos muy bien cuál será nuestro destino último; lo importante son las escalas, el tránsito, el tiempo que se expande mientras vivimos lo más profundamente posible, los milagrosos instantes que pasamos siendo casi, casi, nosotros mismos, las experiencias que nos trastornan y perturban, las que nos mutilan y las que nos multiplican, las que nos hacen mejores y las que nos destrozan, las que acaban ocupando un lugar en nuestra memoria y las que, una vez culminadas, desaparecen sin dejar ninguna huella.

Sin embargo, Arpas y laúdes empezó a palpitar en mi interior antes de esta histórica pandemia que ha singularizado nuestras vidas como experiencia histórica ciertamente única; empezó a palpitar en mi interior y en mis expectativas en 2012, en cuanto acabé mi anterior libro El árbol de Teneré y decidí que convenía dedicar mi tiempo, en exclusiva, a las alimenticias colaboraciones en prensa. Así lo hice hasta el 12 de octubre de 2018. Fue entonces, a partir de esa fecha, que empezaron estos versos a cuajar físicamente en mí mismo y en la página en blanco que luego se convertiría en todas y cada una de las páginas de este libro.

En Arpas y laúdes regreso a mis orígenes, a los poemarios de poemas cada uno con su propio título tal y como también había hecho en mi primer libro, Hipertelía, allá en los años 80. ¿Es una novedad regresar a los hábitos del pasado? ¿Dónde podríamos encontrarnos a nosotros mismos sino en el pasado? Pues es de ahí de donde venimos, os lo aseguro.


Asimismo aparece un personaje absolutamente nuevo en mis obras. La ciudad de Palma, a la vez el paraíso al que siempre acabo regresando, reconfortado, y el infierno inhabitable de una ciudad sucia y repleta de contradicciones sociales, de problemas urbanísticos, de masificación turística, de sectarismos políticos y lingüísticos, se convierte en una de las protagonistas del libro, serpenteando sus calles como lo hacen también mis versos, quizá buscando los lugares donde fui feliz o lo intenté al menos. No son pocos, desde luego.

Como cuento con más detalle en las Notas para el lector de este libro acostumbro a desaparecer de vez en cuando. Desaparecí, por ejemplo, en los años 80 porque el ambiente cultural de aquellos años acabó desesperándome, y volví a desaparecer en 2013, porque la grafomanía empezaba a abrumarme y porque, en definitiva, los años no pasan en balde y hay que saber, a veces, recoger las velas y los bártulos y esperar a que amaine el temporal o a que sedimente la existencia, ese dilema hermético que llamamos vida propia, ese ser lo que somos o no somos, lo que fuimos, lo que seremos, lo que nunca alcanzamos plenamente a ser, salvo en algunos momentos especiales instalados fuera del tiempo y del espacio en que normalmente vivimos: momentos que brillan por nosotros y que dicen, también por nosotros, todo aquello que nosotros no alcanzamos a decir. Siempre se nos quedan ideas en el tintero, en algún rincón del corazón, en algún pliegue oculto de la biografía que representamos sin saber muy bien quién escribió el guión. ¿Fuimos nosotros? Es difícil saberlo.

Lo que sí sé es que este libro -como todos mis libros- contiene una parte esencial de mí mismo, la que siempre regresa para añadirme algo, alguna sombra, algún matiz, alguna llaga o algún hechizo; la que regresa para completar (sin éxito, claro) lo incompleto e inacabado que son, por igual, tanto la obra de cualquier escritor como la vida de cualquier ser humano; la que regresa en busca de ese lugar único donde todo parece tener algún sentido: esa laguna Estigia donde escogeremos nuestro último destino, ese bloc de anillas desencuadernado donde confinamos nuestras primeras urgencias, esa voluntad renacida de exorcizar la ciudad que creció con nosotros, esa necesidad de apurar al máximo el espíritu de ese territorio conceptual, imaginario, que llamé, hacia 1982, Hipertelía. Allí di mis primeros pasos y aquí sigo dándolos igual que lo haré en los próximos libros. Alguno ya ha salido publicado, también en plena cuarentena, como Cercandanza, y otro saldrá dentro de unos meses, en octubre, como Las piedras del águila. También he dado forma a mis Obras Completas. Voy haciendo, pues, el camino que imaginé algún día hace ya mucho tiempo, pero ahora, igual que antes y que siempre, me duelen y seguirán doliendo algunos senderos que no he conseguido todavía desbrozar. No son pocos, os lo aseguro, pero no hay motivo mejor que ellos para seguir escribiendo.


Dibujando las constelaciones


Todo se resume en un cónclave disperso sin sentido lógico alguno ni conclusión crítica posible. Aquí la relatividad no existe o no se manifiesta como tal. Para celebrarlo nos podemos dibujar como ángeles remontando el vuelo contra una cascada de luz que no sabemos de dónde viene. La hermética indeterminación del fracaso. La hermética indeterminación del éxito. Esa alternancia nos va a permitir vivir tanto en el seno cálido y nutricio de la existencia como en el claroscuro fuertemente azul y magnético, azul y negro, del pensamiento. Pero aun y así, el universo no se resigna y aguarda, inquieto, como si necesitase una voz, una palabra, un diagnóstico, un artificio fundacional, un bálsamo contra la expectación o el dolor, contra la indiferencia o la escrupulosa angustia del que se espera a sí mismo sin ser capaz de reconocerse; sin ser capaz, tampoco, de reconocer el lugar del encuentro. Ese lugar definitivo sólo podrá ser un lugar único en la vida de  cada uno de nosotros: un lugar en el tiempo y el espacio extraído, tal vez, de la última pesadilla antes del despertar al alba; la que nos transporta el ruido intermitente de los alambiques de cristal ahumado y el sudor inútil de las torres verticales apuntando, desoladas, al cielo lejano, inalcanzable; la que nos deslumbra con el rápido movimiento de las brumas pasajeras; la que nos asusta con el pálpito de las entrañas proféticas de un pez sumergido en el lodo: sus ojos trémulos y a punto de estallar; la que nos despereza con el estruendo de las polvaredas de ceniza, rocío y niebla, de polen y calima en la piel rasgada de la tierra; la que nos asombra tras el primer giro en el aire de las constelaciones al sugerirnos que, quizá con ellas y en ese mismo preciso instante, ocurre el nacimiento del temblor inimaginable de la vida recorriendo los eriales resecos, del lenguaje otorgando un primer nombre mágico a todas las cosas. ¿Por qué no? El mar -no el lejano mar bíblico sino el mar nuestro de cada día- abrió, rugiendo, sus fauces y las primeras voces del alba las atravesaron corriendo, maravilladas. No iban a ninguna parte. No huían de nadie. Sólo viajaban más allá de sí mismas, de cualquier destino, de cualquier finalidad, hipertélicamente.