apuntes sobre erotismo y pornografía
Pensando en mañana, Jueves. Literarte. Patio de la Fundación Arca. 20, 30 horas.
El lenguaje siempre muestra - y a la vez esconde - un deseo. Utiliza la vieja técnica de la elipsis para nombrar la ausencia del objeto nombrado; y para afirmar su posibilidad, por remota que pueda parecernos, la adorna, incluso, con propiedades irreales. Un objeto intenta apropiarse de otro. Intenta abolirlo como ente ajeno y hacerlo suyo. Así funciona el lenguaje. Así funciona el deseo.
El escritor no tiene por qué ser un científico y, por fortuna, normalmente no lo es. Ni por asomo. Nosotros no podemos concentrarnos, de manera obsesiva, en aspectos demasiado especializados de la realidad. Nuestra labor es otra. Nuestras experiencias no son fenómenos aislados sujetos a las leyes estables del laboratorio; al contrario, son corrientes enloquecidas que asemejan torbellinos, y se engarzan en nuestro interior y alrededores, que tejen, entre sí mismos y el mundo, una red espesa de signos y significados, elaborando ese magma que llamamos literatura: una forma como cualquier otra de interpretar, imaginar y, en ocasiones, hasta de entender, la realidad. Sólo eso.
Vistos por un observador ajeno, podríamos afirmar que dos, o más, personas practicando el sexo son la genuina expresión de lo que entendemos por pornografía. Pero sé, también, que lo que esas dos, o más, mismas personas están sintiendo mientras se aniquilan la una en la otra tiene otro nombre: erotismo. El erotismo es, pues, una forma de conciencia, una manera de sentir, al unísono, el intenso alejamiento en que vivimos, en tanto que somos seres distintos y distantes unos de otros, y la posibilidad momentánea de la cópula como instante sagrado de fusión. El ayuntamiento carnal como metáfora de la unidad primera, la que perdimos al principio de los tiempos.
¿Cuándo sentimos la presencia turbadora del erotismo? Cuando tiembla nuestra forma de vida en el mundo. Cuando somos capaces de dejarnos arrastrar por el riesgo de una pulsión que reúne, en difícil equilibrio, el temor de perder cuanto somos y tenemos, y las ansias de encontrarnos, mejores, revividos, en algún lugar desconocido. Es ese temblor que sentimos ante esta definitiva ruptura el que marca la intensidad erótica en que vivimos. Sucumbir o no es tema aparte, y cuestión que cada uno resuelve como mejor puede o quiere.
Etiquetas: Artículos, Creación, Literatura
5 Comments:
MAGNÍFICO!
(Sé que lo sabes)
Muchas gracias! Nadie podría haberlo dicho mejor.
:) Y saludos.
En el erotismo, ¿uno más uno son dos?
je je ya somos cuatro... como para montar una orgía:-PP
Saludos!
Fx
Espero que no tuvieras que echar mano del Kamasutra!!
Recibido lo de CT, a ver si hay suerte y puede entrar dentro del año centenario de la teoría de la relatividad.
Un saludito:-))
Publicar un comentario
<< Home