LA TELARAÑA: El ruido del Pacte

viernes, septiembre 2

El ruido del Pacte


La Telaraña en El Mundo.

 
 Resuena, casi a mediodía, el horror mayúsculo de unas pocas maletas que ruedan, dando tumbos, sobre el enladrillado a medio hacer o deshacer de nuestras calles más o menos céntricas y peatonales. Quiero pensar que esos hipotéticos turistas urbanos no han caído en las manos de algún intermediario inmobiliario, absolutamente opaco y hasta ilegal, que maneja habitaciones y pisos de otros como auténticos churros, sino que se dirigen a la casa particular de alguien que no podría sobrevivir, tal vez, sin alquilar esas dos míseras habitaciones, por ejemplo, con que le premió el destino o le castigaron la soledad o las circunstancias de la vida. Nunca se sabe qué o quién nos otorga lo que parece pertenecernos hasta que lo abandonamos. Siempre lo acabamos abandonando todo.
 Pero no sé si el Pacte, que nos gobierna, da para tantos matices. El Pacte se mira el panorama y sólo acierta a ver, en el paisaje y en el paisanaje, aquello que quiere ver y que mejor casa, por supuesto, con su propia ideología. Algún espejismo. No obstante, es verdad que demasiados turistas escapan a la ridícula ecotasa de Biel Barceló, en efecto, pero eso es lo que suele suceder, por desgracia, cuando las cosas no se regulan bien o, sobre todo, a tiempo. Uno se escapa de los abusos y las imposiciones ajenas sólo si puede o si le dejan algún que otro vacío legal donde plantar una palmera y convertirlo, tal vez, en un maldito oasis.
 El Pacte es un lugar, una entelequia, una fusión metafísica muy compleja. Difusa. Turbulenta. Cuerda y ebria. Marcial y asamblearia, a partes iguales. Un conglomerado de intereses dialécticos que no cuadran, ni siquiera idealmente, porque sus integrantes andan a la gresca de unas competencias físicas que se les escapan, porque no se puede moldear una realidad cuya sustancia y funcionamiento se ignoran; y el discurso político conjunto sólo da para el ruido infernal de un Dj desarbolado sin otra música que mezclar que sus propias pesadillas.
 Me asomo a los hechos. A un debate televisivo de no investidura le sucederá, hoy, otro idéntico. Obviaré el tema, a la espera de que Sánchez intente, para España, un Pacte como el que lidera, aquí, Armengol. Pioneros que somos. Mientras tanto, rugen los monopatines de algunos descerebrados que se lanzan calle Olmos abajo hasta la mismísima fuente de la Rambla, por ejemplo. Un camión recoge la basura o riega el adoquinado justo cuando intento domar mis penúltimos sueños. Algún vociferante hijo pródigo intenta regresar a la casa donde sus padres, quizá, todavía le esperan; nadie debería esperar a los bárbaros, salvo para que pasen de largo y nos dejen la paz que nos hurtaron en vida. O así.
 

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