No hay extravío ni ausencia. Sólo aullidos, mientras tropiezas con tus sombras - con el terror de tus sombras proyectadas en la inacabable sesión continua de los cinematógrafos irreales de tu memoria, con el piano sin cuerdas y la sonrisa del pianista huída por entre antiguas ciudades, de las que sólo conservas algunas teclas: el callejero inútil, cubierto de arrugado lino blanco, fragmentos de vello reseco y hasta crujiente, abrazos de sexo rápido, simulacros de sangre lenta, abismos de nicotina y lodo.
La sinfonía completa, desde tu insonorizada arquitectura de esponja.
Etiquetas: Literatura
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