LA TELARAÑA: quejarse de oficio

viernes, agosto 14

quejarse de oficio

La Telaraña en El Mundo.



La queja -como un sarpullido- ha ocupado la vida pública como si fuera lo más normal del mundo. Lo es. Siempre fuimos de quejido en quejido como si a una fractura se le sumara otra y así el cuerpo y el alma se nos rajasen con lentitud, que es como más duele. O eso dicen. Pero las quejas actuales no son para los adentros, más o menos resignados y ocultos, sino para la exhibición y el trueque, el agravio comparativo, la ubicua vigilia de los que nos vigilan. Sí. Nos vigilan.

Nos vigila Interior, la Fiscalía, Tráfico, Salud, Igualdad, la SGAE, Sostenibilidad, Memoria Histórica y, sobre todo, las Direcciones marciales de Política Lingüística de los gobiernos que, como el balear, auscultan el paisaje desde su campanario aéreo como si el paisaje en llamas -nobleza obliga- fuese una prórroga de sus dominios, un patio donde forjar sus antojos. Hoy normalizo el nombre de esta calle. Pongo a dieta a las vacas, que es muy antitaurino. Esposo y exhibo a unos peritos en dilapidar lo ajeno (mal hecho: con unas argollas oxidadas y una negra bola de plomo en el tobillo la parodia hubiera sido más creíble). Hoy, en fin, tampoco hago nada.

Pero quejarse sirve de poco. Mejor sería que la gente se responsabilizara, voluntariamente, de sus actos. De sus aciertos y errores. Lástima que esa dialéctica -ni histórica ni materialista, sino al revés- no se enseñe en universidad alguna. Ni siquiera en la UIB.

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4 Comments:

Blogger Francisco Fuster Garcia said...

Cuando fui hace unas semanas a la ventanilla de atención al cliente de Iberia, en el aeropuerto de Manises para salir hacia Santander, había una mujer indignada por que le habían hecho "rozaduras" (yo lo vi y era lo mínimo que le puede pasar a una maleta en un aeropuerto; nada roto ni desgarrado) a su maleta recién estrenada. No paró hasta que no consiguió que la chica saliera de su habitáculo para evaluar los daños y repetirle que eso no lo cubría Iberia. Mientras la mujer le pedía a voz en grito la hoja de reclamaciones, la chica se giró hacia mí con cara de asco y me dijo: "Esto ya es quejarse por quejarse". "Claro - pensé yo para mí -, si es que eso es lo mejor de quejarse".

De todos los organismos que ejercen su vigilancia sobre nosotros (por suerte no conozco a la Dirección de Política Lingüística de Baleares), el que más me atrae - por que no logro nunca entender su fin y funcionamiento - es la SGAE. Esta última de hacer pagar al alcalde de Zalamea por representar la obra de teatro que lleva su nombre, no hace más que acrecentar mi desconcierto. Pagar por contar la historia de tu pueblo... Curioso tema el de la SGAE...

Buen fin de semana!

14 de agosto de 2009, 12:03  
Blogger Juan Planas Bennásar said...

Lo de la SGAE es ya devastador. Y cómico, como bien corresponde a su noble oficio:-)

14 de agosto de 2009, 14:37  
Blogger Unknown said...

¡Espléndido Garvey!!!!!

Hasta estas horas no lo había podido leer. My mother in law, que es como la Stasi en versión extremeña, quizá haya tenido algo que ver.

Abrazoooooo!

14 de agosto de 2009, 21:41  
Blogger Juan Planas Bennásar said...

Sí, Ángel. Tus elucubraciones extremeñas son una fuente inagotable de inspiración:-)

Abrazoss!

14 de agosto de 2009, 21:47  

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