LA TELARAÑA: Entre Hogwarts y el Parlament

sábado, septiembre 10

Entre Hogwarts y el Parlament

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Manera tiene que acudir al Parlament como solicita el PP?

Sí. A Carles Manera basta entreverle en cualquier fotografía, por ejemplo, para darse cuenta de que siempre anda envuelto en una especie de velo grisáceo de niebla, en un cúmulo canoso y cantor de nubes concéntricas que, además de expandirse y de separarlo, físicamente, de la realidad, le acaban confiriendo un aura seráfica, como si de ser único y oblicuo, intempestivo, colateral y, por todo ello, lujuriosamente paradójico. El efecto Leidenfrost en la piel de la sociedad y en la superficie contable de los espejos. Nada de lo que diga o haga -mucho más lo primero que lo segundo- tiene ninguna explicación lógica, ninguna base constatable, ningún asidero conceptual, o económico, desde el que poder tomárselo en serio y descifrarlo. Miopía hacia dentro y hacia fuera. Endógena y exógena. Miopía total. O ceguera mística. Casi un traslación de las tinieblas primeras al estertor futurista de las últimas. Las de aquí y ahora. Y siempre. Pura fiebre evanescente.
Por lo tanto, y aunque sea inútil y, sobre todo, estéril, políticamente hablando, que comparezca en el Parlament -casi como si fuera en su lugar natural: un aula nebulosa de la UIB en mitad de la bruma inconfundible del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería- y que nos intente explicar su teoría -¡y su práctica!- de cómo lograr que una inabordable caja única se convierta en un insondable pozo negro, negrísimo y, también, único; aun así, y pese a todo, siempre nos habrá de resultar un enorme placer y un exquisito acicate para los sentidos -por no hablar del éxtasis de los ultrasentidos- asistir a su pontificia explicación de unos hechos que, si no lo han hecho ya, acabarán, sin duda, por encumbrarle hasta la cúspide más selecta de la Teoría General de la Cuadratura Económica de la Realidad. Lo pongo entre mayúsculas salteadas, porque hay cosas que siempre requieren de algún pequeño énfasis simbólico que las signifique y ubique en su justo lugar; es decir, más allá de las modas temporales y de las pequeñas catástrofes del día a día.
Sólo faltaba que, anteayer, el PSOE se negara en el pleno del Consell a reclamarle a quien corresponda, que siempre es el Gobierno de Madrid, por supuesto, los 333 millones del convenio de carreteras. Igual Manera sabe dónde están esos millones, bajo qué baldosa o qué adoquín. Pero qué tozuda es la realidad cuando uno sólo es perito en lunas. O en nubes, por Dios.

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