contracorriente
La Telaraña en El Mundo.
Me siento más perplejo que de común y no sé si es porque la rutina navideña me acaba recordando ese aceite de ricino que jamás me dieron a tomar o porque, por buscar en otros escondrijos, no consigo cogerle el gusto a estos días destemplados de rebajas tardías y pasiones intermitentes. Hay otras opciones pero, mientras llega Sant Sebastià y su Correfoc de diseño, voy a seguir remando contracorriente como si fuera un salmón en su viaje a saltos, río arriba, en busca del propio lugar de origen, sus aguas vírgenes, su lodo esencial. Ese lugar perdido en el que, sin embargo, vivo, aun sabiéndolo un espejismo del que me acabaré librando. Como todos.
Hay otros temas. Resulta cruel que a tres meses de las elecciones todo se reduzca, en Baleares, a un tráfico de pactos y connivencias más o menos al peso. O que a nivel nacional, Zapatero y Rajoy anden a la par en las encuestas. Esa paradoja debiera bastar para botarlos –de botar, no votar- con urgencia a los dos. O eso o aceptar que nos conformamos con poco, que nos encanta languidecer en esta crisis lenta y nuestra de cada día.
Pero no sólo se trata de política. El año empezó con un bebé en Son Dureta bajo sospechas, fundadas o no, de malos tratos. No puedo ponerme en el lugar de ese dolor que no he sufrido. No puedo ponerme en el lugar de los represaliados ni en el de los represores. No puedo entrar en esa dialéctica de víctimas y verdugos. Mi memoria es otra, la que padeció una educación torpe y represiva pero también contó con el afecto y educación familiares, la que aprendió que para superar los errores no hay que repetirlos ni, desde luego, reproducirlos en sentido opuesto, la que distingue entre una Iglesia que intenta auxiliar al necesitado de otra –con más púrpura- que promueve, en Madrid, mítines contra una sociedad que se dice laica y no acaba de serlo. Demasiada necedad historicista, mito sin digerir, orgullo narcisista y no poca náusea nacionalista, como la del fraile Seguí, lo impiden. ¿Hasta cuándo?
Me siento más perplejo que de común y no sé si es porque la rutina navideña me acaba recordando ese aceite de ricino que jamás me dieron a tomar o porque, por buscar en otros escondrijos, no consigo cogerle el gusto a estos días destemplados de rebajas tardías y pasiones intermitentes. Hay otras opciones pero, mientras llega Sant Sebastià y su Correfoc de diseño, voy a seguir remando contracorriente como si fuera un salmón en su viaje a saltos, río arriba, en busca del propio lugar de origen, sus aguas vírgenes, su lodo esencial. Ese lugar perdido en el que, sin embargo, vivo, aun sabiéndolo un espejismo del que me acabaré librando. Como todos.
Hay otros temas. Resulta cruel que a tres meses de las elecciones todo se reduzca, en Baleares, a un tráfico de pactos y connivencias más o menos al peso. O que a nivel nacional, Zapatero y Rajoy anden a la par en las encuestas. Esa paradoja debiera bastar para botarlos –de botar, no votar- con urgencia a los dos. O eso o aceptar que nos conformamos con poco, que nos encanta languidecer en esta crisis lenta y nuestra de cada día.
Pero no sólo se trata de política. El año empezó con un bebé en Son Dureta bajo sospechas, fundadas o no, de malos tratos. No puedo ponerme en el lugar de ese dolor que no he sufrido. No puedo ponerme en el lugar de los represaliados ni en el de los represores. No puedo entrar en esa dialéctica de víctimas y verdugos. Mi memoria es otra, la que padeció una educación torpe y represiva pero también contó con el afecto y educación familiares, la que aprendió que para superar los errores no hay que repetirlos ni, desde luego, reproducirlos en sentido opuesto, la que distingue entre una Iglesia que intenta auxiliar al necesitado de otra –con más púrpura- que promueve, en Madrid, mítines contra una sociedad que se dice laica y no acaba de serlo. Demasiada necedad historicista, mito sin digerir, orgullo narcisista y no poca náusea nacionalista, como la del fraile Seguí, lo impiden. ¿Hasta cuándo?
Etiquetas: Artículos
1 Comments:
Deberíamos presentarnos a las elecciones. Blogueros, uníos :-)
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