el extranjero
La Telaraña en El Mundo.
Ayer el cementerio de Palma se llenó de flores muertas. Su belleza nos extraña pero no debiera. No hacemos sino repetir los antiguos rituales de la renovación. Ahuyentar el miedo a la propia muerte adornando, con sentida conmoción, la ajena. Nada que ver con las fosas de la Ley de la Memoria Histórica, pero todo a su tiempo. En plena época de superpoblación –viva y muerta- el Govern parece apostar por construir hacia la vertical fálica de los cielos. Queden, pues, en la tierra, los nichos. Ojalá florezcan –aunque el cielo pueda esperar- sin que sea en pleno Halloween.
No hace falta recordarles el final de la Torre de Babel, aun en aquellos tiempos sin mandarines faraónicos como Nouvel o Calatrava, para echarse a temblar. O sí, porque la actual Babel se ha desplazado -como por milagro o simple asociación de ideas- al propio Parlamento Balear. Es lo que cabía esperar de una entelequia presidida por María Antonia Munar. Sólo ella es capaz de permitir que Tomeu Martí deje oír, impunemente, su voz gruesa. La suya y la de la OCB. No les bastan las pingües ayudas de Carod-Rovira. También quieren –o eso creo haberles entendido- algo así como doce millones de euros indígenas. Curiosa hipoteca que pagaríamos al módico precio de un único euro mensual por cabeza, que no sé si por cerebro. Pues que se olviden de mi euro. Lo tengo que dedicar, urgentemente, a aprender inglés. Ya tardo.
No basta con sentirse extranjero en estas islas. Ni con pregonarlo. Hay que ir más allá y pasar de la teoría a la praxis. Así la otra noche me sumergí en uno de esos espectáculos con cena incluida. De las viandas no diré nada, salvo que asemejaban un nocturno desayuno británico a base de beans y salchichas. Una delicia. De los acróbatas brincando tampoco. Me queda el ininteligible guión del que, sin embargo, no puedo quejarme, porque no hay nada más hermoso que una declamación inglesa con genuino acento cockney. Ser extranjero en Mallorca es un chollo. Creo que nunca dejaré de serlo.
No hace falta recordarles el final de la Torre de Babel, aun en aquellos tiempos sin mandarines faraónicos como Nouvel o Calatrava, para echarse a temblar. O sí, porque la actual Babel se ha desplazado -como por milagro o simple asociación de ideas- al propio Parlamento Balear. Es lo que cabía esperar de una entelequia presidida por María Antonia Munar. Sólo ella es capaz de permitir que Tomeu Martí deje oír, impunemente, su voz gruesa. La suya y la de la OCB. No les bastan las pingües ayudas de Carod-Rovira. También quieren –o eso creo haberles entendido- algo así como doce millones de euros indígenas. Curiosa hipoteca que pagaríamos al módico precio de un único euro mensual por cabeza, que no sé si por cerebro. Pues que se olviden de mi euro. Lo tengo que dedicar, urgentemente, a aprender inglés. Ya tardo.
No basta con sentirse extranjero en estas islas. Ni con pregonarlo. Hay que ir más allá y pasar de la teoría a la praxis. Así la otra noche me sumergí en uno de esos espectáculos con cena incluida. De las viandas no diré nada, salvo que asemejaban un nocturno desayuno británico a base de beans y salchichas. Una delicia. De los acróbatas brincando tampoco. Me queda el ininteligible guión del que, sin embargo, no puedo quejarme, porque no hay nada más hermoso que una declamación inglesa con genuino acento cockney. Ser extranjero en Mallorca es un chollo. Creo que nunca dejaré de serlo.
Etiquetas: Artículos
1 Comments:
La corona de flores. Me recuerda a una carrera: Toma, te lo mereces, has llegado primero.
Publicar un comentario
<< Home