bienvenido, Míster Marshall
La respuesta a la pregunta del Debate -Ante la indefinición del Govern, ¿cree que Antich debe sumar los 500 euros para comprar un vehículo?- en El Mundo.
Sí. Pero ya, porque si Zapatero decide –en estos días de crisis, gripes y nacionalismos mutantes y ante la criba de las elecciones europeas- ayudarnos a convertir nuestros viejos autos locos en relucientes limusinas –por mí, como si le diera por promocionar sudaderas, frigoríficos, mondadientes o viajes pagados a Kosovo-, a Antich no le queda otra que sumarse a los festejos y enterrar sus sueños etéreos de trenes, bicis y tranvías –que a todo eso ya jugamos cuando el mundo era mucho más joven y nosotros unos chavales- y abandonarse, dócil, al placer subvencionado del transporte privado.
Debería, pues, removerse la niebla de la mollera y auscultar el blanco y negro con más contraste de nuestra historia colectiva. Reencarnarse en el inmenso Pepe Isbert de la película de Berlanga y tomar cumplida nota de nuestros deseos e ilusiones más íntimas y ocultas. Que no nos niegue ese instante de esperanza y éxtasis. No nos importa el desengaño final. Igual es que somos masoquistas.
Pero aquí estamos para darle ideas. ¿Para qué otra cosa si no? Y si le falta dinero, que suprima conserjerías y altos y medios y bajos cargos de confianza, que se aparte –como de los vapores sulfúricos- de la segregación lingüística de la OCB, IB3 o algunos departamentos de la UIB, que afine los presupuestos internacionales de Grosske o de su amigo Bayona. Y si no tiene a mano alguna Lolita Sevilla de pega, que pruebe con Munar. Lo folklórico siempre da mucho juego.
Dar juego. Ese es principal problema de Antich y de sus socios de gobierno, de pacto interesado y ecléctico, de asociación metapolítica, paralingüística y anticultural –o cultural tan sólo para los neutrales, parafraseando a Paco Ibáñez cuando, aún, podíamos reconocer su voz quebrada por el humo y su valor suicida y poético, enorme, al arrastrar hasta el limbo del infinito el eco palpitante y anacrónico de los versos de Celaya-, de grupo de presión y dispersión, de destacamento con mando en plaza pero sin sufragios morales ni contables, sin proyectos manejables ni, sobre todo, sostenibles cara al sol del futuro, sin accesos a Son Espases –el paraíso chapoteando sobre ruinas y en mitad de ninguna parte, como siempre-, sin ordenadores en las aulas, sin agallas ni torbellinos, sin ideas brillantes, sin apuestas de riesgo, sin sorpresas, sin destellos, sin nada. ¡Vengan esos 500 euros, hombre!
Debería, pues, removerse la niebla de la mollera y auscultar el blanco y negro con más contraste de nuestra historia colectiva. Reencarnarse en el inmenso Pepe Isbert de la película de Berlanga y tomar cumplida nota de nuestros deseos e ilusiones más íntimas y ocultas. Que no nos niegue ese instante de esperanza y éxtasis. No nos importa el desengaño final. Igual es que somos masoquistas.
Pero aquí estamos para darle ideas. ¿Para qué otra cosa si no? Y si le falta dinero, que suprima conserjerías y altos y medios y bajos cargos de confianza, que se aparte –como de los vapores sulfúricos- de la segregación lingüística de la OCB, IB3 o algunos departamentos de la UIB, que afine los presupuestos internacionales de Grosske o de su amigo Bayona. Y si no tiene a mano alguna Lolita Sevilla de pega, que pruebe con Munar. Lo folklórico siempre da mucho juego.
Dar juego. Ese es principal problema de Antich y de sus socios de gobierno, de pacto interesado y ecléctico, de asociación metapolítica, paralingüística y anticultural –o cultural tan sólo para los neutrales, parafraseando a Paco Ibáñez cuando, aún, podíamos reconocer su voz quebrada por el humo y su valor suicida y poético, enorme, al arrastrar hasta el limbo del infinito el eco palpitante y anacrónico de los versos de Celaya-, de grupo de presión y dispersión, de destacamento con mando en plaza pero sin sufragios morales ni contables, sin proyectos manejables ni, sobre todo, sostenibles cara al sol del futuro, sin accesos a Son Espases –el paraíso chapoteando sobre ruinas y en mitad de ninguna parte, como siempre-, sin ordenadores en las aulas, sin agallas ni torbellinos, sin ideas brillantes, sin apuestas de riesgo, sin sorpresas, sin destellos, sin nada. ¡Vengan esos 500 euros, hombre!
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
Buenos días
Y tan buenos:-)
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