temblores
Escucho el acordeón averiado. Con temor vigilo su sístole y diástole inexcusables. La voz ronca murmura: Oh, el anciano Patriarca recorre, como un fantasma, las aceras con un enorme manojo de llaves colgadas del chaleco. / Ella me amó con una locura suicida. No supe. No pude. No quise. Ahora ya es tarde. / Toca a su fin la hora en las habitaciones del sudor y la humedad. / Al casero le disgustan las risas y sólo quiere cobrar esas pocas monedas que le arrojo como si fueran humo. / Enciendo otro cigarrillo y me agarro el brazo.
Hay un espejo temblando y una cerradura rota.
Etiquetas: Literatura
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