la entrevista
Esta entrevista apareció en la Revista Luke firmada por Inés Matute. Como algunos amigos me comentan que no han podido acceder a la web, por problemas de índole técnica, la dejo a continuación:
Nació en Palma de Mallorca (1956). Poeta y escritor. Ha publicado los poemarios Hipertelía, (Editorial Biblioteca Atlántida, Barcelona, 1982) y Pasión Impresa, (Editorial Devenir, Barcelona, 1985). En año 1992 fue incluido en la Antología Poètes D´Espagne: Poésie du Silence. (Les Cahieurs Bleus, Troyes, 1992) tras lo cual dejó de escribir para reaparecer en el 2000 diseñando sus telarañas conceptuales en Internet. Desde entonces ha publicado Insomnios, ( Editorial La Bolsa de Pipas, Colección La Guantera, Palma, 2003) y Fuera del Tiempo - Ensayos Poéticos - (Editorial la Bolsa de Pipas, Palma 2004). Dirige, en la Red, la Revista Puertas Abiertas y la colección Los Digitales. Asimismo nos cuenta, muy a su manera, sus intimidades literarias en su Weblog La Telaraña.
“La memoria es un lugar apretado, y más cuando uno se sabe amnésico selectivo hasta la exageración y valora mucho más los destellos brillantes pero efímeros que las estrategias de la mediocridad empeñada en perdurar a cualquier precio. Estoy hablando tan sólo, que no es poco, de la creación literaria en un sentido estricto y quizá ando algo a contrapié de la sociedad y sus modas, lo reconozco. Pero las revistas literarias -cuyo origen hay que situar en el Romanticismo- son, junto a algunos suplementos culturales de la prensa escrita, la mejor manera de intentar tomar el pulso a la literatura como obra en marcha, y su impagable labor recopiladora de poemas solitarios, relatos breves, ensayos cáusticos o simples bocetos, a veces mínimos pero siempre significativos de autores de cualquier condición -noveles, emergentes, casuales o imposibles- demuestra que todavía existe donde dar a conocer la voz propia en un mercado difícil y restringido, cuando no maniatado por razones económicas. No ha de extrañarnos, pues, que muchas revistas sólo perduren lo que tarda el inicial entusiasmo en enfriarse ante la inevitable avalancha de las facturas”
(De un artículo de prensa firmado por Juan Planas)
“La literatura es lo esencial o no es nada. El Mal – una forma aguda del Mal- que la literatura expresa posee para nosotros un valor soberano. Pero esta concepción no supone la ausencia de moral, sino que en realidad exige una hipermoral”
(Cita de Georges Bataille, introducción al libro de Juan Planas “Fuera del tiempo”)
Hagamos una primera alusión a esta cita, con la que supongo te identificas. ¿Qué es la literatura para un escritor que tanto hace en favor de una mayor difusión de nuevas voces a través de Internet?
Bueno, Bataille parece decírnoslo con claridad: la literatura es lo esencial o no es. La moral, o mejor, la hipermoral (entiéndase aquí la ética) es la que nos permitirá, después, aclarar algunos otros conceptos: cómo decidir, por ejemplo, qué es lo esencial y sobre qué materias nos está permitido emitir un juicio de valor tan intenso (sin duda, todas)... Especular sobre si es esencial sólo lo que puede ser nombrado o lo son, también, los rumores subterráneos, del todo inteligibles, que nos asolan (imprescindibles para el poeta confirmado como médium). Saber cuándo hemos de huir de las grafomanías- a mi juicio, siempre- y acabar al final entendiendo que utilizamos el lenguaje como vacuna contra una extraña enfermedad, la del propio lenguaje y sus carencias, que son exactamente las nuestras. Escribimos para medir nuestra fiebre al enfrentarnos al misterio de la página en blanco, de la que hemos sido desterrados, tal vez para siempre, porque en realidad no existe ni ha existido nunca. ¡Ya quisiéramos encontrarla! Por otra parte no hay la más mínima diferencia entre la literatura de Internet y la de la imprenta. Se trata de aprovechar esta inmensa Biblioteca de Alejandría para compartir conocimientos sabiendo que por vez primera en la historia de la humanidad tenemos un lugar de encuentro ¿absolutamente? nuestro.
Admito que cuando descubrí tu Telaraña, simultáneamente descubrí a la cotilla que hay en mí, y raro es el día que no pase por tu escritorio o Diario de Bitácora para ver cómo te ha ido la jornada. Esta especie de exhibicionismo intelectual, esta necesidad de compartir tus pensamientos con la gente, ¿qué busca? ¿Complicidad, acercamiento, o acaso es un atenuante de la soledad?
No es fácil encontrar motivos de cotilleo en mi Weblog, porque huyo bastante de las anécdotas... aunque imagino que, entre líneas, siempre se deja caer algo. Es lógico y hasta necesario. Pero yo hablaría, si acaso, de un exhibicionismo muy controlado porque ya sabes que soy bastante pudoroso. Se trataría, pues, de satisfacer un cotilleo del espíritu, algo difícil de clasificar. No obstante, sí que me interesa compartir mi literatura, mis pensamientos, como dices. Es una forma de enriquecerlos. Con el paso del tiempo La Telaraña se ha convertido es un lugar de placer y trabajo. Ahí he ido escribiendo en vivo y en directo los bocetos de lo que luego han sido mis últimos dos libros. Sé perfectamente que he escogido una vía intimista y hasta conceptual que no convoca un número muy elevado de lectores pero no necesito más porque los que tengo me parecen los mejores que podría desear tener. Es curioso e inexplicable, pero la literatura y en especial la poesía siempre acaba encontrando por sí misma sus propios lectores. Sería horrible tener que someterse a caprichos externos para conseguirlos.
Háblanos de la revista Puertas Abiertas y de tu experiencia en Internet. Tengo entendido que aborreces la palabra “virtual”.
Si la realidad es ya ficción - y lo es por entero - a qué viene adosarle, en ocasiones de manera peyorativa, el calificativo de virtual. Es ridículo. La realidad siempre tiene la misma sustancia, sea en Internet o en la carnicería de la esquina. Y la literatura en la Red es tan real como la de cualquier librería o revista en papel. Por eso, al adentrarme en el mundo de las páginas Web lo primero que se me ocurrió fue organizar una revista, que en realidad es un almacén, donde albergar muestras, creo que valiosas, de la literatura que se está haciendo hoy mismo, sin segundas intenciones ni filtros de estilo. Luego conocí los libros en formato pdf y acabé organizando una pequeña biblioteca de descarga que lleva por nombre Los Digitales. Todo esta labor da bastante trabajo, es cierto, pero con algunas muestras de cariño que recibo me siento mejor que pagado.
En los últimos números de Luke hemos ido conociendo, gracias a las entrevistas, distintas visiones de lo que es la poesía para nuestros poetas más prometedores; Sin embargo, en alguna ocasión me has comentado que la poesía no admite adjetivos, que el concepto de postpoesía te parece una majadería y que la poesía o es o no es, y que la perversión dialéctica sólo conduce a la trivialización, cuando no se pone al servicio del marketing. ¿Qué puedes comentarnos al respecto?
Poco, porque tú ya lo has dicho casi todo y así es como lo veo. Las etiquetas siempre sobran o debieran sobrar. Alguno de mis primeros libros fue encuadrado por algunos como perteneciente a la llamada, por aquel entonces, “poesía del silencio”. Tuve que correr a las hemerotecas y recurrir a la erudición de algún amigo para saber qué coño querían decir con eso. Entonces era muy joven y la verdad es que me hizo gracia el tema. Hoy ya no puedo sino olvidarme de las etiquetas. Comprendo que los críticos literarios las usen porque esa es su función en el mercado: informar al consumidor. Pues bueno. De todas formas, autores que admiro como Román Piña o Agustín Fernández Mallo no necesitan, para nada, las etiquetas.
El día en que nos conocimos, tú venías de una exposición de cuadros valorados en 25 millones de pesetas. Automáticamente me hablaste del hipotético valor de un poema de Juan Ramón Jiménez. En ese momento me quedó claro que eres un hombre que sabe distinguir entre valor artístico y precio de la propiedad privada. ¿Qué opinas del llamado arte conceptual?
Allá por los 60 la idea fue bastante innovadora. Y sin duda la sombra de Marcel Duchamp ha sido muy alargada. Tampoco son desechables algunas composiciones del grupo inglés Art & Language. La cuestión es que hace tiempo que sabemos, pienso yo, que forma y contenido son - o debieran ser - exactamente la misma cosa. Y que cuando no es así, lo que los separa es el fraude, normalmente ideológico o social, lo que también puede ser considerado, aunque nos asombre, como un valor añadido. Quizá ahí radique la diferencia entre el valor artístico y el precio del arte en el mercado. No me parece mal practicar un arte como la poesía que está absolutamente fuera del mercado... Me gusta mi libertad, así que no me quejo. También me gustan mis limitaciones, convivo a gusto con ellas.
Con la tendencia que tienes a abstraerte, supongo que tu trabajo en El Mundo te ayuda a mantenerte en contacto con la realidad. Si una de las funciones del periodismo es atacar al poder, ¿cuáles son tus blancos favoritos? ¿Ante qué o quienes te sientes especialmente crítico?
Hay que atacar al poder, sí, siempre, pero igual a los que buscan conservarlo que a los que quieren alcanzarlo; ambos viven inmersos en la falacia de algunas dialécticas que parecen conmover al mundo y sólo se preocupan de exterminar su misterio, su poesía. Pienso en la farsa del marxismo dialéctico, cómo no. Pero sobre todo en la miseria intelectual propia de cualquier pensamiento utilitarista, gregario, historicista, sectario, etc. Ni siquiera el humanismo puede ser salvado. Las buenas intenciones son deleznables. Me quedo - a solas - con algunas preguntas: ¿Cómo acabar con el humanismo sin acabar con el hombre? o ¿Cómo despojar al lenguaje de las ficticias balanzas de la dialéctica? No tengo respuestas porque no las hay ni puede haberlas, claro. Pero sé que habría que intentar comprender eso y, sobre todo, expresarlo. Algo así como ir más allá del sinsentido de las palabras sin precipitarse en la locura.
Mientras intentaba perfilar esta entrevista, un muchacho se acercó a pedirte dinero; le diste 10 euros y al instante supe que no lo hacías por impresionarme, que vuestra relación venia de antiguo, y que no era la primera vez. Entonces te pregunté por tus obsesiones y me respondiste que te obsesiona vivir, y que buscabas ante todo la intensidad, puesto que la fugacidad ya la tenemos. ¿Dónde – y no intento acotar un espacio geográfico, ni mucho menos- vives tú más intensamente?
Menos lobos, Inés, que no era exactamente un muchacho sino un poeta insigne que andaba escaso de efectivo. Eso no es nada insólito entre poetas... ¿De veras, no te impresioné? Lástima. (Risas). En cuanto al tema de los espacios quizá la fugacidad sea el único que nos sea dado habitar conscientemente. En esa fugacidad cabe todo: el aburrimiento, las emociones, lo intenso, lo banal, lo místico, lo religioso, lo erótico, lo mínimo pero también lo desorbitado. Sólo me preocupa no eternizarme en ninguna de esas posibilidades y aprovechar de cada una lo mejor, o lo que más me apetezca en cada instante.
Si la realidad es ficción, puesto que sólo existe lo que alcanzamos a interpretar de ella, ¿Qué balance haces de tus casi 50 años? ¿Qué planes tienes para el futuro?
Casi 50, dices... No puedo sino esbozar una sonrisa y dejártela aquí suspendida. Me reconozco mejor en esa sonrisa que en la cifra, pero no hay apuro. Quizá simbolicen por igual la plenitud y la decrepitud, dos conceptos poéticos de indudable envergadura. Acaso sea una buena edad para empezar a pensar en hacerse mayor, sí. En cualquier caso, no pienso en balances, que son una forma inútil de autocomplacencia; y mis planes son los de siempre, ya es tarde para cambiarlos: escribir, que es una forma de vivir como otra cualquiera... y vivir, que es también una forma de escribir. No tengo más planes.
Háblame de esa “torre de luciérnagas donde las palabras unas veces brillan y otras no” (¿Era así la cita?)
No sé si era así la cita pero en cualquier caso se trata de una referencia que incluí en mi diario a un nuevo poemario titulado “Alrededores o la Mansión de las Luciérnagas” que editará dentro de algunos meses “Calima Ediciones”. Parece tener poco que ver con mis últimas creaciones pero supongo que no es así. Se trata de un libro bastante breve, en verso; en realidad es un solo poema ambientado en una mansión gótica, repleta de cadáveres, espectros, sótanos húmedos, teléfonos negros y, cómo no, luciérnagas. Me siento muy contento e ilusionado con su edición.
Alguna vez hemos comentado, a partir de la lectura de un determinado libro, que la gente hoy por hoy carece de pudor...
Ah, la superficie resbaladiza del papel o las cosas, ¡cómo resbala! Por eso hay que escuchar el cuerpo, el mundo, y vigilar su misterio atentamente. Esa vigilia tiene un ritmo: el poema. No se puede escribir sin desnudarse; al contrario, escribir es, ante todo, desnudarse, pero hay que ser serio y arrancarse la piel a tiras si es preciso, y lo es, para no quedarse en la superficialidad de lo anecdótico. Igual que hay televisión basura hay literatura basura. Sólo me interesan ciertos tipos de literatura; por ejemplo, los ensayos sin tesis, las novelas sin trama, los diarios sin rumbo y ya exagerando - que es muy útil para encontrar el equilibrio - siento especial predilección por los naufragios perfectos y las catástrofes totales. Pero el recuento de las víctimas debe ser obviado porque no es literatura. El ombligo del autor, tampoco.
No sé si me vas a dejar decir que eres casi tan hipocondríaco como Woody Allen... ¿Es la hipocondría una forma de vivir?
La hipocondría no se elige. No puedo sentirme, pues, culpable de ella. Sin embargo, me es útil para auscultar el mundo y establecer conexiones metafóricas. Me ayuda a escribir, que sí es una elección voluntaria, al igual que vivir. Me encanta Woody Allen aunque su trayectoria me parezca menguante. Creo que su hipocondría es más bien hija del conductismo psicológico que tanta importancia parece tener, todavía, en los Estados Unidos. Prefiero las sinceras angustias patológicas de Juan Ramón Jiménez. Son mucho más absurdas, aunque menos risibles, lo reconozco.
Conociéndote, una tiene la sensación de que tu planteamiento vital es un tanto budista- zen: si no deseo nada, elimino de golpe toda posibilidad de frustración. No detecto en ti la menor ansiedad, pareces un hombre conforme contigo mismo. ¿Será eso la madurez?
No lo sé. Uno se pasa la vida sabiéndose en desequilibrio y, quizá por eso, buscando ese equilibrio que, por definición, no existe. La vida es movimiento. Nos movemos con ella a la vez que nos mueve y la movemos. Lo importante es sentir que en ese vaivén, en esa inestabilidad, uno puede - y debe - encontrar su propia manera de interpretar el mundo, y vivir, vivir sin más complejos ni adjetivos.
Si el hada madrina te concediera tres deseos, ¿qué le pedirías?
Tres deseos son demasiados deseos. Y también muy pocos, poquísimos. Sólo le pediría tiempo para seguir deseando...
Etiquetas: Creación, Literatura
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