La única certidumbre es la evasión del féretro vacío.
Se derraman notas melancólicas disfrazadas de lágrimas ( y el atuendo del oficiante, acaso un médium, va dejando negras espinas en el pasillo hacia las jaulas - allí un altar remeda o confirma lo anecdótico de la ceremonia)
El prisionero no conoce otras leyes que las del silencio huracanado. Sus manos hablan despacio, como si siempre hubieran sido ignoradas sus querencias - jamás me miraste a los ojos, ni dejaste que te explicara porqué ladran de esa manera los encadenados, los ebrios de sangre, los incapaces de imitar hábitos ajenos.
Estos pétalos de ceniza me cubren con un sarpullido de luz, me agobian con un manto de plomo pero, al fin, resumen mi vida - no con el olvido sino con la frugal limosna de la literatura.
Etiquetas: Literatura
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