LA TELARAÑA

jueves, marzo 11

La Telaraña Cultural en El Mundo


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Recibo este email de Rafael Montenegro - muchas gracias, amigo - que os extracto porque creo que puede servir como propuesta de debate:


Estimado Juan, he intentado colgar el comentario que te mando a continuación en tu Telaraña, pero no he podido, me imagino que me he pasado en extensión. Como me apetece comentarlo ya que me parece muy acertado y digno de publicarse -tú comentario claro, no el mío -, te paso mi respuesta por correo electrónico. Se habla mucho de escribir bien o mal y es algo que me obsesiona hasta descentrarme. He leído en alguna parte que escribir bien es tener una mirada propia sobre el mundo. Creo que en los tiempos que corren no podía ser más acertado.

(...) Decir que, sin duda los viajes enriquecen al rico sin necesidad de viajar. Como bien apuntas, ilustran al ilustrado y por lo tanto deja de tener un sentido real el viaje en si.

El rico es imaginación, vitalidad, voluntad de saber, saberse y querer conocerse. El rico podrá encontrar en los viajes esa fuente necesaria de vida e incluso – y voy más lejos aún – no será necesario el viaje más que en el fondo del interior de uno mismo para hallar las respuestas. Cierto es que Cela o Pla crearon excelentes libros de viajes pero no debemos dejar de matizar que –sirva como ejemplo– tanto Proust como Dickinson, sin salir apenas de su habitación durante años, crearon un mundo policromo de riqueza tal, que nada tienen que envidiar al más extenuado de los viajeros.

En resumen, que el amigo Piña – a buen seguro– hubiera podido escribir un libro de la misma calidad – en fondo y forma – siendo totalmente inventado o imaginado, sin haber viajado nunca, aunque eso sí, sin duda el viaje fomenta y espolea los recursos creativos.

Viajar expande la mente, pero solo la de los ricos, la de los que ya poseen la predisposición interior al descubrimiento, a la capacidad de sorprenderse, de inventar sus propios mundos, de modificar sus propósitos, de enmendar sus ideas y conceptos erróneos por lo que les rodea día a día, viéndolo siempre desde un prisma diferente, desde una posición novedosa. En cambio, a los pobres, a los herederos de folclóricas estrecheces, que se dejan llevar por la corriente diaria, sin preguntarse jamás si más allá de la línea donde alcanzan sus ojos habrá algo más, esos pobres que aún creen que en Finisterre se acaba todo, esos que, ni habiendo viajado por el espacio infinito, son capaces de ver más allá de una cárcel estrecha y gris, a los que andan siempre guerreando contra su propia cortedad pretendiendo que no es suya sino de los demás; no puedo sino darles mi tristeza como limosna, ya que me sé rico, y rico como soy – rico propietario de un espacio infinito, más allá del universo, más allá de los colores, más allá de las definiciones, más allá del lenguaje –, y transportado por mi atroz avaricia… es lo único que estoy dispuesto a entregarles.

Gracias amigo Juan y amigo Piña por pertenecer a mi mundo… al mundo absurdo de las preguntas sin respuesta.






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