Terminator
Acabo de salir de la consulta privada de mi otorrino. Todo perfecto si no fuera por un impresentable joven de origen hispano, presunto emigrante, de unos dos metros largos repletos de músculo profusamente tatuado - además de la brillante cabeza rapada ad hoc - y su hijita, una preciosa criatura con la única obsesión de limpiarse sus manos y su cara, repletas de manteca de cacao, en mi hasta entonces limpia americana.
Al advertirle al padre, creo que con irritada pero aún así calculada educación, que controlara, por favor, los desmanes de su hija no tuvo mejor ocurrencia que acusarme de racista, y lo que es peor, de gritarme con mirada ceñuda que no le gustaba nada de nada, pero nada, mi cara... Coño, mal asunto, no tengo otra, pensé, convencido de que la discusión se me había ido de las manos y aunque eso sí me dolió - porque pienso que es grave no poder acabar lo que se empieza - no tuve más remedio que optar por un completo mutis: no sé si porque no me gusta discutir con armarios o ya no estoy para según qué trotes...
Pero una cosa lleva a la otra y al llegar a casa, tras sortear la caótica y recién restablecida circulación de Las Ramblas, uno lee los titulares de los periódicos o las recién nacidas News de Google - un formidable noticiero online - y se sobresalta con unos pocos temas que parecen estar en boca de todos: democracia, malos tratos, racismo y... Schwarzernegger, que me viene como anillo al dedo porque de alguna manera parece englobarlos a todos.
Como saben, acaba de ser elegido gobernador de California a pesar de la fuerte publicidad en su contra, con crispadas acusaciones de que había manoseado a varias mujeres y que de joven expresó admiración por Adolf Hitler. Es obvio que los votantes no se creyeron nada de eso o si se lo creyeron no les importó demasiado. Además hasta es posible que la mayoría ni sepa quién fue Hitler. Al fin y al cabo viven muy atareados persiguiendo talibanes.
La democracia adulta tiene muchos defectos pero una gran virtud: ya no se vota por afinidad ideológica sino por propuestas concretas de gestión... Ignoro las de Terminator, y por eso no pienso discutírselas. Tampoco me gusta que me llamen racista pero es que no me gusta discutir con armarios, qué se le va a hacer.
Acabo de salir de la consulta privada de mi otorrino. Todo perfecto si no fuera por un impresentable joven de origen hispano, presunto emigrante, de unos dos metros largos repletos de músculo profusamente tatuado - además de la brillante cabeza rapada ad hoc - y su hijita, una preciosa criatura con la única obsesión de limpiarse sus manos y su cara, repletas de manteca de cacao, en mi hasta entonces limpia americana.
Al advertirle al padre, creo que con irritada pero aún así calculada educación, que controlara, por favor, los desmanes de su hija no tuvo mejor ocurrencia que acusarme de racista, y lo que es peor, de gritarme con mirada ceñuda que no le gustaba nada de nada, pero nada, mi cara... Coño, mal asunto, no tengo otra, pensé, convencido de que la discusión se me había ido de las manos y aunque eso sí me dolió - porque pienso que es grave no poder acabar lo que se empieza - no tuve más remedio que optar por un completo mutis: no sé si porque no me gusta discutir con armarios o ya no estoy para según qué trotes...
Pero una cosa lleva a la otra y al llegar a casa, tras sortear la caótica y recién restablecida circulación de Las Ramblas, uno lee los titulares de los periódicos o las recién nacidas News de Google - un formidable noticiero online - y se sobresalta con unos pocos temas que parecen estar en boca de todos: democracia, malos tratos, racismo y... Schwarzernegger, que me viene como anillo al dedo porque de alguna manera parece englobarlos a todos.
Como saben, acaba de ser elegido gobernador de California a pesar de la fuerte publicidad en su contra, con crispadas acusaciones de que había manoseado a varias mujeres y que de joven expresó admiración por Adolf Hitler. Es obvio que los votantes no se creyeron nada de eso o si se lo creyeron no les importó demasiado. Además hasta es posible que la mayoría ni sepa quién fue Hitler. Al fin y al cabo viven muy atareados persiguiendo talibanes.
La democracia adulta tiene muchos defectos pero una gran virtud: ya no se vota por afinidad ideológica sino por propuestas concretas de gestión... Ignoro las de Terminator, y por eso no pienso discutírselas. Tampoco me gusta que me llamen racista pero es que no me gusta discutir con armarios, qué se le va a hacer.
Etiquetas: Literatura
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