art de nit
La Telaraña en El Mundo.
Ayer fue la Nit de L´Art. La celebré por anticipado visitando The Saatchi Gallery, una impresionante web repleta de cuadros y artistas. Es arte virtual, pero ¿existe el arte real? Tengo mis dudas. No soy un coleccionista, sólo un observador atento. Ya les dije, el año pasado, que me encanta esa especie de botellón ambulante y civilizado, ese sustancial pretexto para dejarse ver con la alegría centelleante de quien devora arte, cava y canapés –no siempre en ese orden- como si fueran la misma cosa. Igual lo son. Todo alimenta.
A veces la vida se resume en imágenes. Entonces la parálisis nos deja varados en algún punto muerto donde nada es lo que parece y los razonamientos flotan como astronautas en la gravedad cero de un tubo de ensayo. Tanto da, porque cualquier lugar puede ser una buena atalaya o un inmejorable refugio. Incluso Es Baluard, aunque ahí el arte sólo sea el capricho ramplón de un exhibicionista por cuenta ajena. Su único mérito es convertir un pozo sin fondo en un agujero negro. Nobleza obliga.
Hay muchas cosas que pueden hacerse a oscuras. Unas mejor que otras, desde luego. Lo difícil -aunque se admiten otras opiniones- es admirar la compleja obra de Edward Munch (El Espíritu Sublime, desde el 9 de septiembre) en la Fundación La Caixa. Vale que Munch no pinte personas sino sentimientos: angustia, pánico, horror, obsesiones. Vale que su expresionismo de voyeur espiritual tienda a la oscuridad y acentúe los conceptos minimizando la precisión fotográfica. Vale, porque nos lo dejó escrito y está en el bagaje previo de referencias con que afrontamos la suerte de ver sus obras en directo. Pero una sucesión de salas en absurda penumbra difuminan el desgarro esencial de Munch hasta conducirnos a una ceguera conventual donde el ojo se pierde, traiciona los colores originales y se asfixia. Es una lástima pero hace falta mucha más luz exterior -al margen de la interior- para advertir el temblor único de las tinieblas.
A veces la vida se resume en imágenes. Entonces la parálisis nos deja varados en algún punto muerto donde nada es lo que parece y los razonamientos flotan como astronautas en la gravedad cero de un tubo de ensayo. Tanto da, porque cualquier lugar puede ser una buena atalaya o un inmejorable refugio. Incluso Es Baluard, aunque ahí el arte sólo sea el capricho ramplón de un exhibicionista por cuenta ajena. Su único mérito es convertir un pozo sin fondo en un agujero negro. Nobleza obliga.
Hay muchas cosas que pueden hacerse a oscuras. Unas mejor que otras, desde luego. Lo difícil -aunque se admiten otras opiniones- es admirar la compleja obra de Edward Munch (El Espíritu Sublime, desde el 9 de septiembre) en la Fundación La Caixa. Vale que Munch no pinte personas sino sentimientos: angustia, pánico, horror, obsesiones. Vale que su expresionismo de voyeur espiritual tienda a la oscuridad y acentúe los conceptos minimizando la precisión fotográfica. Vale, porque nos lo dejó escrito y está en el bagaje previo de referencias con que afrontamos la suerte de ver sus obras en directo. Pero una sucesión de salas en absurda penumbra difuminan el desgarro esencial de Munch hasta conducirnos a una ceguera conventual donde el ojo se pierde, traiciona los colores originales y se asfixia. Es una lástima pero hace falta mucha más luz exterior -al margen de la interior- para advertir el temblor único de las tinieblas.
Etiquetas: Artículos
3 Comments:
Qué cierto todo este artículo con su última frase.
Te he encontrado a través de palabras diversas. Me gusta tu obra.
Un saludo.
Gracias por tus palabras. Visitaré tu web. Abrazos
Fx
Sí, sí; Munch en la Fundación, toy deseando poder sentirlo.
Otra experiencia única, como cuando la Fundación trajo hasta mí a Kandinsky.
Saludillos!!
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