la rebelión de los jurados

Primero fue Caballero Bonald, como jurado del Premio Torrevieja quien descalificó el libro del ganador, César Vidal, tachándolo de ideológicamente impresentable. Luego cinco jueces mallorquines declararon desierto el Premi Mallorca de narrativa sin escatimar adjetivos sobre la calidad de los libros presentados. Mientras tanto, en la Fundación Nobel se habla de dimisiones a raíz del desencanto -muy justificable- por la ganadora del año pasado, la escritora de género Elfriede Jelinek. Y ahora se nos descuelga Juan Marsé, franqueado por la irrelevante Carmen Posadas y por Rosa Regás, en contra de las novelas ganadoras del Premio Planeta. No sé si será una epidemia. Igual sí.

Admiro a Juan Marsé, acaso el mejor narrador catalán del siglo pasado, desde que en tiempos remotos consiguiera atraparme con sus Últimas tardes con Teresa. Por eso me ha extrañado su peculiar reacción contra los libros finalistas de último Planeta. Porque la cuestión básica es plantearse qué tipo de relación tiene el Planeta con la literatura. La respuesta es que sólo tiene una relación mercantil. Es cierto que en su nómina de finalistas hay firmas de inmensa valía -pienso en Umbral, Cela, Sender, Vargas Llosa o Benet, entre otros- pero no es menos cierto que los libros que les premiaron no son los mejores ejemplos de su bibliografía. Ni por asomo.

La bronca se la han llevado María de la Pau Janer -a la que hay que felicitar sinceramente- y el escritor peruano Jaime Bayly, más conocido, de momento, por su militancia gay y su televisivos besos de tornillo con Boris Izaguirre, que por sus libros. El perfil de ambos encaja a la perfección con el circo mediático que año tras año pone en marcha la editorial de Lara. Creo que a Marsé se le ha pasado en esta ocasión el arroz, se ha olvidado de cuál era su cometido o todo es un montaje de la propia editorial para sazonar el ambiente. Pues no parece tan mala idea, oigan.