LA TELARAÑA

martes, enero 27

Nocturno


Sólo un instante frenas el río de la sangre
y las palabras mudan su piel
de agua en la clepsidra
por odio de metal y lava ardiente.

Sólo un instante la contemplas deshabitada
y no interesa a nadie esa memoria vacía,
ese infinito rastro de adjetivos,
ese cuerpo de arena entre las manos.

Sólo un instante hundes tu mirada en la suya,
desbrozas del lenguaje las heridas
y aceptas de buen grado que la noche
te cubra de materia y de silencio.

El amor o el deseo finalizan
no con un estallido sino con un lamento.



***



Cajón de sastre


Menudo descenso a los infiernos se ha pegado Carod - Rovira por el underground más tenebroso y sombrío con el fin - seamos bien pensados - de salvarnos del terrorismo etarra. La verdad es que no pienso criticarle un ápice porque me parece de justicia dejar esa labor cruenta en las manos de sus socios socialistas en el gobierno catalán: el marrón es todo suyo. Sólo pedirle que ya que nos concede - a valencianos y baleares - el inmerecido privilegio de pertenecer a sus irreales Països Catalans, bien puede extender lo que le plazca sus ansias territoriales, por ejemplo hasta más abajo Despeñaperros o hasta las tierras extremeñas de mi buen amigo Francisco Rodríguez Criado. No hay problema: todos tenemos el mismo derecho y deseo de librarnos de los asesinos y contra el terror y las muertes gratuitas no debe uno andarse con complejos ni medias tintas.

Quizá por eso también se está poniendo de moda congelar a los muertos y llevárselos a un Cementerio Helado, en Arcos, California. Una hotelera con vínculos mallorquines ha sido una de la pioneras en tal proceder. La broma cuesta a partir de los 120.000 dólares lo que no parece demasiado por acceder a una promesa de inmortalidad o resurrección tan romántica como gélida. Si ustedes revisan, por ejemplo, la página web de la Sociedad Española de Criogenización podrán hacerse una idea aproximadamente cabal del asunto. Lo único que me atrevo a asegurar es que en las arenas movedizas de tanta especulación médica, mítica y hasta científica huele, y mucho, a fiambre. A fiambre muy bien congelado, eso sí.

Ya para difuminar este macabro panorama les comentaré que el otro sábado me sumergí en la hermosa niebla palmesana para acabar asistiendo en el Club Náutico al memorable concierto de Jaime Anglada y su Banda, incluida la bellísima y joven Marta Elka, a los coros y al violín, todo un lujo. El rockero mallorquín mejora disco a disco y aunque no alcance a Bruce Springsteen sí podemos perfectamente equipararlo a Joaquín Sabina, pero sin tantas rimas. Qué alivio.





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