LA TELARAÑA

martes, junio 3

Para que no exista nada fuera de este instante...


Brazada a brazada, voy sacando a peso los tesoros escondidos en lo más hondo de un pozo sin fondo. No es tarea fácil. Poco a poco, saco a la superficie paisajes arrasados, monólogos tristes, lunas elípticas, deformes, ficticias, soles amargados, amarillentos, ingrávidos -- y respiro la extraña ceniza de las piedras calcinadas por el paso del tiempo fenecido.

(Todo es mentira sin serlo. La poética de la exageración exige desmesura metafórica. La comprensión no puede ser dialéctica... es preciso ir más allá. Pero no me preguntéis dónde.)

Recupero sonrisas adormecidas que transformo en luciérnagas, besos agrios que ahora son dulces, muy dulces, y atempero, explico, diluyo, alguna que otra justa maldición por las horas perdidas en los hoteles de la mentira. Recupero tesoros del espíritu que, desde siempre, ahí estaban. Sólo había que sacarlos a flote, darles lustre y mimo, amarlos para devolverles la luz, y dejar que brillaran...

(Las luminarias o el parentesco con la realidad de los espejismos. ¿Cuál realidad? ¿Qué espejismos? Sólo las palabras miden la matemática de la fiebre, la capacidad del desvarío. No creo en la dicotomía realidad / deseo. Tampoco descreo. Todo acontece fuera del tiempo y del lenguaje, simultáneamente... Pero no me preguntéis dónde.)

Y brillan. Y recuperan la belleza, la verdad, y todos los matices reales de una vida en paz con los sueños. Y lo hago así, con la fuerza insomne y las palabras escogidas de los viajes quiméricos pero palpables, con la anestesia de la cirugía inmediata, con las acciones compartidas, con los tratados escritos en la sangre, con los abrazos más firmes. Y con tu ayuda.

Bueno, es una manera como otra cualquiera de decir Me gustan la ausencia y el silencio... o fue hermoso mientras duró, por ejemplo...

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