Desde siempre me han interesado, y en ocasiones hasta fascinado, las alternativas a cualquier forma de vida, a cualquier tipo de ocio o negocio, a cualquier manera de afrontar los pequeños o grandes problemas cotidianos. La cosa no tendría más trascendencia sino fuera porque de un tiempo a esta parte vivo una dolorosa batalla fratricida conmigo mismo. Bueno, mejor decir que con mi yo alternativo, ese pesado que siempre va conmigo y que, como el mejor de los desodorantes, nunca me abandona.
La cuestión es que mientras yo me aferro a mi vida sedentaria y a mis relajadas costumbres de dieta mediterránea sin ahorro alguno de carnes, embutidos ni caldos espirituosos, me atiborro de antibióticos y aún así visito compulsivamente a los mejores especialistas médicos, él me mira con irónica desconfianza, se prepara sus olorosas infusiones, sus ensaladas de brocoli para la tensión, sus sopas de cebolla para las congestiones o sus masajes de lodo para el estrés de cada día... Pero hay más: si escucho a Bowie y su Rock´n´Roll Suicide, él prefiere a Kokin Gumi y su Zen Garden, y si leo a Auster, él se emperra con Coelho... Está claro que así no vamos a ninguna parte.
Por eso, al enterarme de la celebración dominical de una Fira Alternativa en Santa María me faltó tiempo para coger al pesado de mi sombra, meterle en el coche - reconozco que tuve que pincharle la bicicleta - y acercarnos al lugar.
Mereció la pena. La organización era perfecta y ambos disfrutamos del singular recorrido: tenderetes repletos de sabrosas albóndigas de algarroba, buñuelos de tofú, cocas de zanahoria y otros afrodisíacos; cursillos de sanación a diez euros los quince minutos; masajes por vibraciones acústicas entonadas por simpáticos parapsicólogos argentinos; danzas del vientre abiertas a la alegría de los michelines; exhibiciones de artes orientales de relajación; libros de autoayuda de todas las tendencias y, por supuesto, venta masiva de consignas ecologistas: "Autopistes, no", "Estima´m Mallorca" y "No a la guerra". Todo fantástico.
El único problema es que no pude evitar escupirle a mi yo alternativo el primer sorbo de Mecca Cola que se empeñó en ofrecerme. Lo siento, pero uno tiene sus límites.
Etiquetas: Literatura
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