LA TELARAÑA: El laberinto del 11-S

viernes, septiembre 9

El laberinto del 11-S


La Telaraña en El Mundo.
  
 Se acerca el 11 de septiembre y la celebración de una nueva Diada en Cataluña (y en Baleares, el día 12, pero esa no parece importarle a casi nadie). Una diada en la que, aprovechando que los nacionalismos están gobernando, aunque sea de aquella triste manera, en Valencia y Baleares, se intentará convertir la ficción de los países catalanes en algo más que en un disparate geográfico. No hay problema. Con la presencia de las fuerzas vivas (aunque renqueantes y no menos zombis) de Cataluña, Valencia, las Islas Baleares, la franja este de Aragón, Andorra, el Rosellón francés, el Alguer italiano (allá por Cerdeña) y El Carche (en la esquina noreste de Murcia) están más que garantizados unos espléndidos juegos florales. Sin ninguna duda.
 Pero hay fechas que se hacen un hueco propio en nuestras vidas. Estaba yo en Barcelona el 11 de septiembre de 2001 sentado ante el televisor mientras Matías Prats narraba, no las vicisitudes de la diada catalana de aquel año, que ni recuerdo si la hubo, sino el horror sucesivo de los aviones enloquecidos impactando contra las Torres Gemelas de Nueva York, mientras el mundo se venía abajo con ellas y todos nosotros presentíamos que aquello no era el fin del mundo, pero sí el fin de muchas cosas; de muchísimas, en efecto, pero no de la estupidez, la negligencia o el sectarismo, los enfrentamientos a cara de perro por razones tribales, lingüísticas, étnicas o religiosas. Casi nada.
 Está claro que no avanzamos demasiado. O no, al menos, en la dirección correcta. El camino está repleto de falsas rotondas y hay abismos abiertos en mitad de ninguna parte. Puede que nos hayamos perdido. ¿Quién iba a decírnoslo, mientras la generación digital muestra el fulgor de sus flores de mentira y la existencia se refugia en el contagio de las redes sociales y el lenguaje se colapsa y el discurso no es otra cosa que unos fragmentos reunidos al azar de un Dios que ya no importa si existe, porque casi nadie cree en él? Casi nadie cree ya en nada.
 El panorama, pues, no pinta muy tranquilizador. Entre todos vamos creando los conflictos que luego se emponzoñan y eternizan, vamos recreando las crisis, más o menos profundas, que nos asolan, la peste metafórica que nos tiene confinados en el laberinto de este mundo, porque no parece que haya otro y afuera no hay nada, salvo el holograma de los paraísos artificiales que tantas veces hemos soñado habitar sin ningún éxito, el ridículo espejismo de nuestra enfermiza nostalgia por todo aquello que creemos haber perdido y que no sé yo si fue así, porque no se puede perder lo que, de hecho, nunca se ha poseído. Ni en sueños.

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