LA TELARAÑA: «Supergarcía en la Hora Cero»

sábado, octubre 8

«Supergarcía en la Hora Cero»

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Seguirá la guerra civil en el RCD. Mallorca?


No. Ya se sabe cómo es aquello, tan manido, de la tempestad y la calma que se suceden porque, de hecho, nada puede durar eternamente y no hay dolor, ni tampoco placer, que no precisen, de vez en cuando, tomarse un respiro, darse una tregua o, incluso, olvidarse de todo para siempre. No habrá más guerra porque ni siquiera la hubo; sólo fue un ruidoso temblor, un conflicto de intereses y, se supone, de comisiones, un choque multitudinario de egos empeñados en ser los machos alfa de una tribu donde los únicos machos son los que hay que atarse en el césped; que sí ahí no demuestran su poder y su enjundia, todo -los accionistas de la sociedad, el furor de las peñas y hasta el orgullo patrio de los patriotas, si es que los hay o los hubo alguna vez- se disuelve, se difumina, decae y desaparece y, al cabo, el club entero se convierte en un espectro en llamas sin más ardor que su histórico pasado y su absoluta ausencia de futuro. Un raquítico cadáver por el que no vale la pena litigar porque no hay nada que salvar de entre sus alargadas sombras. Y aunque las sombras coticen -y de qué manera- en la bolsa, su valor acaba siendo, siempre, puro espejismo especulativo condenado a la abolición, a la compraventa precipitada y a la baja. Un experimento, diríase que testimonial y, definitivamente, ruinoso.
Con todo, donde hay ruido es que hay vida. O, en su defecto, algún que otro sucedáneo suyo. Y por ahí sí que vamos a seguir teniendo material de risa y olvido los que nunca supimos nada de periodismo deportivo salvo lo que le aprendimos, en las breves y calurosas noches de la infancia, a José María García y su gloriosa baraja de chupópteros, correveidiles, mustélidos y lametraserillos. Pablo, Pablito, Pablete. Ojo al dato. No es lo mismo un hombre pobre que un pobre hombre. Y una pila de frases y refranes de ese estilo, que ya saben lo enorme que puede llegar a ser la épica deportiva si la comparamos, sobre todo, con la ética al uso de sus más egregios dirigentes.
Toca, pues, a rebato. A hora cero de unión y reflexión. A concentrarse en la liturgia de Joaquín Caparrós y a dejar que todo siga su curso. No hay pendiente que no tenga que subirse y, también, que bajarse, con la piedra a cuestas y el ánimo intacto, pese al sudor y a la sensación de estar perdiendo, estúpidamente, el tiempo. No es así. Un gol a tiempo es mucho más útil que una revolución por capricho.

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