LA TELARAÑA: El canto del gallo

sábado, junio 20

El canto del gallo

La respuesta al debate de El Mundo: ¿Cree que la desidia del Govern ha influido en que Spanair deje Palma?


Sí. Desde que la Humanidad se bajó del árbol –algo inexplicable, por cierto- nuestro sudoroso, alargado, circular o elíptico, discurrir sobre la tierra –áspera en sus eriales, frondosa en sus vergeles, paradójica en sus glaciares, pintoresca en sus acantilados y mansa en sus orillas de sol, chiringuito y playa- ha devenido un continuo conflicto territorial, una guerra de legiones, barricadas y pretiles, un laberinto de torres, baluartes y murallas, un tatuaje criminal de fronteras y cercas, un gran campo de concentración para todo tipo de nómadas, al final reconvertidos en refugiados o inmigrantes, en turba residual y hacinada, de por vida, en los selectivos graneros de la tribu.

Así las cosas, darle vueltas a la actuación de Francesc Antich en un asunto tan pendenciero como el traslado de Spanair –más bien rapto, tocata y fuga: sálvese quien pueda- desde la terminal de Palma a la de Barcelona podría parecer ocioso pero no lo es. Si España ya tiene su compañía de bandera en Iberia, Cataluña no podía sino buscarse la suya, la de andar por casa y sobrevolar la ajena. Esa es la función mediática de Spanair: sumarse a la guerra de signos y símbolos propia de toda política expansiva e imperial. Nacionalista. Delirante. Fratricida. Irracional. La pura y simple, indisimulable, lógica del holocausto.

Pero recopilemos algunas anécdotas. Días atrás recibí un email, absolutamente festivo, de Spanair. Están celebrando, con una semana sin gastos de emisión, el estreno de la flamante T1 en el aeropuerto de El Prat. Más tarde, de noche, me topé con José Montilla en TVE defendiendo, en perfecto castellano, la política de inmersión lingüística de Cataluña. Estuvo espléndido en su papel de inmigrante con ínfulas al que, aún, le falta perfeccionar su catalán. Pero todo se andará. Lo dijo sin inmutarse. A crédito.

¿Quién tiene, pues, la culpa? Antich. No es de recibo que mientras Carod pasea 29 tarjetas de crédito –para su seguridad, esa cuestión nacional, dicen- no sepamos las que lleva nuestro presidente en la guantera. Si dejara de juguetear con los Tren-Tram y con esa maniobra de distracción que son las Eurorregiones y se ocupara, algo más, en seducir al personal con exhibiciones maniqueas otro gallo nos cantaría. Claro que cuando canta un gallo, para unos amanece sin remisión y para otros empieza la hora triste y opaca de las negaciones. Es así.


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