Buen viaje, Pastor
La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Pastor debe abandonar el PP si no está de acuerdo con su programa?
Sí. A Antoni Pastor sólo cabe abrirle las
puertas y desearle -aunque sólo sea por la más simple y elemental de las
cortesías- el mejor y más largo y fructífero de los viajes. Que ya habrá
tiempo, si se tercia, para el rencuentro y hasta para el balance sentimental de
cuentas, el ajuste de agravios y desagravios, quizá en el peralte resbaladizo
de las curvas que vienen, y de las que vendrán, o en el nudo fiero de las
encrucijadas, en la emboscada fría y áspera de la niebla y, también, en el
vórtice enfurecido de los tornados, en algún lugar oculto entre el aullido
destemplado de las fieras en plena selva y el crepúsculo ciego -y cegador- de
las ideologías. Por ahí, pues, en cualquier parte o en ninguna. Quizá en la
hora ridícula, pero definitiva, del juicio final. ¿Demasiado tarde? Quién sabe.
Porque lo único
cierto -pero no sé si verdadero- es que un partido político no puede acabar
convirtiéndose en un refugio para los amigos y los amigos de los amigos y los
amigos de los amigos de los amigos y suma y sigue y, así, la amistad -ese
eufemismo- vaya formando una enorme bola de nieve, siempre cuesta abajo y hacia
el abismo, una madeja de intereses selectivos y superfluos donde sólo importa,
finalmente, el cargo, la tajada, la mordida, el beneficio. Y el latido, tan
apetitoso, claro, de la yugular ajena.
Etiquetas: Artículos
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