LA TELARAÑA: la erótica del poder

sábado, mayo 2

la erótica del poder

La respuesta a la pregunta del debate -¿Cree que la inclusión de Estaràs en la candidatura del PP a las europeas hace necesario un congreso extraordinario?- en El Mundo.



No. Pero los partidos políticos me parecen entes alienígenas. Creo intuir, eso sí, que la gente, cuando se asocia, adquiere una especie de estilo común –un mínimo común denominador, por así decirlo- que nunca fue muy de mi agrado. Al contrario. En otro tiempo me dio por frecuentar algunas reuniones de la CNT en Valencia. Eran tiempos, en verdad, extraordinarios, repletos de cánticos flamígeros, de proyectos enormes y, a la vez, flexibles y realistas. Tiempos de solidaridad, participación y compromiso. ¿Tiempos propicios? ¿Sí? Sí. Pues ni por esas. Toda mi literatura se deshacía como arena, crepuscular, entre los brazos de aquellos seres bruñidos al sol, quizás, de un horno metalúrgico o al fuego lento de la sed áspera y la soledad extenuada de las tierras y huertas baldías. Creo que fue entonces cuando supe que mi oficio habría de ser, ya para siempre, dibujar tan sólo signos en la arena, en la orilla misma donde las olas y el tiempo juegan con nosotros y las palabras. En efecto, en esa labor prosigo.

La historia, ya se sabe, tiende a repetirse. El Dorado es un lugar mítico que cada cual encuentra donde puede o le dejan. Jaume Matas se fue a Washington y Rosa Estaràs piensa buscarlo en Estrasburgo. “Me hace ilusión” le dijo a Rajoy y recibió un pasaje de primera con el prestigioso número diez en la solapa. Qué nivel. Así cualquiera se apunta al paraíso y desoye las penurias, más terrenales, de unas islas convulsas con los juzgados repartiendo citaciones y expedientes como si sus puertas –las de la Justicia- fueran el chirriante torno de una estación de embarque hacia ninguna parte. Lo son.

Llego al final o al principio. Al Congreso Extraordinario que exige, con energía, Carlos Delgado y del que abomina, principios fundamentales en la frente, Estaràs. Y aunque sé quién maneja razones y quién réditos, creo que lo que procede, en vez de armar más ruido -con tintes tan ordinarios que se quieren extraordinarios, nada menos-, es disimular el tumulto, la guerra declarada de los clanes y las familias, el negociado de las ambiciones y el impudor ante la vampírica erótica del poder. Si las listas de los partidos fueran listas abiertas, donde no privara la sumisión piramidal, nos cantaría, quizás, otro gallo. Hasta entonces, lo mejor es negar -no una, sino tres veces- esa parodia de la democracia real que es la infumable representación partidista.

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