LA TELARAÑA: Antich y sus espejismos

sábado, junio 5

Antich y sus espejismos

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que la subida de impuestos anunciada por Antich servirá para paliar la situación en Baleares?



Sí. Pero no me tomen muy a pecho, que una cosa es lidiar una noche de insomnio –quizá por llevarle la contraria a Gaspar Sabater como a mí mismo, ese es el juego- y otra, muy distinta, atender a toda una crisis desde la abyecta cloaca de esa corriente totalitaria y paracientífica donde ya sólo restan, si acaso, los últimos devotos del Estado por sobre todas las cosas; los que en el estertor de su trance saben lo útil que es una buena presión fiscal, ajustada al angosto círculo de una soga, para asfixiar cuanto huya de los tentáculos de la burocracia o huela a iniciativa privada. Por estos pagos, el Bloc y poco más, porque no me acabo de creer que Francesc Antich conjugue esos ripios, aunque lo finja y quiera sumarnos a las colas decrépitas de la peor de las distopías. Vivir para ver. O no vivir, ni para ver.

Lo cierto es que las luces de Antich son las que son. No hay más. No son las de una noche estrellada en que las constelaciones nos brinden el atlas de su ruta sideral a través de los cielos abiertos. No. Sus luces se asemejan más al negativo –fundido en negro- de un espejismo en el que él dice ver unas cosas y los demás sólo atisbamos el lienzo de una sinfonía muda, un dédalo de túneles anegados, un marjal de muros lívidos, un muñón vacío en que, al final, sólo se insinúan –y cómo y cuánto- las largas y tediosas horas de la rigidez o la impotencia -las formas quietas del movimiento cero- ante un universo desaparecido. O fulminado.

Pero a Antich no hay que pedirle imposibles. (En realidad, a nadie, pero esa es otra historia). Su labor no puede ir más allá de fisgar los desconchados de un patio de vecinos con aluminosis de siglos, ejercer de perito insular del Estatut de Cataluña, perpetuar las subvenciones a la OCB y su corte de asteroides en el lado más mezquino de la insolidaridad y el sectarismo y, en fin, proponer una red de fusiones entre entes, consorcios y fundaciones públicas –moviendo al personal, o sea, sacándole de quicio- para probar que esas empresas sólo sirvieron para disparar gastos y aprovisionar acólitos. Y si ahora se le ocurre sumar a tanto desbarre acumulado, la demagogia infinita de subir los impuestos sólo nos corrobora que no tiene ni la más remota idea de cómo se genera empleo, inversión y bienestar. Que es al revés de como pretende. Habrá que ver si le dejan y vigilar a los que, con su voto, se lo permitan.

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