LA TELARAÑA: Paisaje veraniego

viernes, agosto 13

Paisaje veraniego

La Telaraña en El Mundo.



El espectáculo está en la calle. Por ejemplo, en el desfile eterno de las mujeres que pasean su humanidad demoledora, sus curvas asombrosas y la piel infinita de un refrescante tornado, que me digo yo, y en el de los hombres, que vamos exhibiendo las pantorrillas, los bíceps, los tríceps o los resignados michelines, que me dice una amiga, y yo que me la creo, porque la realidad es como es y no es lícito prohibirla ni buscarle fisuras a las diferencias hormonales cuando se trata de admirar el territorio ajeno –el cuerpo- que cada cual ocupa, al menos, con la vista, a falta de otras ocupaciones que no trataré en esta columna.

O quizá sí. La Babel de las mil lenguas –inglés, español, alemán, francés, no sé si ruso, italiano, polaco, chino, quizá catalán- se retuerce bajo la locura arremolinada de sus torreones, sus escaleras de caracol ávido de lluvia, su palmito de arrabal y avenida, su perfil a contraluz, su sexo de bengala encendida, para siempre, en mitad del calor y el naufragio, en un paraíso que quisiéramos ubicuo, sin suerte.

Así, en otro lugar muy próximo, en el siniestro légamo de la realidad oficial, con la lengua convertida en una franquicia y un peaje, la belleza de los cuerpos se pierde, prostituida, entre las rejas de la inmersión lingüística. Con el rubor de sabernos proscritos nos queda, tan sólo, un cierto orgullo que, por supuesto, no vamos a enarbolar. Faltaría más.

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