de vuelta y media
En un bar de Palma pusieron una solitaria silla cara a la pared con un cartelito que rezaba “Zona de no fumadores”. La idea, por desgracia, no fue mía. A mí me basta con asistir perplejo a la paradoja de que Tabacalera lance media docena de nuevas marcas a precio económico mientras el gobierno endurece su acoso al fumador. Manda huevos.
Sé que no podemos escoger nuestro coeficiente intelectual. Sólo mejorarlo algún puntito, a base de esfuerzo y método, sin llegar a obrar milagros. Lo que hay es lo que hay. O lo que no hay. Pese a eso, no es concebible que, a estas alturas, se puedan tener dudas razonables sobre la connivencia política entre la violencia etarra y el Partido de las Tierras Vascas. Sin eufemismos, yo aseguraría que hasta un sordo como una tapia puede oír cómo retumban sus pasos uniformados. O un ciego apercibirse de su idéntica mala sombra. O un mudo leer sus labios y apreciar los mismos colmillos de presa. Y todos, alertarnos del aliento depredador que exhalan. ¿Todos? No. El dilecto señor Fiscal General del Estado y el presidente Zapatero no parecen compartir esa evidencia. Resulta curioso cómo la política, sus pactos y conversaciones subterráneas, distorsionan las percepciones sensoriales.
Porque lo cierto es que hay que poner los cinco sentidos en lo que se hace para salir airosos. O casi. Eso es lo que están haciendo Alejandro Valverde y Paco Mancebo, del Illes Balears, en la presente edición del Tour de Francia. El inicio alpino resultó espectacular. No ganarán la ronda pero mantendrán la dignidad intacta. Resulta triste comprobar cómo tantas promesas hispanas -se me ocurren: Heras, Sevilla, Beloki o Mayo- se convirtieron sólo en espejismos. Esperemos que a Valverde no le ocurra lo mismo. Con todo, salvo catástrofe, Armstrong conquistará su séptimo Tour. Ni los vampiros pueden con él.
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