LA TELARAÑA: crónicas

sábado, enero 14

crónicas



Yo hubiera crucificado un cigarrillo a la brasa o un magnífico habano -por no seguir la moda e inmolar a un fumador de cuerpo entero- pero es justo reconocer que cualquiera de mis sugerencias daría mucho menos jugo que una achicharrada longaniza asaetada por unos mondadientes como lanzas. Lo mejor es ese charquito rojo, puro colesterol o sangre de pasión, gula y lujuria. Pero las tradiciones están para transgredirlas y no hay fiesta sin bullicio ni controversia. No nos privamos de nada: tenemos un lujo de cartel para un cartel artístico que no sé yo si será o no de lujo pero seguro que nos proporciona un aluvión de decibelios; tenemos unas críticas memorables, por disparatadas, de Grosske que creo entender que sólo salvan a Cirer de ombligo para abajo; y por si fuera poco tenemos hasta un pasacalles alternativo organizado por la nueva dirección de la OCB, que empieza su mandato dejando bien clarito que prefieren el proselitismo a la diversión. Pues no.




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Otro estupendo artículo sobre Cristóbal Serra. Es de Eduardo Jordá.


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Hoy contaré, para variar, algo verídico. El jueves 12 me levanté, enfermo, hacia las cuatro de la tarde. Bajé a tomarme, como mejor pude, un café con leche y a leer la prensa. [ La mayoría la suelo leer por la red, pero siempre me tienta el ritual áspero del papel ]

Volví a casa, lamentando no haber podido asistir a la celebración del homenaje a Cristóbal Serra, y hacia las seis y media de la tarde me llamó por teléfono Marcos Torío, jefe de la sección cultural de El Mundo, para proponerme con urgencia que escribiera unas notas sobre Tòfol. Aunque sabía que, en realidad, no podía hacerlo le dije que sí en el acto. Tenía unas dos horas de plazo.

El primer intento quedó en un montón de citas del propio Cristóbal entresacadas de una vieja entrevista que le realicé en el año 84. Está colgada en alguna parte de mi web. Se lo envié a Marcos pero, como era fácil entrever, aquello no funcionó. Quería mis opiniones sobre Serra. Y ya eran las ocho y cuarto... A las nueve las tienes, le dije, sacando optimismo y fuerzas de donde no las había.

Fue entonces cuando comprendí que yo deseaba más que el propio diario ofrecerle a Cristóbal unas líneas de homenaje. Me seguía encontrando mal, pero no tanto como para no poder mirar en mi interior y sacar, contra reloj, unas setecientas palabras. A las nueve y cuarto me dije: Misión cumplida. El día acababa y yo, al fin, pude sonreír.



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1 Comments:

Blogger azuldeblasto said...

El artículo de Jorda en DM es agua de mayo, me ha encantado verlo en papel.

Un saludo.

Px.

14 de enero de 2006, 20:54  

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