LA TELARAÑA: Un poema de Los Cantos, Cercandanza (Los papeles de Brighton, 2020)

viernes, febrero 18

Un poema de Los Cantos, Cercandanza (Los papeles de Brighton, 2020)

 

Captar la presencia en la disipación sombría de los instantes

 

Lucifer existe. Me lo aseguró

personalmente

Cristóbal Serra, ya hace mucho

tiempo, cuando el diablo

seguro que existía y rondaba

nuestros jóvenes cuerpos

y hablaba por nosotros

en aquellos instantes en los que no sabíamos

qué decir. El diablo existe con la misma

imposibilidad metafísica

que existimos nosotros.

Podría parecernos un milagro,

pero no es más que inercia,

una rutina más de la existencia.

 

Lo imposible nos ronda y, a veces,

hasta nos hiere. Rueda la luz

(como si fuera un rayo

láser) abriéndonos en canal

como una ruleta rusa cargada de plomo

y sentimos, entonces, la suerte olvidada

de alguna antigua presencia de regreso.

Todo regresa, no sabemos cómo, pero regresa

como recordatorio, tal vez, de que nos fuimos

de la realidad

cuando no era el momento de cerrar los ojos,

de ceder al instante frágil del miedo

o de la incertidumbre. No debimos

emprender la huida y no podemos

excusarnos en la ignorancia.

Ni en alguna ilusión óptica.

No fue un simple engaño

ni una acumulación de situaciones

que, simultáneamente, podrían

llevarnos hasta la locura sin darnos ni cuenta.

 

(No es el caso y tampoco me avergonzaría, respondí,

exhibiendo la lanza y el costado herido de la vida)

 

Ya casi me da lo mismo si existe

o no el diablo. Hay presencias,

igual de tenebrosas que la suya,

con las que me doy de bruces

tantas veces que ni me inmuto. Lucifer

juega seguramente conmigo como yo juego

con mis recuerdos, con las distintas

imágenes que voy coleccionando

de mí mismo: me esfuerzo en conservarlas.

 

Una vez corrí a cruzar unas cortinas enormes

y tropecé con alguien que corría en sentido

contrario. Me rompí un diente de leche

(porque los dientes de los hombres

no son los dientes de los dioses)

como quien se rompe el alma

y no sabe qué dejar bajo su almohada,

si el diente o el alma. –¡Nunca vendas tu alma!

me dijo alguien que me quería, alguien

que me dio unas pocas monedas a cambio

de mi pequeño diente sanguinolento.

 

Privilegio sería descifrar el sortilegio

del presente. El hechizo

que nos atrapa y nos obliga a correr

hacia dentro, hacia muy dentro.

¿Es posible entrar en uno mismo?

Pues lo hacemos sin saber cómo.

Y una vez adentro, recitamos

los herméticos ritos litúrgicos en el lenguaje

espiritual de la tribu¡Y que crepite el fuego

sobre la tierra entera, la declinación

de cuerpo y alma, el éxtasis gramatical perfecto!

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