LA TELARAÑA: Entrevista en UH sobre Las piedras del águila

lunes, marzo 21

Entrevista en UH sobre Las piedras del águila

 


Este es el enlace digital a la Entrevista en UH.




Aquí la versión extendida. Las preguntas son de Adrián Malagamba.


UH.- P.- La cita previa de Camus fue escogida, obviamente, antes de algunas situaciones de la actualidad, como la guerra de Rusia y Ucrania, no obstante parece muy apropiada. ¿Tiene relación con los acontecimientos que nos rodea o, por otro lado, hay que entenderlo como algo más micro?

 

R.- Las buenas citas no caducan y valen para entender tanto la gran historia de todos como la pequeña de cada uno. Cada civilización se edifica sobre las ruinas de las anteriores y por ello no es extraño que, de jóvenes, queramos mejorar el mundo y que, ya de mayores, nos tengamos que conformar con mantener en pie lo poco que logramos construir. Vivimos entre ruinas, inevitablemente. 

 

 

P.- Se comenta en el prólogo del editor que es un estilo ‘inclasificable’. A veces se abusa de este epíteto, ¿por qué es inclasificable este texto? ¿Es algo buscado o, por otro lado, el mero resultado de su propio estilo?

 

R.- Aquí, inclasificable, es una etiqueta que busca no serlo. No me gustan las etiquetas. Este libro es el más poético de todos mis libros; y, sin embargo, es en prosa… Y abarca todos mis temas de referencia: las relaciones entre el conocimiento y el lenguaje, el temblor del universo al ser nombrado, la incertidumbre y el insomnio de los días y las noches, la infancia y la familia, la muerte, la sombra oscura de Dios, el amor y, por supuesto, la belleza, Marilyn Monroe, la ciencia ficción del futuro o el pasado persiguiéndome por las calles de Nueva York o Palma…

 

 

P.- Las temáticas tratadas son, como se explica, «las ya tratadas en la dilatada obra del autor», y que incluyen cosas como la muerte, el cuerpo, el amor, etcétera. ¿Es capaz de agotarse la escritura de un autor sobre los temas que le obsesionan?

 

R.- Todo se puede agotar, desde luego, cuando uno deja de añadir experiencias vitales a su vida, pero dudo mucho que una sola vida baste para saciar toda la curiosidad que me suele mantener expectante.

 

 

P.- Se habla de que nuestra generación (por nuestra me refiero a la mía, la los nacidos a partir de los 80-90) tenemos un gran salto con respecto a las que nos preceden y no hemos vivido grandes catástrofes o un mundo tan problemático como el que existió en gran parte del siglo XX. Esto ha sido utilizado para explicar que no hay tanta comunicación entre generaciones. Desde esta premisa, y teniendo en cuenta que en los últimos 15 años hemos tenido una crisis económica, pandemia y un conflicto en ciernes a las puertas de Europa, ¿nos hemos puesto las pilas para llegar a esa comprensión y comunicación?

 

R.-Conozco tu generación, porque es la de mi hijo. En general, tuvisteis una excelente infancia, sin demasiados problemas. Yo tampoco los tuve de niño o joven y es muy posible que sea ahora, ya adulto, cuando me alcanzan las crisis económicas, las guerras intolerables, los populismos sectarios, etcétera. Sinceramente me temo que todos nos tendremos que poner las pilas al unísono.

 

 

P.- Se habla al inicio del libro del anhelo por la piedra que se sabe piedra o el perro que se sabe perro, por oposición, ¿sabe el hombre que es hombre con todo lo que ello implica dada su condición? ¿Es esa la gran batalla a la que se enfrenta el poeta y el narrador: descubrir qué y quién es? Dicho de otra manera, ¿se logra dar con el tranquillo de ser uno mismo y de saber quién se es?

 

R.- ¡Ser uno mismo! Puede que esa sea la gran cuestión de todas las filosofías. «Ojalá llegues a ser quién eres», decía Píndaro, y en esas seguimos estando porque nunca acabamos de reconocernos del todo. Hay un abismo entre la realidad y el lenguaje, entre el conocimiento y su formulación exacta. En esa grieta llevamos desde siempre. Ya me he acostumbrado a ella.

 

 

P.- Hablando de rocas, ¿a qué hace referencia Las piedras del águila? (sé que se menciona las supuestas propiedades de un tipo de roca, la conocida como etite, pero ¿a qué se debe esta referencia?). ¿Cómo se conjugan escritura, memoria, intimidad y el paso del tiempo en este libro?

 

R.- Las piedras del águila pertenecen al ritual físico del nacimiento de un ser vivo, no importa si los aguiluchos o si nosotros mismos. Me sirven para ilustrar la difícil tarea de la creación: creamos universos con palabras y luego no somos capaces de comprenderlos en su totalidad. Una paradoja muy interesante, creo.

 

 

P.- El libro, que posee un carácter intimista, parece un paseo por la memoria, con referencias a autores aquí y allá y a momentos más o menos importante. «La verdad y la mentira no importan en la memoria», dice en el capítulo New York, New York, ¿qué importa en ella pues?

 

R.-Todo importa, pero sólo lo justo. No hay nada que deba importar demasiado. En mi libro he vaciado mi propia conciencia sabiendo que nada es inmutable, que la verdad y la mentira responden a unos parámetros fijos que, a veces, se quedan desfasados, obsoletos. Parece, en fin, que todo se transforma sin parar. Un optimista hasta diría que evoluciona. Pero visto el panorama actual -populismos, pandemias, guerras, sin olvidar la discriminación cultural y lingüística, especialmente aquí en Baleares- no estoy nada seguro de que sea así.

 

 

P.-¿Se corre el riesgo de acabar ahogado en el torrente de recuerdos si uno se fija en él el tiempo suficiente? (parafraseando la famosa cita de Nietzsche acerca del abismo). ¿Puede uno acabar convertido en un recuerdo andante (y, acaso, es eso algo malo)?

 

R.-La locura no es una opción, sino un fracaso. Es cierto que somos una extraña alianza entre el tiempo y el espacio, entre la idea del principio y la idea del final. No es fácil observar siempre el mundo con la suficiente lucidez y cordura, pero somos los dueños únicos del discurso y estamos obligados a mirar directamente a la luz y a mantener su mirada. Como los aguiluchos de Aristóteles.