Arte Poética
Soy infiel a la soledad,
aunque a veces los ecos afilados de una ira antigua
me revuelvan las entrañas.
Colecciono luciérnagas prendidas como harapos
de los dientes de una sonrisa hambrienta.
Enciendo una tras otra las velas
que se llevan los vientos. Cruzo
los puentes en llamas. Mi lugar
está entre las cenizas y el exilio
del amor.
Hurto de los teclados los olores del amanecer.
Me hablan de tu piel inerte
como la yema rota de un muñón
en pleno abrazo. No quiero
la vecindad de las aguas turbias
ni el cobarde crepúsculo
sellado con un brindis y un falso beso
en una cópula sin algo más
que sangre o dolor.
Voy en busca de un concepto
que nos devuelva la inocencia primera
y nos deje habitar el lugar
anterior al pecado y a la culpa.
¿Es imposible? No lo es.
Acaricio el hielo que se adapta, cabizbajo,
a todos los rincones de la sumisión,
como el polvo multiplica las migrañas
de cualquier lector indiferente,
y construye esta página inverosímil,
terrosa, agrietada, húmeda de sangre
como una mejilla encendida por un beso de acero.
Destrozo el manual obsoleto
que desprecia las rimas de una música interior,
que ruge desmedidos acentos, y me alejo
de las disyuntivas estériles de los presos
y la pobreza entre reglas.
Riego los extensos jardines
con risas y lágrimas.
Construyo mi pedestal con las semillas
abandonadas fuera del tiempo.
No quiero comunicar
sino descubrir
la realidad que nombro y al nombrar invento.
Sé que la creación reclama puertas abiertas.
Padezco una respiración herida
por algún brote de tristeza inesperada,
un hálito maloliente, una inquietud que ignoro.
Un tiempo detenido me habla de otro tiempo
ordinario
en el que ocurren las cosas. Lo nuevo
se multiplica en el interior de los espejos.
Las coordenadas enloquecidas
de tus ojos en los míos. ¿Es imposible?
No lo es.
No necesito explicar nada. Nombrar
es suficiente. Un cielo tullido de alfombras
con pétalos de adormidera, el opio
de la estupidez,
el oprobio de la quietud, la inacción, el temor o la nada.
¿Cacofonías, aliteraciones? La repetición
es sólo aparente. La realidad
carece de formas definitivas
al igual que un poema.
También ha sido publicada en Artes Poéticas.
Soy infiel a la soledad,
aunque a veces los ecos afilados de una ira antigua
me revuelvan las entrañas.
Colecciono luciérnagas prendidas como harapos
de los dientes de una sonrisa hambrienta.
Enciendo una tras otra las velas
que se llevan los vientos. Cruzo
los puentes en llamas. Mi lugar
está entre las cenizas y el exilio
del amor.
Hurto de los teclados los olores del amanecer.
Me hablan de tu piel inerte
como la yema rota de un muñón
en pleno abrazo. No quiero
la vecindad de las aguas turbias
ni el cobarde crepúsculo
sellado con un brindis y un falso beso
en una cópula sin algo más
que sangre o dolor.
Voy en busca de un concepto
que nos devuelva la inocencia primera
y nos deje habitar el lugar
anterior al pecado y a la culpa.
¿Es imposible? No lo es.
Acaricio el hielo que se adapta, cabizbajo,
a todos los rincones de la sumisión,
como el polvo multiplica las migrañas
de cualquier lector indiferente,
y construye esta página inverosímil,
terrosa, agrietada, húmeda de sangre
como una mejilla encendida por un beso de acero.
Destrozo el manual obsoleto
que desprecia las rimas de una música interior,
que ruge desmedidos acentos, y me alejo
de las disyuntivas estériles de los presos
y la pobreza entre reglas.
Riego los extensos jardines
con risas y lágrimas.
Construyo mi pedestal con las semillas
abandonadas fuera del tiempo.
No quiero comunicar
sino descubrir
la realidad que nombro y al nombrar invento.
Sé que la creación reclama puertas abiertas.
Padezco una respiración herida
por algún brote de tristeza inesperada,
un hálito maloliente, una inquietud que ignoro.
Un tiempo detenido me habla de otro tiempo
ordinario
en el que ocurren las cosas. Lo nuevo
se multiplica en el interior de los espejos.
Las coordenadas enloquecidas
de tus ojos en los míos. ¿Es imposible?
No lo es.
No necesito explicar nada. Nombrar
es suficiente. Un cielo tullido de alfombras
con pétalos de adormidera, el opio
de la estupidez,
el oprobio de la quietud, la inacción, el temor o la nada.
¿Cacofonías, aliteraciones? La repetición
es sólo aparente. La realidad
carece de formas definitivas
al igual que un poema.
También ha sido publicada en Artes Poéticas.
Etiquetas: Creación, Literatura
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