LA TELARAÑA

lunes, abril 14


Le comentaba, por e-mail, a mi buen amigo, y mejor poeta Ricardo Daniel Piña, lo siguiente...

(...) Supongo que te refieres al tema de la guerra... Bueno, ese tema me tiene asqueado, sorrys:-) Estoy absolutamente en contra de la guerra - de todas las guerras - pero me fastidian las simplificaciones que hacen unos y otros del tema. Demasiada frivolidad, demasiada política y oportunismo, demasiado fanatismo religioso y económico, demasiados muertos, amigo. (Y parecen haber olvidado el genocidio de Sadam para con su propio pueblo). Leí tu poema y me pareció un poco exagerado...

A lo que él me contestaba: Yo soy exagerado. El hecho de mirar las cosas en este mundo tan extraño y distante me hace exagerado. Escribir poesía con cierto sentimiento es un ejercicio de exageración.

Y continúo: ... Pero en un penúltimo y fallido intento de huir de las ambiguedades diré claramente que quiero estar fuera de este sistema que nos obliga a escoger bando, ficha, color, lo que sea, para convertirnos en simples peones de un juego dialéctico que sólo encierra la vanidosa tentación de la existencia: ser algo más que nada.

Lo cierto es que mi amigo y yo coincidimos, en lo esencial: ¡Yo también soy un exagerado! Y de tomo y lomo, además... No concibo la vida sin todo tipo de exageraciones.

***

Pero algunas exageraciones me parecen de otro tipo.

No me gusta el exhibicionismo de quienes pasean en procesión sus cadenas en un ejercicio de mortificación que, si sincero, debiera ser estrictamente privado. La fé no necesita de ningún respaldo... Como la poesía.

No me gustan - aunque estos, al menos, me divierten - los que agitan sus cadenas tricolores para rememorar fechas, como la de hoy, por ejemplo. El problema de la historia es su mala memoria y tendencia obscena a lo circular. Yo prefiero lo elíptico.





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