Parece que los americanos se escandalizaron más por un simple pezón estrellado que nosotros, los españoles, por el culo al aire de nuestros actores y actrices negándose a condenar, explícitamente, el terrorismo etarra. No parece la única diferencia cultural entre el público de ambos países ni, sobre todo, entre sus colectivos de variedades. Los nuestros, según reza su última campaña publicitaria, piensan, sienten y por lo visto hasta actúan de forma muy distinta a los de Hollywood. No hacía falta que invirtiesen ni un euro en decírnoslo. Ya lo sabíamos.
Quizá por tal motivo, yo hubiera preferido que en vez de enseñarnos su trasero nos hubieran alegrado la vista y hasta el pensamiento con algo más de sensibilidad y mucho menos dogmatismo político, pero qué se le va a hacer: así son ellos de distintos.
Por fortuna, la salud cultural de un país o de una ciudad - Palma, sin ir más lejos - no sólo se mide por el pelaje ético de sus cantantes, la calidad de su cine o la opacidad administrativa de sus museos, sino por el número de actividades creativas, más o menos espontáneas, que acontecen en sus calles, en sus patios, en sus lugares de encuentro. En este sentido Palma goza de indudable buena salud cultural.
Resulta un placer encontrarse en plena calle San Miguel con un concierto de ópera a cargo de un dúo que no cotiza a la Sociedad General de Autores ni falta que les hace. O la actuación en los aledaños de la fuente de Las Tortugas de un entrañable violinista que hasta eclipsa con su música el rumor del tráfico. O asistir a las tertulias literarias de Literarte o El Último Jueves, por ejemplo.
Pero hay mucho más. La oferta es amplia y sugestiva. Esperemos que la venidera Televisión Autonómica Balear sirva también para informarnos de todos estos eventos sin aplicarnos ninguna censura previa de cinco minutos, por si se nos ocurre enseñar la lengua en algún idioma prohibido por los puristas de turno. Ya veremos.
Etiquetas: Literatura
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