LA TELARAÑA: mansiones y laberintos

jueves, marzo 17

mansiones y laberintos

Estaba leyendo La casa de Mallarmé, poemario de José Vidal Valicourt, que también podría llamarse El Estanco de Pessoa, porque tiene más del portugués que del ácido simbolista. Este libro llega con la vitola del Premio Leonor 2004 de la diputación de Soria. Soria existe, créanme, y al parecer ni necesitan a Claudia Schiffer; les basta con el tranquilo verso de Vidal. Es raro. Fue entonces cuando recibí el aviso de la edición de Caríbbean Blue, la última entrega diarística de Javier Legorburu. “Te menciono en él”, me dijo. Sonreí al enterarme porque satisface esto de salir en libros ajenos y además me atraen los extrañísimos hallazgos que consigue Legorburu con su peculiar realismo lírico. Ser otro sin dejar de ser quien soy. O dejándolo, porque cualquier acertijo sobre el ego es siempre pura parodia. Y me encantan las parodias.

Un combate de similar factura - al menos en lo risible - están manteniendo dos amigos y escritores de estas mismas páginas: Román Piña y David Torres. Su ir y venir entre áticos, sótanos, palacetes o ruinas me importan más bien poco pero no ocultaré que me divierten. No sé cuanto tiempo resistirían en los foros más o menos literarios, donde la cultura reclama su derecho a no dejarse civilizar, de Internet. Yo ya fui asesinado en unos cuantos, así que igual sé de lo que hablo. O no, porque todo es introspección cuando no importan las apariencias y sí el trasfondo literario de los hechos. Me gusta vivir en una torre de luciérnagas - laberinto de palabras que brillan cuando les apetece - y dejar entrar a poca gente. Sólo a los amigos. Por eso hace unos meses entró Neus Canyelles y la dejé auscultar mis telarañas literarias. No en vano, ella es quien conoce mejor que nadie las casas que nos gastamos los escritores.

Pero consolémonos con la magnífica Biblioteca Pública de Can Salas. Quizá los libros sean la mejor casa de todos que pudiéramos encontrar. Mejor que la destartalada buhardilla boca abajo de Dennis Oppenheim, creo.

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2 Comments:

Blogger Luis Amézaga said...

¿Qué se siente al ser personaje? Cuando ya las palabras le absorben a uno y le ponen a la altura de la ficción, se descubre que existen realidades de las que no eres dueño. O sí.

17 de marzo de 2005, 12:50  
Anonymous Anónimo said...

Hola, Luis... satisface saber que otros dan fe de algo que hiciste o dijiste, y en cuanto a ese descontrol, sí, quizá eso sea lo más excitante:-)

Salud

Fx

17 de marzo de 2005, 18:11  

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