LA TELARAÑA: casatomada 0.6

sábado, julio 15

casatomada 0.6

Versión digital -sin el magnífico diseño y juego de fondos- de mi reciente contribución a Casatomada, 0.6.


DEMO TEÓRICA


Introducción al oficio [de tinieblas]


I



A estas alturas [ Reinicio ]

Desde estas alturas [ Colapso del sistema ]

Concesiones retóricas. Ficciones dialécticas. Bobadas e insuficiencias del código Da Vinci/Windows. Lo primero es desbrozar el lenguaje de sus lacras y sonreír abiertamente, como por vez primera, si observamos que tras la imprescindible higiene todavía nos es posible decir algo: así sea — Retomo con paciencia las vacilantes plumas del ánade y la tinta verde de los herederos.

Apago la luz o cierro los ojos. Desconecto la red, pero no el flujo. Voy olvidando palabras como si soltase con urgencia el lastre [ Alguien vuela raso pero aun así resulta inalcanzable ]

Absorto, mido la fortaleza del aliento contra el temblor de la mano. Sólo es curiosidad: cualquier estrategia sería vana [ Atento al parpadeo, la vibración del ojo me indica que los avisos de peligro son irreales definiciones carentes de sentido. Simples llamaradas decorativas. Deseos compulsivos de llenar el vacío ]

Luego – luego de: ahora - los primeros compases del pretexto.

Perversión, conversión. La vida como viaje místico. Una inmersión en un mundo tan onírico como palpable, con unas voces remotas -versos de exploración y vigilia- sujetándome, como autor, al perfil de unos personajes que se desean dueños únicos de la trama... sin serlo. Pero no hay tragedia, sólo una mirada interior que se cierra sobre sí misma y constata que más allá de los párpados, al otro lado, siguen brillando algunas luces. Brillan. [Puede leerse, más o menos, en la solapa derecha de Alrededores o la mansión de las luciérnagas, Calima. 2006]

Regreso al instante previo. El texto ha desaparecido. Vuelve el engaño de la página en blanco. No hay creación. Sólo mitología. Artes combinatorias. ¿Dónde el espíritu sensible y dónde el espejismo? La escena sólo puede ser una:

[De rodillas, suplica la bondad
y la belleza.
La mirada de Dios es minuciosa como un látigo
]


II



La piel sonríe; no mis labios, que son sólo un dibujo, la representación que ofrezco al público con la tibieza propia de una cuartilla holandesa. Sonríe. La piel del público, bajo una manta nórdica y eléctrica, sonríe. Sonríe con frío agobio. Creo que también con ternura. Por eso ahora hablaré de ti, lector, tan hipócrita y olvidadizo como la mejor de las amantes. Tus labios son de piel de flores y zapatos con agujas. Son las doce. Mediodía. Mal momento para las sombras. La piel del tiempo siempre sonríe. Como una herida. Sonríe, mientras se da a la fuga.

Porque el origen de esa sonrisa es un remolino que desaparecerá de inmediato en los desagües. Podemos ahora - desde luego: ahora - abrir una sicodélica imagen de los túneles negros y saltar fuera de las coordenadas, los trípodes y el atlas — perseguir curvas abajo y adentro el hilo del discurso que huye a la misma velocidad que se consume la mecha y el chisporroteo de la luz se transforma en una explosión antigua. O interior.



III


Los hombres están repletos de mujeres. Y las mujeres de hombres. Magnífico bagaje de cosificación preliteraria - como si de una sustancia quejumbrosa se tratase - que debiera de aproximarnos al pudor, soledad y silencio esenciales de un naufragio y de una arena blanca donde aprender a mecerse según las olas.


[ No preciso explicar nada. Nombrar
es más que suficiente
]







DEMO PRÁCTICA




Arqueología subterránea**


No es difícil morirse en este instante.


1


Escribo estas notas en la luz del aire porque aquí nuestros perfiles son de oscuridad y niebla.

Las invisibles nubes sugieren una tormenta. La presentimos en la geometría quebrada del rayo y en el silencio sepulcral que precede al trueno, pero carecemos de poder sobre el espacio y su arquitectura aérea nos es del todo desconocida. Creemos en ella como en un rumor que no nos inquieta.

[ Es entonces cuando el ojo parpadea y el resplandor nos dejar ver, al menos por un instante, la radiografía ósea de nuestras vidas. Nos recorta, cadavéricos, entre los montones de basura, las ristras de animales despellejados y las grietas perversas donde perdimos las esperanzas y abrazamos la decrepitud ]

Sin embargo, un círculo de sangre, como una ruleta que gira, nos mantiene reunidos y expectantes.

Tomaría la palabra si pudiera detenerla o deshacer el hechizo. Levantaría laberintos de cristal. Los llamaría alambiques. Y playas de arena intermitentemente húmedas. Quiero decir, arrasadas por las aguas. Recrearía hasta los más ínfimos recuerdos del universo sólo para volver al magnífico instante en que el padre lanzó su maldición y empezó la diáspora. Todo cabe en un tubo de ensayo, el nacimiento del arte y el fin de la historia. El diluvio.

Pero no tengo prisa, no la tenemos, porque nadie nos espera

y además nos apasionan los ejercicios de estilo, Adolph Marx y su arpa, los llamativos paréntesis de sensibilidad que detienen la trama e introducen el pliegue de un tiempo en otro, las visiones absurdas, las excursiones fuera de contexto

como el desembarco de unos alejandrinos solemnes:

[ En un desierto íntimo de playas resecas,
arenales estriados, palmeras encorvadas
bajo el manto culpable de un sol agazapado,
en un hogar repleto de ausencias y recuerdos,
en la jaula dorada de mi ciudad dormida;

aquí levanto las manos y pido una pausa,
una tregua, un desalojo de los sentidos,
una atalaya donde hospedar la cordura
y observarte en silencio, belleza al fin inmóvil,
quieto oasis, sutil reflejo, onda refulgente
]

Aplaudimos o reímos. Estamos juntos y pensativos. Perdemos paulatinamente el vello y la frente retirada avanza contra nuestras prominentes encías. Tenemos tiempo hasta para balancearnos en los monólogos como si no fueran interiores.

Y aporrear las paredes del templo buscando el equilibrio que huye de nosotros, de nuevo moradores de las cuevas repletas de luciérnagas y escenas de caza, entre las acostumbradas líneas de penumbra — y dejar que esta persistencia extraña siga atentando contra el lenguaje aunque también lo absuelva, qué remedio, y lo iguale al sudor de la tribu cuando las inevitables danzas de guerra, de paz o esperanza.

El fuego nace de las piedras.

No por eso pienso, ahora, en Guyathlay que entre alaridos y bostezos sobrevivió a las traiciones y sucumbió a la Cruz, pero no continuaré explicando el diseño de este instante. Tampoco podría. Esta lluvia interminable no tiene sentido. O tiene el mismo que esta estampida de espectros fugitivos de un solo cuerpo, que el vértigo, la lujuria o el temor a la nada multiplican por inercia. Son una ilusión óptica, no importa si en la estricta vertical del mediodía o en la línea yacente que cierra el mundo

Con un enloquecido abrazo.




2



Este cielorraso nos lanza destellos y semillas. Como una lápida alargada y ubicua nos impide la cosecha, pero el sentido de las cosas fluye y asciende, se filtra por las grietas invisibles y se evapora.

Palpo tu cuerpo como si ocultara la piedra filosofal. O el monolito del eterno retorno. A veces, creo encontrarlo en tu sonrisa y perderlo en alguna sombra que te cruza la mirada cuando menos la espero. Será ese juego tan humano de quererse o esa antigua ley de las atracciones pasajeras. Luego repito los rituales balbuceantes de mis ancestros, igual en la fe mística de Ramón Llull que en su viaje alquímico por entre los símbolos herméticos del Codicilus.

Siempre hay alguien que sella los pergaminos y nos descubre la realidad de los heterónimos.

[ Yo fui ese anciano viajero. El gran arquitecto del Zigurat pero también el joven de dulce mirada y sandalias que hablaba con los animales y las flores. El verdugo nocturno que se esconde en las esquinas y corta con un silbido las ráfagas del viento. La absorbente sonrisa del sereno que se arrastra con las llaves de todas las tumbas y el vigía sordo y ciego que escribe lo que escribo y me persigue desde siempre. Soy las huellas que todavía no he pisado

y aunque las yemas de mis dedos transpiran una especie de energía cuya sustancia desconozco sigue sin ser fácil moldear la materia — nuestros estados anímicos tienden a ser incontenibles
]






** Fragmentos del libro Los Pliegues Ocultos, de inminente aparición bajo el sello de Calima Ediciones.

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