Nuevo relato de Raúl Quirós. Os lo recomiendo.
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Me llega esta certera y profunda disgresión de Jean Travais - no dejéis de visitar su magnífico weblog - que bien puede servirnos como propuesta de debate.
Ahora que ya han pasado más de dos meses desde la trágica pérdida de nuestro colega Jean Travais es el momento de lanzar algunas reflexiones al aire sin más intención que el suave dejarse hablar.
¿Hasta que punto puede uno afirmarse como "creador" de personajes y evitar no ser asesinado por ellos? En la comparación evidente con Dios y su (presunta) muerte, el escritor lleva las de perder: de primeras ni siquiera parte del nihilismo absoluto, de la nada, del no-ser: pone en juego una razón común que, a través del decir (que los demonios me lleven si conozco otra forma de razón común), hace "brotar", "surgir", el personaje. No es un auténtico creador.
Si me concedes por esta vez un alarde de pedantería, existe un término griego que expresa esto claramente y a la vez de manera enigmática: physis. Traducida según la etimología -esto es, el significado que ha tomado a través de la historia - se puede concluir que no es otra cosa que la "naturaleza" de las cosas. Pero ¡alto!, pongámonos algo hermeneúticos y miremos la historia no a lo largo del tiempo, sino atravesando el tiempo: no hagamos historia, hagamos arqueología (retomando aquí a Foucault).
¿Qué decir de lo que era physis para los griegos? Para empezar podemos apuntar vagamente a "apariencia", "presencia", pero no de tal modo que exista la distancia moderna de una "apariencia" frente a la "realidad". Este "aparecerse" es un "brotar", un "surgir" de la oscuridad, un "revelarse" lo que le es propio a las cosas y que está oculto (se obvian aquí las interpretaciones místicas del sentido de "revelación").
Esto venía a propósito de los personajes creados por el autor, y a la asombrosa homofonía entre "revelarse" y "rebelarse": si del personaje cabe decirse en algún momento que es una creación del autor, sólo es porque éste tomó una suerte de semilla de lo que está oculto en la razón común, y durante el relato, la historia o el poema (un personaje no tiene porqué ser necesariamente antropomórfico, con sus piernas, sus brazos y su "opinión personal": así sólo logra levantar la sospecha de que lo que está haciendo el autor es escribirse a sí mismo, vanidad de vanidades), decía que durante el relato, el personaje "brota", esto es, se rebela y se revela como un ente autónomo, con su propia "physis", ya no es un producto del hombre, y si éste se encabezona ocurrirá lo siguiente: o matará al personaje o el personaje lo matará a él.
A propósito de esto recuerdo que de niño, cerca de mi barrio, alguien valló una pequeña arboleda con la intención, supongo, de evitar que los jóvenes fueran allí a cantarle al amor. Pues bien, con el paso de los años los árboles que estaban en contacto con la valla fueron creciendo y ladeándose contra la cerca hasta que finalmente lograron doblarla y rebajarla lo suficiente como para que los que ya no eramos tan críos pudiéramos acojernos a esa misteriosa fuerza que contenía el bosque. El fin del bosque lo puedes imaginar.
Supongo que el insufrible cursi de Jean Travais tenía tantos delirios de grandeza como poca valentía para controlar a sus personajes y claro, su Denís Hara, asesino pretérito y pluscuamperfecto donde los hubiera, acabó acuchillándolo a él.
Espero que me perdones esta disgresión algo paranoide y profundamente vanidosa, pero el fin de nuestros allegados siempre le hace a uno verse erróneamente por encima de sí mismo (cosa que el propio Mairena ya demostró como imposible).
(...)
Gracias, Jean. Creo que el tema merecerá más de un comentario ( aparte del mío, que tendrás en breve:-)
Primeros apuntes a la dualidad creador/personaje
Hasta Dios, en su creación, tuvo sus limitaciones: ¿Por qué crearnos a su imagen y semejanza? ¿Dios, un ególatra? Asi parece, si la dirección del planteamiento es sólo una... pero ¿no podría constatarse, de igual modo, que Dios es a lo que u a lo quién, por motivos de insatisfacción consciente, desea asemejarse la creación, el personaje en definitiva?
Aquí lo dejo de momento. Presiento que acabaré apelando a mi tesis de siempre: eliminar del lenguaje su dialéctica sin sumirnos en el callejón vacío del sinsentido.
Quizá anhelo el sinsentido que no necesita ser explicado... O como escribí el 18 de abril:
Vivo tan al margen como inmerso en vuestras miradas.
¿Son los límites, como sombras interpuestas, proyecciones de la voluntad o son dibujo físico de la herida, esa confirmación de la parte que, rebelándose, engendra el todo?
Rebelión. Revelación. ¡Oh, las palabras! Siempre demasiado promisorias. ¿Qué juego puede compararse a este juego, que siéndolo no lo es, no puede serlo?
Abro la mano a los destellos de la luz esquiva. Cubro tu cuerpo como el arco iris el horizonte... Todo son formas de decirlo... Te acaricio. Te penetro.
El instante previo al orgasmo: el final de los tiempos anuncia el poema, su estallido interior, su violencia muda.
Convertir el lugar común - el lenguaje - en punto de encuentro y singular diáspora.
Etiquetas: Literatura
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