LA TELARAÑA: el peaje

viernes, enero 2

el peaje



La Telaraña en El Mundo.



Aunque no la agotemos y nos desborde su caudal, podemos comparar la vida a un sinuoso torrente con el mar oscuro al fondo, a un lienzo que no queremos acabar de firmar pero que ya lleva, indeleble, nuestra huella, a un libro, en fin, con las costuras maltrechas que –y esa creencia o temor es contagioso- tiene las páginas contadas. Por suerte ignoramos su número y, en esa inquietud, lo abrimos cada día para reencontrarnos ante una página en blanco, la página vacía que hay que llenar como sea. Eso hacemos. Atravesamos arrecifes y piras, recodos imprevistos y así, capítulos -a veces dunas, precipicios, marjales, nada- a los que llamamos años: los devoramos como caníbales -con hambre y conocimiento atrasado- y los atesoramos porque en ellos está cuanto somos y hasta algo de lo que seremos. Es sólo una sospecha, un interrogante que nos resistimos a cerrar. Vivir es resistir. Resistimos.

Llegó 2009. Bienvenido. Llegó con un segundo de retraso, un segundo eterno donde se escondieron los encapuchados y los pirómanos, los necios ecos tribales de una Diada que quiere ser la verdadera. Vaya por Dios. Ese anhelo no es de este mundo. Llegó acogido por coronas mortuorias a la sombra de Jaume I y un pabellón de estandartes alzando sus cuatro barras a la cárcel del futuro, la danza de unas autoridades rendidas a la esquizofrenia de un conquistador y su masacre étnica. El progresismo es ahora la vuelta al pasado, a la página ya escrita. Muchos borrones les aguardan. ¿Cuánto durará la farsa?

El tiempo crea sus edificaciones a base de sucesivos derrumbes. Que yo prefiera, al hilo cautivo de la cronología, el decadentismo literario de Huysmans y D'Annunzio al de su ilustre discípulo, Llorenç Villalonga, no significa que no entienda la locura del Institut Ramón Llull –y su greña de siglas- de iniciar el año con la enésima traducción de Bearn o La Sala de las Muñecas. La entiendo. Vivir del pasado tiene su peaje. Cuesta reescribir la historia. Cuesta mucho, pero no sirve para nada. Menos mal.

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