Recopilación de La Inocencia
Intro
Y palpas el ayer dibujado en los estratos sumergidos...
Introduces tus brazos en el lodo, tu cerebro en el agua gélida, tu cuerpo en el cristal astillado... Recibes la caricia tenue de los cadáveres y se te dibuja en la piel el húmedo recorrido de los gusanos.
Luego la besas fuertemente hasta que el sabor de la sangre se diluye en la arena.
1
Y recuerdas que el ritmo del mundo y el tuyo aún siendo idénticos no lo parecen, y quieres convencerte - te dices: no lo son - pero te engañas y lo sabes y no cierras los ojos ni sueñas con el abandono. No hay tregua ni la hubo nunca. No hay pausa o esta quietud es un movimiento enloquecido que se revuelca en sí mismo y no avanza: desplazamiento curvo, retorno al origen, rebelión de los tiempos verbales...
Hablo de lo que sé. De la perversión del lenguaje y de los jeroglíficos que desvirtúan el mundo natural y lo convierten en la fechoría consumada de un devenir histórico - no me importa si a través del materialismo dialéctico o sus paralelas interpretaciones judeocristianas, tampoco si por los espejismos teosóficos o el influjo de las airadas lunas en la arena de los desiertos -. No creo en las interpretaciones ni en los personajes.
Me quedo con tu cuerpo inocente esperando mi mirada.
2
Pero tu cuerpo no lo es todo. Y se agota en mi mirada como en mi lenguaje.
Sólo existes mientras te nombro... ¿Existes si te ignoro? ¿Existes si el mundo entero te ignora? ¿Existes ignorada? Ordenemos los conceptos como si ello fuera posible: existes, porque sin duda existías cuando yo te enlazaba con palabras que a veces se convertían en sonrisas y promesas, en abrazos o caricias, pero ya no existes, no existes, porque te ignoro sin elipsis ni esfuerzo, sin dejación ni estrategia alguna, porque ya no tengo conciencia ni recuerdo ni esperanza de ti. Ya no constituyes objeto de mi conocimiento. No existes... pero no debieras preocuparte, tampoco existo yo como existía entonces cuando ambos nos culminábamos el uno en el otro y desaparecíamos volatizados y éramos uno o dos en uno o ninguno y todos, abstracta locura matemática, completo ensamblaje de cuerpo y espíritu: lenguaje en ignición.
Pero siempre nos queda un último asidero. La existencia y la no-existencia sólo coinciden un sólo instante, pero jamás lo superan.
3
Pero el abandono te trae de regreso olores rancios. Perfumes epiteliales. Picores óseos. Y una malsana predisposición al óxido amarillento de las instantáneas congeladas en la aduana de lo que otros llaman sueños y tú realidades capturadas. Mal asunto recordarlas si no procede.
Pero luego están los objetos que permanecen inertes en el fondo de los arcones. Ahí tu adn se arroga con soberbia la certeza de saber quién eres... pero es mentira, aunque te recubra de telarañas y otros paños forrados de placer reseco y hastío.
La inocencia te mantiene intacto. La telarañas parecen contradecirte pero no lo consiguen. Tú eres ellas, y un invisible cordón umbilical te avisa de los movimientos necesarios para tu sustento.
La vida es sólo eso incluso si fuera otra cosa...
4
...Siempre es otra cosa la vida. No importan las esperas, tampoco las recaídas. Y menos AQUÍ donde la literatura es cambiante: un coro de brujas desdentadas limpia mis habitaciones y escurre de entre las hojas caidas la savia de algunas palabras que les atraen. Embestida, por ejemplo. Conjuro, también. Eco, a veces. Silencio, siempre... No importa que no escuches, tampoco que evites mi presencia o sientas temor del cobijo de mi sombra, ese pesado manto de plomo, ese gélido tumulto, ese circuito enloquecido de idas y venidas. No, no podríamos amarnos como antes. Ya no existimos de la misma manera y es posible que tampoco de otra distinta. No, y además quién querría hacerlo sin intentar inventarlo todo de nuevo: nuevas sensaciones y risas, nuevos sentimientos y conceptos, nuevo tacto y palabras descubriendo lo nunca palpado ni hablado, nueva respiración rosada, ingrávida, recién inventada, recién nacida...
Luz de llanto en los velones de cebolla.
Luz de alumbre
e inocencia.
Luz de gas menguante
donde las sombras de todas las cruces
parecen enredarse
en tu búsqueda.
5
Estás donde siempre: en la encrucijada de todos los caminos, que es como decir que estás en ninguna parte y en todas. Pero la ubicuidad no existe, piensas, y aunque sabes que te han enseñado mal a pensar todavía te cuesta reconocer tus errores.
Quizá no importen los errores y sea inútil reconocerlos. Tanto utilitarismo social acaba adueñándose hasta de tu pensamiento. Y eso es grave o a mí me lo parece.
Mejor dedícate a mirar ese lugar esquivo donde todas las cruces parecen enredarse en tu búsqueda... Descubrirás que hay más poesía en los interrogantes que en las respuestas; descubrirás que hay poesía en tu interior pero no me preguntes dónde.
O hazlo, sí. Lástima de fuego en la noche gélida...
6
Has recorrido los círculos concéntricos, las circunvalaciones de tu propio cerebro, el asqueroso diagrama de las autopistas, el idéntico paisaje de los rostros que tan bien conoces...
Has recorrido las líneas del amor y la muerte en la palma arrugada de mis manos y te has buscado en las bifurcaciones, en los andenes silenciosos de las estaciones vacías y en las barras húmedas de los bares infectos — otra vez los círculos, las huellas de los vasos abandonados, los signos indelebles de la sed insaciable, el deseo, la pasión o la fuga.
Lástima de fuego cuando el sueño me vence y queda mi cuerpo a tu alcance, desnudo pero inútil.
Intro
Y palpas el ayer dibujado en los estratos sumergidos...
Introduces tus brazos en el lodo, tu cerebro en el agua gélida, tu cuerpo en el cristal astillado... Recibes la caricia tenue de los cadáveres y se te dibuja en la piel el húmedo recorrido de los gusanos.
Luego la besas fuertemente hasta que el sabor de la sangre se diluye en la arena.
1
Y recuerdas que el ritmo del mundo y el tuyo aún siendo idénticos no lo parecen, y quieres convencerte - te dices: no lo son - pero te engañas y lo sabes y no cierras los ojos ni sueñas con el abandono. No hay tregua ni la hubo nunca. No hay pausa o esta quietud es un movimiento enloquecido que se revuelca en sí mismo y no avanza: desplazamiento curvo, retorno al origen, rebelión de los tiempos verbales...
Hablo de lo que sé. De la perversión del lenguaje y de los jeroglíficos que desvirtúan el mundo natural y lo convierten en la fechoría consumada de un devenir histórico - no me importa si a través del materialismo dialéctico o sus paralelas interpretaciones judeocristianas, tampoco si por los espejismos teosóficos o el influjo de las airadas lunas en la arena de los desiertos -. No creo en las interpretaciones ni en los personajes.
Me quedo con tu cuerpo inocente esperando mi mirada.
2
Pero tu cuerpo no lo es todo. Y se agota en mi mirada como en mi lenguaje.
Sólo existes mientras te nombro... ¿Existes si te ignoro? ¿Existes si el mundo entero te ignora? ¿Existes ignorada? Ordenemos los conceptos como si ello fuera posible: existes, porque sin duda existías cuando yo te enlazaba con palabras que a veces se convertían en sonrisas y promesas, en abrazos o caricias, pero ya no existes, no existes, porque te ignoro sin elipsis ni esfuerzo, sin dejación ni estrategia alguna, porque ya no tengo conciencia ni recuerdo ni esperanza de ti. Ya no constituyes objeto de mi conocimiento. No existes... pero no debieras preocuparte, tampoco existo yo como existía entonces cuando ambos nos culminábamos el uno en el otro y desaparecíamos volatizados y éramos uno o dos en uno o ninguno y todos, abstracta locura matemática, completo ensamblaje de cuerpo y espíritu: lenguaje en ignición.
Pero siempre nos queda un último asidero. La existencia y la no-existencia sólo coinciden un sólo instante, pero jamás lo superan.
3
Pero el abandono te trae de regreso olores rancios. Perfumes epiteliales. Picores óseos. Y una malsana predisposición al óxido amarillento de las instantáneas congeladas en la aduana de lo que otros llaman sueños y tú realidades capturadas. Mal asunto recordarlas si no procede.
Pero luego están los objetos que permanecen inertes en el fondo de los arcones. Ahí tu adn se arroga con soberbia la certeza de saber quién eres... pero es mentira, aunque te recubra de telarañas y otros paños forrados de placer reseco y hastío.
La inocencia te mantiene intacto. La telarañas parecen contradecirte pero no lo consiguen. Tú eres ellas, y un invisible cordón umbilical te avisa de los movimientos necesarios para tu sustento.
La vida es sólo eso incluso si fuera otra cosa...
4
...Siempre es otra cosa la vida. No importan las esperas, tampoco las recaídas. Y menos AQUÍ donde la literatura es cambiante: un coro de brujas desdentadas limpia mis habitaciones y escurre de entre las hojas caidas la savia de algunas palabras que les atraen. Embestida, por ejemplo. Conjuro, también. Eco, a veces. Silencio, siempre... No importa que no escuches, tampoco que evites mi presencia o sientas temor del cobijo de mi sombra, ese pesado manto de plomo, ese gélido tumulto, ese circuito enloquecido de idas y venidas. No, no podríamos amarnos como antes. Ya no existimos de la misma manera y es posible que tampoco de otra distinta. No, y además quién querría hacerlo sin intentar inventarlo todo de nuevo: nuevas sensaciones y risas, nuevos sentimientos y conceptos, nuevo tacto y palabras descubriendo lo nunca palpado ni hablado, nueva respiración rosada, ingrávida, recién inventada, recién nacida...
Luz de llanto en los velones de cebolla.
Luz de alumbre
e inocencia.
Luz de gas menguante
donde las sombras de todas las cruces
parecen enredarse
en tu búsqueda.
5
Estás donde siempre: en la encrucijada de todos los caminos, que es como decir que estás en ninguna parte y en todas. Pero la ubicuidad no existe, piensas, y aunque sabes que te han enseñado mal a pensar todavía te cuesta reconocer tus errores.
Quizá no importen los errores y sea inútil reconocerlos. Tanto utilitarismo social acaba adueñándose hasta de tu pensamiento. Y eso es grave o a mí me lo parece.
Mejor dedícate a mirar ese lugar esquivo donde todas las cruces parecen enredarse en tu búsqueda... Descubrirás que hay más poesía en los interrogantes que en las respuestas; descubrirás que hay poesía en tu interior pero no me preguntes dónde.
O hazlo, sí. Lástima de fuego en la noche gélida...
6
Has recorrido los círculos concéntricos, las circunvalaciones de tu propio cerebro, el asqueroso diagrama de las autopistas, el idéntico paisaje de los rostros que tan bien conoces...
Has recorrido las líneas del amor y la muerte en la palma arrugada de mis manos y te has buscado en las bifurcaciones, en los andenes silenciosos de las estaciones vacías y en las barras húmedas de los bares infectos — otra vez los círculos, las huellas de los vasos abandonados, los signos indelebles de la sed insaciable, el deseo, la pasión o la fuga.
Lástima de fuego cuando el sueño me vence y queda mi cuerpo a tu alcance, desnudo pero inútil.
Etiquetas: Creación, Literatura
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