Auscultando la ciudad en ruinas.
Te golpeas igual que las piedras que ruedan, pero pronto llega el desahucio de los sentidos y entonces ya nada importa.
¿Qué podría turbarte, ahí suspendido entre incontables objetos perdidos a los que no sabrías - ni siquiera por metafórica semejanza - poner un nombre?
Una gota de sangre coagulada con forma de estrella, de ameba, de araña o de eclipse. Una marca volátil que se aleja y se acerca - y finalmente se adhiere a tu pecho y dibuja una flor vacilante, una herida abierta al hierro silente de un fuego mezquino.
Este eco ancestral preludia tambores de ansiedad e insomnio.
Te golpeas igual que las piedras que ruedan, pero pronto llega el desahucio de los sentidos y entonces ya nada importa.
¿Qué podría turbarte, ahí suspendido entre incontables objetos perdidos a los que no sabrías - ni siquiera por metafórica semejanza - poner un nombre?
Una gota de sangre coagulada con forma de estrella, de ameba, de araña o de eclipse. Una marca volátil que se aleja y se acerca - y finalmente se adhiere a tu pecho y dibuja una flor vacilante, una herida abierta al hierro silente de un fuego mezquino.
Este eco ancestral preludia tambores de ansiedad e insomnio.
Etiquetas: Creación, Literatura
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