Entrevista en UH sobre Las piedras del águila
Este es el enlace digital a la Entrevista en UH.
Aquí la versión extendida. Las preguntas son de Adrián Malagamba.
UH.- P.- La
cita previa de Camus fue escogida, obviamente, antes de algunas situaciones de
la actualidad, como la guerra de Rusia y Ucrania, no obstante parece muy apropiada.
¿Tiene relación con los acontecimientos que nos rodea o, por otro lado, hay que
entenderlo como algo más micro?
R.- Las
buenas citas no caducan y valen para entender tanto la gran historia de todos
como la pequeña de cada uno. Cada civilización se edifica sobre las ruinas de
las anteriores y por ello no es extraño que, de jóvenes, queramos mejorar el
mundo y que, ya de mayores, nos tengamos que conformar con mantener en pie lo
poco que logramos construir. Vivimos entre ruinas, inevitablemente.
P.- Se comenta
en el prólogo del editor que es un estilo ‘inclasificable’. A veces se abusa de
este epíteto, ¿por qué es inclasificable este texto? ¿Es algo buscado o, por
otro lado, el mero resultado de su propio estilo?
R.- Aquí,
inclasificable, es una etiqueta que busca no serlo. No me gustan las etiquetas.
Este libro es el más poético de todos mis libros; y, sin embargo, es en prosa…
Y abarca todos mis temas de referencia: las relaciones entre el conocimiento y
el lenguaje, el temblor del universo al ser nombrado, la incertidumbre y el
insomnio de los días y las noches, la infancia y la familia, la muerte, la
sombra oscura de Dios, el amor y, por supuesto, la belleza, Marilyn Monroe, la
ciencia ficción del futuro o el pasado persiguiéndome por las calles de Nueva
York o Palma…
P.- Las
temáticas tratadas son, como se explica, «las ya tratadas en la dilatada obra
del autor», y que incluyen cosas como la muerte, el cuerpo, el amor, etcétera.
¿Es capaz de agotarse la escritura de un autor sobre los temas que le
obsesionan?
R.- Todo se
puede agotar, desde luego, cuando uno deja de añadir experiencias vitales a su
vida, pero dudo mucho que una sola vida baste para saciar toda la curiosidad
que me suele mantener expectante.
P.- Se habla
de que nuestra generación (por nuestra me refiero a la mía, la los nacidos a
partir de los 80-90) tenemos un gran salto con respecto a las que nos preceden
y no hemos vivido grandes catástrofes o un mundo tan problemático como el que
existió en gran parte del siglo XX. Esto ha sido utilizado para explicar que no
hay tanta comunicación entre generaciones. Desde esta premisa, y teniendo en
cuenta que en los últimos 15 años hemos tenido una crisis económica, pandemia y
un conflicto en ciernes a las puertas de Europa, ¿nos hemos puesto las pilas
para llegar a esa comprensión y comunicación?
R.-Conozco
tu generación, porque es la de mi hijo. En general, tuvisteis una excelente
infancia, sin demasiados problemas. Yo tampoco los tuve de niño o joven y es
muy posible que sea ahora, ya adulto, cuando me alcanzan las crisis económicas,
las guerras intolerables, los populismos sectarios, etcétera. Sinceramente me
temo que todos nos tendremos que poner las pilas al unísono.
P.- Se habla
al inicio del libro del anhelo por la piedra que se sabe piedra o el perro que
se sabe perro, por oposición, ¿sabe el hombre que es hombre con todo lo que
ello implica dada su condición? ¿Es esa la gran batalla a la que se enfrenta el
poeta y el narrador: descubrir qué y quién es? Dicho de otra manera, ¿se logra
dar con el tranquillo de ser uno mismo y de saber quién se es?
R.- ¡Ser
uno mismo! Puede que esa sea la gran cuestión de todas las filosofías. «Ojalá
llegues a ser quién eres», decía Píndaro, y en esas seguimos estando
porque nunca acabamos de reconocernos del todo. Hay un abismo entre la realidad
y el lenguaje, entre el conocimiento y su formulación exacta. En esa grieta
llevamos desde siempre. Ya me he acostumbrado a ella.
P.- Hablando
de rocas, ¿a qué hace referencia Las piedras del águila? (sé que se menciona
las supuestas propiedades de un tipo de roca, la conocida como etite, pero ¿a
qué se debe esta referencia?). ¿Cómo se conjugan escritura, memoria, intimidad
y el paso del tiempo en este libro?
R.- Las
piedras del águila pertenecen al ritual físico del nacimiento de un ser vivo,
no importa si los aguiluchos o si nosotros mismos. Me sirven para ilustrar la
difícil tarea de la creación: creamos universos con palabras y luego no somos
capaces de comprenderlos en su totalidad. Una paradoja muy interesante, creo.
P.- El libro,
que posee un carácter intimista, parece un paseo por la memoria, con
referencias a autores aquí y allá y a momentos más o menos importante. «La
verdad y la mentira no importan en la memoria», dice en el capítulo New York,
New York, ¿qué importa en ella pues?
R.-Todo
importa, pero sólo lo justo. No hay nada que deba importar demasiado. En mi
libro he vaciado mi propia conciencia sabiendo que nada es inmutable, que la
verdad y la mentira responden a unos parámetros fijos que, a veces, se quedan
desfasados, obsoletos. Parece, en fin, que todo se transforma sin parar. Un
optimista hasta diría que evoluciona. Pero visto el panorama actual
-populismos, pandemias, guerras, sin olvidar la discriminación cultural y
lingüística, especialmente aquí en Baleares- no estoy nada seguro de que sea
así.
P.-¿Se corre
el riesgo de acabar ahogado en el torrente de recuerdos si uno se fija en él el
tiempo suficiente? (parafraseando la famosa cita de Nietzsche acerca del abismo).
¿Puede uno acabar convertido en un recuerdo andante (y, acaso, es eso algo
malo)?
R.-La
locura no es una opción, sino un fracaso. Es cierto que somos una extraña
alianza entre el tiempo y el espacio, entre la idea del principio y la idea del
final. No es fácil observar siempre el mundo con la suficiente lucidez y
cordura, pero somos los dueños únicos del discurso y estamos obligados a mirar
directamente a la luz y a mantener su mirada. Como los aguiluchos de
Aristóteles.
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