LA TELARAÑA: el progresismo atávico

lunes, agosto 10

el progresismo atávico


La Telaraña en El Mundo.



A estas alturas -lo más a ras del suelo posible- ignoro si la realidad existe sólo porque hay que darle algún crédito -aunque fugaz- a nuestros excitados sentidos o si porque, en definitiva, los espejismos nos agrietan la voz desde el inicio y no nos queda más remedio que nombrar y renombrar el mundo, los objetos y hasta las personas, como si realmente existieran y, además, fueran de una forma exacta y no de otra, y así, tras la extraña composición de lugar, el mundo (y los objetos y hasta las personas) pudieran, de algún modo, mejorar y convertirse en otras, acaso más amables, civilizadas o salvajes. Más distintas. Menos iguales. Otras. O, al fin -pues adoro los viajes circulares-, en las que siempre fueron, sin llegar a serlo del todo.

Viene lo anterior, no por Leonard Cohen -banda sonora ubicua de mi lujuria y tristeza- sino porque a la idea de Aina Calvo de admitir terrazas en La Rambla le ha salido Nanda Ramon con la peregrina tesis de que eso no es hacer una política progresista de ocupación de la vía pública. No sé dónde poner las comillas ni cómo disimular el asombrado rostro. La dialéctica de las carcajadas.

Tampoco sé qué entienden nuestros nacionalistas por progresismo. Les atan excesivas servidumbres atávicas y una rancia preconcepción del universo. Pero se lo diré muy claro. El progresismo es lo opuesto a la estupidez. Con eso debiera de bastar, pero no. Qué lástima.

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