Oh, cómo se acerca y luego se aleja
la muerte.
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Las drogas...
Aunque sólo sea por los pelos, pertenezco a una generación que tuvo la dignidad y, tal vez, la obligación de correr delante de los grises, que conoció los injustos calabozos del silencio y las asfixias de la intolerancia y que, también, descubrió por sí misma que las drogas, pese a entreabrirnos algunas puertas ilustradas de la percepción, acaban cerrando, inexorablemente, las de la libertad y arruinando la propia vida.
Quizá por eso, puedo decir, con palabras de Allen Ginsberg aquello tan recitado de "He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos, arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de un colérico picotazo", y les aseguro que no estoy mintiendo. Ni siquiera exagerando. Y no saben cuánto lo lamento porque me gustan mucho las exageraciones. Ayudan a encontrar el término medio, que suele ser un buen lugar de encuentro.
Así las cosas, no me sorprenden, las declaraciones de Bernat Joan - flamante eurodiputado por ERC - favorables a la legalización de las drogas pero sí que me extraña su curiosa matización: «siempre que vaya acompañada de una fuerte inversión en educación sobre el tema». Ignoro si el ibicenco es un experto en drogas pero está claro que no en educación. Porque cualquier educación que se precie debiera conducirnos a una sociedad sin drogas. Pero eso es otra historia, seguramente quimérica y por lo tanto ajena a las perspectivas de algunos políticos.
La opinión no es nueva. Al contrario. Pero corrobora que estos políticos se apuntan a legalizarlo todo - lo que sea: las drogas, las discriminaciones positivas, los matrimonios unisexuales, los aquelarres lingüísticos y hasta las guerras, si la ONU les da el visto bueno - buscando el control absoluto del Estado sobre las libertades individuales. Sus intenciones de legalizar, a toda costa, la realidad, se me antojan patéticas porque olvidan que su único trabajo debiera ser intentar mejorarla. Quizá tengan complejo de Big Brother y adoren la burocracia. Por si acaso, sinceramente, yo prefiero seguir siendo ilegal.
Etiquetas: Literatura
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