Intercambio de llaves
No fuimos materia para un poema de amor, pero sí motivo para un gesto descuidado. No hay culpables en la larga hilera de cadáveres o en el rosario de encrucijadas que mi mano alicaída o mi gélido aliento señalan sobre tu pecho. Ya no existo aunque te ronden mis nombres.
Igual una lágrima que una sonrisa puede interpretar en el lienzo las mil razones de la distancia — y abrir con su metálico manojo de dientes el arcón repleto de olvido.
Oh, la muerte, cómo viaja. Y las brujas se columpian sobre sus necias escobas.
*
No hay posesión sin vigilia. Y una única obligación: tañer las cuerdas vocales del silencio para no romper los hechizos — todo te será arrebatado cuando despiertes.
Anudarse a la belleza, estrangularse con sus filamentos dorados en las telarañas geométricas del pensamiento. Sí. Hay que saber preparar el andamiaje de las catástrofes: un universo de ábacos, relojes y balanzas te acabará sepultando — un templo de perdurable arenisca sólo sostenido por metáforas.
Etiquetas: Literatura
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