LA TELARAÑA: el estado de la ingravidez

viernes, mayo 15

el estado de la ingravidez

La Telaraña en El Mundo.



En la memoria, el tiempo pierde sus coordenadas y recobra –a su aire- la simultaneidad perdida de fechas y eventos. El instante presente es una mezcla de posibilidades que siempre retornan, un haz de pruebas y errores, el perfil bárbaro de una irreal síntesis. Así, la UIB revive, con Perfecto Cuadrado y Díaz de Castro, el apacible paisaje de su colección «Poesia de Paper», mientras purga -de forma política, crepuscular y vergonzosa- a uno de sus más ilustres, sensatos y activos fundadores: Román Piña Homs. ¿La muerte del padre, su asesinato? ¿El cruel cainismo de siempre? Qué asco de país e instituciones. Qué asco de perversión ideológica. La domótica del horror.
Mientras tanto, el tiempo juega con nosotros. Y viceversa. El debate sobre el Estado de la Nación -¿Qué nación? ¿Cuál estado?- empezó el martes en el hemiciclo del Parlamento y acabó el miércoles, ya con alevosía nocturna, en las gradas de Mestalla y la autonómica final de la Copa del Rey. El resultado no importa. La única conclusión final es el triunfo del gregarismo, de su exhibición visceral e histérica tanto en un lugar como en el otro.
El estado de la nación debe de ser, pues, algo gaseoso y sulfúrico. Volátil. Denso. Ingrávido. No sé si sutil, pero sí de una solidez frágil, quizá tan infumable como la inmunidad de Munar o los vuelos rasantes de Miquel Nadal alrededor de Estaràs o Antich. Algo muy raro. Me lo temía.

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