La inocencia (13)
Alcanzas tus objetivos y percibes el vacío. Podrías llamarlo también plenitud... (pero ya hace tiempo que decidiste alejar tu estado de ánimo de la inefable realidad de algunas cosas)
Ese sinsentido es un alivio y una condena, un suspiro indescifrable.
Alargas el brazo y te enlazas, te pierdes, te encuentras en la distante cintura de las mujeres que bailan, de los trenes que pasan, de los astros que dejan su reguero de polvo cromado de luz intermitente. Intuyes que la realidad reposa en el mito.
Conoces los nombres de la angustia y los de la indefensión. También los de la dureza y la voluntad. Conoces el insomnio y la vigilia más allá de los sentidos. También los entramados del sueño, su laberinto repleto de acertijos y la dura ascensión de cada mañana.
Y sin embargo caes vertiginosamente en el tunel, en el aire asfixiante y oscuro, como en un agujero negro que se abre en tu interior como una sucesión de afilados dientes o escalones de hielo y fuego, que te confirman que no hay medida ni número, sólo tensión, en la profundidad de tus adentros.
Luego sonríes - y esta sonrisa, una vez más, te salva.
Alcanzas tus objetivos y percibes el vacío. Podrías llamarlo también plenitud... (pero ya hace tiempo que decidiste alejar tu estado de ánimo de la inefable realidad de algunas cosas)
Ese sinsentido es un alivio y una condena, un suspiro indescifrable.
Alargas el brazo y te enlazas, te pierdes, te encuentras en la distante cintura de las mujeres que bailan, de los trenes que pasan, de los astros que dejan su reguero de polvo cromado de luz intermitente. Intuyes que la realidad reposa en el mito.
Conoces los nombres de la angustia y los de la indefensión. También los de la dureza y la voluntad. Conoces el insomnio y la vigilia más allá de los sentidos. También los entramados del sueño, su laberinto repleto de acertijos y la dura ascensión de cada mañana.
Y sin embargo caes vertiginosamente en el tunel, en el aire asfixiante y oscuro, como en un agujero negro que se abre en tu interior como una sucesión de afilados dientes o escalones de hielo y fuego, que te confirman que no hay medida ni número, sólo tensión, en la profundidad de tus adentros.
Luego sonríes - y esta sonrisa, una vez más, te salva.
Etiquetas: Creación, Literatura
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