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Y tal como decía ayer en los comments...
Revistas literarias en Mallorca
La memoria es un lugar apretado, y más cuando uno se sabe amnésico selectivo hasta la exageración y valora mucho más los destellos brillantes pero efímeros - como la vida misma - que las estrategias de la mediocridad empeñada en perdurar a cualquier precio. Estoy hablando tan sólo, que no es poco, de la creación literaria en un sentido estricto y quizá ando algo a contrapié de la sociedad y sus modas, lo reconozco.
Pero la revistas literarias - cuyo origen hay que situar en el Romanticismo - son, junto a algunos suplementos culturales de la prensa escrita, la mejor manera de intentar tomar el pulso a la literatura como obra en marcha, y su impagable labor recopiladora de poemas solitarios, relatos breves, ensayos cáusticos o simples bocetos, a veces mínimos pero siempre significativos de autores de cualquier condición - noveles, emergentes, casuales o imposibles - demuestra que todavía existe donde dar a conocer la voz propia en un mercado difícil y restringido, cuando no maniatado por razones económicas. No ha de extrañarnos, pues, que muchas revistas sólo perduren lo que tarda el inicial entusiasmo en enfriarse ante la inevitable avalancha de las facturas.
Con todo, en Mallorca podemos presumir de haber acunado algo así como medio centenar de revistas. No es poca cosa. Podría intentar ser exhaustivo pero me ceñiré a la contención de mis recuerdos. Una de las primeras fue Baleares, revista ultraísta en la que Jorge Luis Borges publicó sus poemas La estrella (septiembre de 1920), Catedral (febrero de 1921) y, junto a Jacobo Sureda, Juan Alomar y Fortunio Bonanova, el famoso Manifiesto del Ultra (febrero de 1921). Tampoco podemos silenciar las revistas Focus, editada en Deiá, por Robert Graves y Laura Riding, justo antes de la guerra civil y The Black Mountain Review editada a mediados de los 50 por el poeta norteamericano Robert Creeley, con la participación de escritores de la talla de Blackburn, Robert Duncan, Denise Levertov, Allen Ginsberg, Thornton Wilder o Anais Nin, nada menos.
Otras revistas, ya desaparecidas, como Cisne Negro, editada por el poeta José Oliver, acogieron - en 5 números entre 1999 y 2002 - a Luis Alberto de Cuenca, José María Alvarez o Eduardo López Hinton, entre otros. También Dabo, Domini Fosc, Caravel o Bitzoc, editada con esmero por Basilio Baltasar, lograron mantener muy altos sus niveles de calidad y participación.
Pero no quiero olvidarme de las que acogieron mis primeros poemas: la revista Bajarí, dirigida por Octavio Aguilera, donde era perceptible la huella de Rafel Jaume o Esteban Pisón, ilustres amigos que ya se fueron, o Teara, donde compartí páginas, a principios de los 80, con el sólido poeta vasco Jorge G. Aranguren, o el siempre glamouroso Miguel Angel Velasco.
Quedan sólo dos revistas literarias en Palma, pero merecen la pena. Son La Bolsa de Pipas, dirigida por el editor y sin embargo, amigo, Román Piña, y Casatomada, dirigida por Horacio Alba y Agustín Fernández Mallo. Si la primera lleva ya nueve años apostando sin fisuras por la innovación desde el desenfado de las formas y la cuidada elección de los contenidos, la segunda empieza a consolidarse incorporando al rigor cultural y estético las posibilidades multimedia de las nuevas tecnologías. Todo un reto.
Ya les he comentado que mi memoria es muy estrecha y selectiva, y así es, en efecto, pero no me olvido de Papeles de Son Armadans, que desde abril de 1956 hasta marzo de 1979 constituyó la avanzadilla cultural de la mejor literatura española. Su reciente aparición en formato digital significará que, en breve, esos valiosos papeles estén realmente al alcance de todos. Internet, una vez más, nos ayudará de manera incontestable a preservar lo mejor de nuestro pasado y establecer, así, las claves del futuro. En ello están ya innumerables revistas virtuales. Otro día les hablo de ellas.
Etiquetas: Artículos, Literatura
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